Gisele Fetterman habla desde una plataforma mayor, en tono suave pero poderoso
El 25 de marzo, Gisele Fetterman visitó la redacción de AL DÍA para hablar sobre su viaje hacia el puesto de segunda dama de Pensilvania y cómo piensa usar…
Es mediados de febrero y la nueva segunda dama de Pensilvania, Gisele Fetterman, ha vuelto a casa –a Braddock (PA)–.
Se dirige a la central de su Free Store, donde pasa el día proveyendo y sirviendo comida y otros bienes a aquellos que lo necesitan. Fetterman fundó Free Store en 2012, cuando su marido, John Fetterman, era alcalde de esta antigua ciudad siderúrgica, situada a unas nueve millas de Pittsburgh. Desde entonces ha abierto otras nueve Free Store por todo el estado dedicadas a ofrecer, gracias a donaciones, bienes de primera necesidad (como pañales, leche de fórmula, ropa o comida, entre otros).
Ese día en Braddock, una persona de avanzada llega a por comida y no duda en compartir con Fetterman su opinión sobre la inmigración.
“Me dijo que los inmigrantes no deberíamos estar aquí”, cuenta. Se trata de una reacción a la que ha tenido que acostumbrarse desde que se ha convertido en una figura pública.
Fetterman, nacida en Brasil, fue inmigrante indocumentada. Llegó a los Estados Unidos –a Queens, en la Ciudad de Nueva York– cuando tan solo tenía siete años y se estableció en Hamilton (Nueva Jersey), donde su madre, pese a haber obtenido su Ph.D. en Brasil, se vio obligada a trabajar como camarera para que sus hijos pudieran alcanzar el ansiado ‘Sueño Americano’.
“Estoy muy orgullosa de su historia y muy agradecida de que mi madre tuviera el coraje de hacerlo”, aseguró Fetterman durante su visita a AL DÍA el pasado 25 de marzo. “Si no cuento su historia no honraría los sacrificios que ha hecho”.
Se trata de un relato que ha compartido en muchas ocasiones desde que saltó a la luz pública junto a su marido; también es una forma de conectar, tanto con otros inmigrantes como con los ciudadanos americanos.
Por ello, con este hombre con sentimientos antiinmigrantes se reacción no fue diferente. “Quería saber de dónde venía todo eso”, explica Fetterman. “Si yo estoy dispuesta a escucharle y él quiere contármelo, entonces podremos llegar a un entendimiento”.
Y así fue.
El hombre era un veterano que luchó para encontrar un trabajo tras su vuelta a casa y que culpaba de sus problemas a los inmigrantes. ¿Su fuente de información? Los medios de comunicación y un presidente que pinta a este colectivo como una continua amenaza al bienestar del país. Tras contar su versión y escuchar la historia de Fetterman, el hombre se disculpó por sus palabras y ambos se fundieron en un abrazo.
Fetterman es consciente de que no todos los conflictos de este tipo acaban en tan buenos términos, pero está dispuesta a participar en una conversación para tener la oportunidad de arrojar más luz al asunto y conseguir que se produzca una reconciliación.
“Si no quisiera tener esta conversación nunca habría llegado al punto en el que me encuentro ahora”, reconoce.
Se trata de una anécdota y una forma de afrontar este tipo de reacciones que a menudo se queda fuera, tanto de los medios como de los debates políticos.
El punto de entendimiento se encuentra, no como miembros de un partido o de una ideología, sino como los seres humanos que somos. Por ello, en lugar de dejar pasar las palabras de aquel hombre, Fetterman decidió escucharle. Y al verlo, el hombre decidió hacer lo mismo, plantando así la semilla para una conexión que normalmente resulta difícil de cultivar, especialmente cuando se discute sobre temas tan polarizados como la inmigración.
Fetterman lleva tiempo poniendo en práctica esta forma de abordar situaciones controvertidas, desde que se convirtió en una figura pública. Su propia historia es la mejor inspiración. Comenzó un diálogo con la ciudad de Braddock y creó la que su marido ha citado como la iniciativa que ha tenido un mayor impacto: Free Store.
Ella asegura que su rol como segunda dama de Pensilvania no va a cambiar su facilidad para entablar un diálogo y construir puentes al entendimiento.
“Creo que nuestro modelo continúa. La gente tiene que ser parte de la conversación. No se trata de llegar a un lugar con un montón de preguntas, se trata de hacerlo con muchas ganas de escuchar”, aclara.
Uno de sus planes es continuar desarrollando lo que comenzó en Braddock, Free Store y 412 Food Rescue. Dos iniciativas que, combinadas han repartido más de cinco millones de libras de comida entre los habitantes más necesitados de Pensilvania.
“Han alimentado todo tipo de estómagos, no solo estómagos de inmigrantes. Muchos, muchos, en su mayoría, han sido estómagos estadounidenses", dijo Fetterman.
Además del desarrollo de sus organizaciones, Fetterman también planea emprender una reforma del sistema de justicia penal en Pensilvania.
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A pesar de la disminución de la población carcelaria en los últimos dos años, el estado todavía todavía tiene una de las cifras más altas del país de personas en libertad condicional, lo que podría contribuir a que esa disminución continúe. Un problema por el que Fetterman siempre ha sentido una preocupación especial.
"Desde que tenía 11 años, mi sueño era ser directora de una prisión para hombres. Así aparece reflejado en mi anuario de la escuela secundaria", confiesa.
Próximamente, Fetterman iniciará una ronda de visitas por todas las cárceles del estado para evaluar sus condiciones y colaborar con los reclusos y los empleados en la búsqueda de soluciones.
Fetterman también espera poner rostro a unas estadísticas que, con demasiada frecuencia, representan a la población penitenciaria de PA; de la misma manera que compartir su propia historia le permitió dar una voz personal a la imagen que muchas personas tienen de los inmigrantes.
“¿Cómo podemos humanizar más a las personas? ¿Cómo podemos llevar la luz a estos espacios? ¿Cómo podemos encontrar soluciones para hacer las cosas un poco mejor?”, se pregunta.
Gracias a su nuevo papel, en compañía de su marido, su voz y su historia ahora pueden ir más allá del estado y meterse en la conversación a nivel nacional.
Fetterman es la primera en aclarar que no se considera política, porque "la política es mezquina y yo no lo soy".
Pero, le guste o no, ya ha demostrado que su voz, y su propia historia, tienen el poder de formar parte de la conversación y causar un impacto. El mismo que, a través del diálogo, tiene el potencial de cambiar la forma en la que la sociedad considera a sus líderes.
Cuando la comparamos con otras líderes políticas, como Alexandria Ocasio-Cortez o Ilhan Omar, Fetterman elogia su fortaleza, pero destaca que ellas emplean una clase de fuerza diferente a la que ella utiliza.
“Tengo un enfoque mucho más suave. En este mundo tan difícil y realmente duro, ¿hay espacio para un tono más suave?", señala. “También tenemos nuestro lugar".
Precisamente es en la vulnerabilidad de su estatus anterior –de inmigrante indocumentada–, donde reside su fortaleza. Una cualidad que, según sus propias palabras, es lo que la convierte en una buena oyente y en alguien capaz de llegar a las personas. Y en una sociedad que asocia la acción política con las voces más fuertes, y un estereotipado tono masculino, su estrategia más suave puede ser justo lo que necesitamos.
"No pasa nada si le tiembla la voz o no es la más alta de la sala, porque la mía nunca será la más alta", asegura Fetterman. "Pero, aún así, voy a seguir contando esas historias".
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