TLCAN, un acuerdo "espinoso"
Una perspectiva histórica y económica sobre los motores que impulsan al Latino a cruzar la frontera.
Cuando nos referimos a inmigrantes dentro de Estados Unidos muchas son las posturas y los imaginarios que se gestan alrededor de los millones de personas que deciden cruzar una frontera – terrestre, marítima o aérea – y empezar de cero en un país desconocido.
Según los datos del Pew Research Center, la población inmigrante en Estados Unidos actualmente cuenta con 43.158.110 individuos, de los cuales 11.576.253 (o el 26,8%) provienen de México. Asimismo, de los 690.000 jóvenes llegados al país cuando eran niños (llamados Dreamers), 548.000 (es decir el 79.4%) son de origen mexicano.
Si bien las razones más lógicas detrás de estas cifras implican la proximidad territorial entre ambos países y los nexos históricos fronterizos entre ambas comunidades (como los eventos consecuentes a la revolución mexicana de 1910 y a la Segunda Guerra Mundial), existe un entramado económico fundamental que se gesta como motor migratorio y cuya responsabilidad recae en ambos países.
AL DÍA ha conversado con dos especialistas al respecto para intentar exponer la naturaleza de las estrategias económicas neoliberales que han cambiado el destino de millones de inmigrantes.
Aunque la historia se remonta a hace más de un siglo, entre 1900 y 1910 más de un millón de mexicanos decidieron cruzar la frontera hacia Estados Unidos, huyendo especialmente de la destrucción de la Revolución Mexicana y en búsqueda de un terreno fértil donde conseguir trabajo.
Pero si de un lado había voluntad de trabajar, del otro había necesidad de trabajadores.
Fue durante los grandes conflictos mundiales a principios de siglo cuando miles de obreros mexicanos recuperaron los campos y las fábricas abandonadas por los estadounidenses que habían partido a la batalla. Así surge el Programa de Trabajadores Temporales, mejor conocido como Primer Programa Bracero, que consistió en el traslado por parte del gobierno estadounidense de un millar de campesinos mexicanos experimentados para cultivar y cosechar campos azucareros en la región de Stockton (California), y posteriormente en otras regiones.
Este programa fue concluido bilateralmente en 1964 cuando ambos gobiernos se vieron atacados por las denuncias de violaciones a los derechos humanos que sufrían los trabajadores en manos de sus patrones.
Frente a la reticencia de muchos campesinos de regresar a su país, nace el conato de la Border Patrol, cambiando radicalmente la calidad migratoria de los campesinos quienes ahora eran perseguidos y expulsados.
Pero la puerta estaba abierta, y desde entonces el flujo migratorio ha sido una constante entre ambos países; lo único que ha cambiado, como bien recuerdan Horacio Mercado Vargas y Marisol Palmerín Cerna en Causas y Consecuencias de la Migración de Mexicanos a los Estados Unidos de América (2009), es que a los braceros mexicanos se les llama ahora “ilegales”.
De acuerdo a los datos del Consejo Nacional de Población de México (CONAPO), los flujos migratorios desde México hacia Estados Unidos son profundamente heterogéneos, variando en origen, motivo, traslado y estrategia, en especial después de la década de los años 70.
Según explica Selene Gaspar Olvera de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo (Zacatecas), en 1970 existían alrededor de 900 mil mexicanos residentes en Estados Unidos, una cifra que aumentará exponencialmente a poco más de 2 millones durante la década de los 80, cuando México se transformaría en “uno de los principales emisores de emigrantes” hacia Estados Unidos.
Pero fue la simultaneidad de crisis económicas que vivieron ambos países durante la década de los 90 lo que mantendría el índice de inmigración constante y aumentando gradualmente.
A principios de los 90, Estados Unidos y Canadá ya poseían un acuerdo bilateral de Tratado de Libre Comercio que se promovía como “una vía del crecimiento económico sostenido”, como recuerda José Luis Calva, Investigador del Centro de Análisis Macroeconómicos de la UNAM, conocido como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En medio de una crisis agobiante, México decidió involucrarse, firmando su parte del acuerdo el 17 de diciembre de 1992.
Ram Mudambi, profesor de Estrategia e investigador en la Fox School of Business and Management en la Temple University habló con AL DÍA sobre las implicaciones económicas de este tipo de acuerdos multilaterales en la población inmigrante en Estados Unidos.
“El TLCAN es un acuerdo que cuenta con casi 25 años ahora, y fue un acuerdo bastante claro, que se firmó para aumentar la permeabilidad económica de los tres estados miembros, y empezó como un acuerdo entre Canadá y Estados Unidos que permitía al primero mantener la competencia, en especial en el mercado automovilístico”, explica Mudambi.
¿Qué significó el efecto TLCAN en el desarrollo económico de los tres países? ¿Pudo eso afectar el desarrollo económico de países más pequeños como México?
De hecho, el TLCAN ha sido un enorme éxito en varios aspectos. Una de las razones fundamentales es que las oportunidades económicas en países centroamericanos son más limitadas. Lo que sucedió con el TLCAN, especialmente con el Programa Maquiladora, es que México ha desarrollado un montón de nuevas empresas que han creado muchos trabajos. Esto no implica que la presión migratoria no exista, pues sigue ahí, pero puedo decir que sin el TLCAN, la presión migratoria hacia Estados Unidos sería mucho más alta.
¿Qué implicaría si el Presidente Trump decide retirarse del TLCAN?
Soy un profesor de negocios (risas). Es una aproximación populista, pero los datos son muy claros. Los índices de crecimiento en Estados Unidos, Canadá y México han variado. Antes de que el TLCAN se firmara, en 1993, el PIB de Estados Unidos era de 6.9 billones, en el 2016 era de 18.5 billones (un aumento del 170%). En México, el PIB en 1993 era de medio billón de dólares, en el 2016 era de 1.06 billones (un aumento del 112%). Estados Unidos, de hecho, ha ganado más que México gracias al TLCAN. Si Estados Unidos se retirara, los efectos se revertirían en la economía del país, y México perdería más que nosotros. Existen muchas empresas trabajando en México, y si el acuerdo se anulara, sus costos aumentarían considerablemente, y las plantas deberían ser reubicadas, quizás, en Asia. Todos perderían, pero el efecto en México sería importante, aumentando la presión migratoria.
¿Qué opina usted de la postura de muchos contra el TLCAN por supuestos efectos negativos en la economía mexicana?
Primero que nada el TLCAN involucra sólo a México; por lo tanto, el resto de Centroamérica no se ve afectado. En cuanto a México, ha habido un cambio en los patrones de propiedad. Por ejemplo, si intentas comprar tomates en Estados Unidos durante el invierno, la gran mayoría de ellos dicen “hecho en México”, es agricultura mexicana. Y eso es cierto. Pero la mayoría de los productos que llegan al mercado estadounidense de México provienen de cultivos que son propiedad estadounidense. Grandes cultivos corporativos han ido a México y son dueños de una inmensa cantidad de terrenos cultivables en México, utilizando los terrenos mexicanos para suministrar el consumo estadounidense. Si bien la problemática suele ser más política (por el cambio de propiedad), si eres un trabajador mexicano, es mejor para ti trabajar en una empresa estadounidense que en una mexicana porque los sueldos son más altos y tus condiciones de trabajo son mejores. El efecto es similar al que se percibe en Estados Unidos o en Canadá con las pequeñas empresas, pues las corporaciones son más eficientes.
Basándonos en los datos puntuales de investigaciones económicas, la perspectiva parece prometedora para la población mexicana, pero no podemos evitar reflexionar sobre los índices de inmigración y las circunstancias económicas que se encuentran detrás de los movimientos migratorios, cuyo epicentro político actual son los jóvenes inmigrantes indocumentados.
Para ello hemos recurrido a la opinión profesional de José Sánchez, profesor de Ciencias Políticas en la Long Island University, y autor del libro Boricua Power: A Political History of Puerto Ricans in the United States.
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¿Cuál es su opinión con respecto a la situación actual del programa DACA?
Creo que el liderazgo político ha fallado. No tienen el lenguaje para explicar al público estadounidense sobre no sólo la inmigración sino lo que significa ser parte de esta economía global. No lo entienden. No saben cómo explicarlo y no saben liderar, sencillamente seguirán pateando la lata.
¿Cree usted que este giro anti-inmigrante en la retórica política era previsible? ¿Es este un fenómeno histórico?
Para mí, la inmigración es, como muchos otros aspectos del sistema global, un asunto que tiene sus positivos y sus negativos. Los inmigrantes han ayudado a construir este país en el pasado y siguen haciéndolo. Cuando vas a restaurantes y miras en las cocinas son básicamente latinos quienes están trabajando allí. Están allí porque esta economía no podría sobrevivir al menos que las personas tengan acceso a ese tipo de servicios, y para hacerlo asequible tienen que reducir el costo de la producción de bienes, y eso es lo que los inmigrantes hacen. Esos son los aspectos positivos de la inmigración que la gente no reconoce porque lo único que ven es lo negativo: el hecho de que las personas vienen sin hablar el idioma y que se ven distintos.
En su columna para el National Institute of Latino Policy, usted asegura que “los partidarios de DACA están cometiendo un error al sugerir que el apoyo a estos jóvenes es una forma de prueba moral” ¿A qué se refiere?
La mayoría de la población quiere ver que los Dreamers obtengan algún tipo de estatus legal, pero eso no es lo que impulsa la política porque ese no es el centro. Los extremistas son los que Trump quiere mantener, porque él sabe que esas son las personas que pueden mantener la pasión que él cree necesitar para ser reelecto.
Muchos de los que hacen campaña por los Dreamers dicen “¡Oh! Mira a estos chicos, tan jóvenes, tan inocentes, etc.” Esto no es lo que Estados Unidos quiere escuchar, porque el estadounidense también está sufriendo. Así que, Trump está dirigiéndose a este sufrimiento para voltearlo en contra de los inmigrantes, intentando parar la inmigración; haciéndoles pensar que sus problemas están de alguna manera conectados con el hecho de que estos inmigrantes están en este país, tanto los Dreamers como los indocumentados. Y ese no es el caso. El problema que enfrentan se debe a la economía globalizada, la economía capitalista, y las compañías que están tomando decisiones independientemente del inmigrante, sino basándose en las ganancias a corto plazo.
La conexión que debemos hacer es entre las condiciones de la clase media y trabajadora estadounidense y la situación que sufren personas en otros países que sienten la necesidad de venir por razones políticas o económicas. No se puede hacer por separado, porque estos estadounidenses realmente no conocen mucho sobre otras partes del mundo, pero son los líderes los que tienen que aclararlo, especialmente los progresistas, aquellos que piensan que están presentando un mensaje diferente.
Trump hizo algo parecido cuando dijo “los estadounidenses también son Dreamers”, y nosotros deberíamos hacer eso. Hagámoslo, llamemos al trabajador estadounidense Dreamer y digamos “ellos tenían un sueño que fue destrozado en los últimos 30 o 40 años”, de la misma manera en la que los sueños de estos jóvenes han sido destruidos por circunstancias fuera de su control. Hagamos esa conexión para que la gente deje de ver a los inmigrantes como el enemigo y le vean como posibles socios.
¿Qué efecto ha tenido el TLCAN en la inmigración en Estados Unidos?
La gente no entiende esto pero los mexicanos comenzaron a venir aquí porque – y esto empezó antes del TLCAN, pero el acuerdo lo impulsó – las compañías estadounidenses querían vender sus productos allá, incluyendo el mismo tipo de productos que los mexicanos estaban cultivando como el maíz. Porque, si bien es cierto que las empresas pueden producir maíz aquí mucho más barato por todas las ventajas químicas y de cultivo, igual desplazaron la producción mexicana del maíz. Los cultivos debieron venderse y se empezó a producir allá también (pues las compañías estadounidenses empezaron a comprar terrenos). Lo que sucedió fue que muchos campesinos se vieron sin otra opción que intentar mudarse a las ciudades – como Ciudad de México o Guadalajara – en búsqueda de trabajo, pero no conseguían porque la economía mexicana no estaba tan desarrollada (y aún no lo está), así que el último recurso fue irse a donde pudieran conseguir trabajo y ese lugar fue Estados Unidos.
Creo que el liderazgo político ha fallado. No tienen el lenguaje para explicar al público estadounidense sobre no sólo la inmigración sino lo que significa ser parte de esta economía global.
Hay quienes piensan que esto es otra teoría conspirativa.
Esto también ha sucedido en otros territorios estadounidenses como Puerto Rico, donde se han visto procesos similares. Cuando Puerto Rico fue absorbido por Estados Unidos, el gobierno se involucró en una serie de políticas y leyes que causaron un daño tremendo a la isla, desencadenando una gran migración de puertorriqueños hacia el continente, pero también afectó su desarrollo. Por ejemplo, una ley fue aprobada en 1920, la llamada Jones Act, que obligaba a que cualquier bien que fuera enviado desde cualquier país hacia Puerto Rico debía primero tocar tierra firme en territorio estadounidense antes de ir a Puerto Rico. Esto hizo que todo lo que se consumiera en Puerto Rico se volviera extremadamente costoso.
Estas son las cosas que forman parte del sistema legal, no son sencillamente teorías conspirativas, son cosas que puedes buscar en los libros. Algunos líderes del Congreso hablaron sobre eliminar esto para ayudar a Puerto Rico a recuperarse pero hay demasiado interés invertido para mantener esto en pie, aún cuando la ley fue aprobada inicialmente para proteger a la marina mercante durante los conflictos mundiales. Todo el mundo conoce los efectos que esto ha tenido en la economía puertorriqueña, y a nadie le importa.
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