El complicado retorno hacia el Acuerdo de París
Xi Jinping defiende el Acuerdo de París este martes durante la cumbre de los BRICS con la mirada puesta en Estados Unidos.
La campaña de los demócratas y Joe Biden ha estado plagada de referencias a las energías renovables y un futuro verde que no sólo complacían a su electorado, también ha muchos líderes mundiales. Y es que desde el 4 de noviembre de 2020, un año después del primer aviso, Estados Unidos dejaba de la mano de Donald Trump de formar parte del más ambicioso pacto hasta la fecha para combatir el cambio climático, el famoso Acuerdo de París, en el que Barack Obama se había comprometido a reducir sus emisiones del 26% al 28%.
Pero no solo estaban lejos de sus objetivos sino que dejaron de cumplirlos. Algo que pone nerviosas al resto de naciones por un lado por el futuro de la Tierra, en el que el único cambio al reto climático solamente puede ser un esfuerzo global, y en segundo lugar porque en el fondo representaba un tipo de competencia desleal mientras las demás se esforzaban en reducir ciertas industrias.
Este acuerdo de casi doscientos países firmado en diciembre de 2015 en la capital francesa era el prometedor heredero del Protocolo de Kioto de 1997 cuyo objetivo era evitar que el calentamiento fuera irreversible, así como la subsecuente pérdida de diversidad animal, y la temperatura media del planeta no supere los dos grados respecto a la era preindustrial.
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En su momento Estados Unidos fue pionero ya que era uno de los principales contaminadores del globo con un 12,10% de las emisiones de CO2 a nivel mundial. En aquel entonces prometió que para 2050 reduciría sus emisiones en un 80% y contribuyó con 3 mil millones de dólares al fondo. Por supuesto, la renuncia de EE.UU implicaba también problemas presupuestarios para el pacto.
Joe Biden fue mucho más allá en su campaña, motivo por el que las acciones en energía verde aumentaron tras su victoria, al comprometerse con un objetivo todavía más eficiente: emisiones netas cero para 2050 y dos billones de dólares para el fondo. La verdad es que la Unión europea (9% de las emisiones) se ha comprometido recientemente a un resultado similar en las mismas fechas y China (29% de las emisiones) se ha sumado al objetivo para 2060. Trump también retiró la financiación americana al Fondo Verde del Clima al que se espera que Biden aporte 3.000 millones de dólares cumpliendo así con la promesa de Obama.
Por todo ello no es de extrañar que el resto de líderes, en la medida en la que falta de una resolución a las elecciones no lo impida, empiecen a reanimar los ánimos de cara a un posible retorno. Especialmente teniendo en cuenta los requisitos añadidos que tendrá la producción masiva de una vacuna que debe distribuirse mundialmente congelada en nitrógeno para sus objetivos de reducción mundial de las emisiones.
Conocedores de todos estos asuntos en el gabinete francés, a través de su ministerio de asuntos exteriores, hacían hincapié en la necesidad de nuevos pactos mientras que el presidente chino Xi Jinping defendía el acuerdo de París en su reunión con los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica): “El calentamiento global no se ha detenido porque haya una pandemia […] Hace poco anuncié en la ONU la iniciativa de China de aumentar sus aportaciones voluntarias nacionales para que nuestras emisiones de CO2 disminuyan para 2030 y seamos un país neutro en carbono para 2060”. En un tema que supera ya la soberanía de los límites de los países implicados pareciera que tender puentes es la mejor estrategia salvo que estén hechos de débiles promesas.
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