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Fotografía de archivo fechada el 10 de julio de 2017 que muestra al expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva durante el lanzamiento del museo digital "Memorial de la Democracia", en el Palacio de las Artes de Belo Horizonte (Brasil).EFE/Paulo Fonseca
Fotografía de archivo fechada el 10 de julio de 2017 que muestra al expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva durante el lanzamiento del museo digital "Memorial de la Democracia", en el Palacio de las Artes de Belo Horizonte (Brasil).EFE/Paulo…

Lula: el triste final de un sueño

El escándalo de Petrobras cobra su última víctima: el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva ha sido condenado a nueve años y seis meses de prisión…

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¿Quién podía imaginarse que el simpático presidente de Brasil entre el 2003 y el 2010 estaría algún día sudando frío en un tribunal a punto de ser condenado a prisión?

El juez federal Sergio Moro, encargado de la operación “Lava Jato” (autolavado, en portugues) – una de las historias de corrupción más enrevesadas y costosas de la historia latinoamericana – halló culpable a Lula de aceptar sobornos por un monto de 1.1 millones de dólares por parte de la constructora OAS, una de las empresas implicadas en el escándalo de Petrobras, según reportó la BBC.

Según Moro, el ex presidente habría tenido “un papel relevante en la trama criminal”, pues era responsable de nombrar a los directores de Petrobras, la petrolera estatal que orquestó una red política y empresarial de sobornos a través de contratos privados.

Pero el juez le ha concedido al ex presidente el derecho a apelación y aún no irá a prisión, pues Moro considera que “la prisión cautelar de un ex presidente de la República no deja de implicar ciertos traumas (…) la prudencia recomienda que se espere a la decisión de la corte de apelación antes de imponer las consecuencias propias de la condena”.

Lula, de 71 años y mejor conocido como “el hijo de Brasil”, había asegurado ante su defensa “prueben que soy corrupto e iré caminando a la cárcel”, en la retórica que siempre mantuvo como marca personal. Habiendo salido del empobrecido estado de Pernambuco, hijo de un padre analfabeto y alcohólico, y con 22 hermanos, Lula representó al pueblo de Brasil como ningún otro presiente lo había hecho.

Tras participar en los años 80 en la fundación del Partido de los Trabajadores (PT), en 1986 se convirtió “en el diputado más votado del país”, dando inicio a su larga trayectoria hacia la presidencia, que finalmente conseguiría en el 2002.

“Si al final de mi mandato cada brasileño puede comer tres veces al día, habré cumplido la misión de mi vida”, aseguró Lula durante su primer discurso como presidente.

La transformación política de Brasil coincidió con la oleada socialista latinoamericana, encabezada por Hugo Chávez en Venezuela, y seguida por Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Cristina Fernández en Argentina.

A diferencia de sus homólogos, Lula se mantuvo en el poder durante ocho años, logrando sacar de la pobreza a 28 millones de personas, “convenciendo a propios y extraños del milagro brasileño”, como reseñó el día de ayer El Universal de México.

Pero el fracaso del modelo socialista latinoamericano no eximiría al “Hijo de Brasil”, como tampoco lo hizo con su sucesora y protegida Dilma Rousseff, habiendo sido ambos condenados por corrupción.

¿Estamos entonces ante el colapso de la fantasía socialista latinoamericana?

El triste final del presidente favorito de Brasil parece indicar que sí.