La ordenanza que revivió un conflicto olvidado
Una norma aprobada por el Concejo que obligaría a los propietarios de establecimientos de venta de comida y bebidas alcohólicas a retirar los vidrios blindados…
Ni la reunión que comerciantes y líderes de la comunidad asiática sostuvieron el pasado 8 de diciembre en un restaurante vietnamita al sur de la ciudad, ni la campaña de presión telefónica al Concejo que propuso ese día el cabildante David Oh, pudieron evitar lo que se veía venir: una reforma al Código de Filadelfia que los tiene con los pelos de punta.
El pasado 14 de diciembre, el Concejo de la ciudad aprobó por mayoría un proyecto de ley u ordenanza (número 170963) que, palabras más palabras menos, prevé el desmonte de ventanas blindadas en establecimientos comerciales de venta de comida, que en su mayoría son propiedad de familias asiáticas y que en algunos casos combinan esa actividad con la venta de otros productos, como bebidas alcohólicas y cigarrillos.
La norma obliga al Departamento de Licencias e Inspecciones crear regulaciones antes del primero de enero de 2021, “para el uso o el desmonte de cualquier barrera física que le obligue a una persona de cualquier negocio con licencia de establecimientos grandes (30 sillas o más), abrir una ventana o cualquier otra apertura para servir comida”.
Para la concejal Cindy Bass, proponente del proyecto, esta ordenanza es necesaria para matar dos pájaros de un solo tiro.
Por un lado le pondría fin a los conocidos “stop-and-go” (establecimientos cuya actividad comercial combina la venta de comestibles, bebidas alcohólicas y cigarrillos de manera irregular) y, por otro, al uso de barreras físicas que contribuyen a la estigmatización y alienación de comunidades afroamericanas.
Por su parte, su colega David Oh desestimó la segunda aseveración afirmando que “los vidrios blindados no están ahí para insultar a la comunidad, sino para brindar protección en contra de delincuentes tal y como sucede con oficinas postales y hospitales, entre otros”.
Tanto Oh como los miembros de la comunidad asiática, piensan que el gobierno local no debería inmiscuirse en un asunto que es de índole privada. Además, llamó la atención sobre lo que sería uno de los primeros efectos de la medida: un aumento de la violencia.
“Los vidrios blindados no están ahí para insultar a la comunidad, sino para brindar protección en contra de delincuentes tal y como sucede con oficinas postales y hospitales, entre otros”: David Oh.
“Cuando una de las preocupaciones de la gente es su seguridad y el gobierno le quita el vidrio blindado, pues la gente se ve obligada a considerar alternativas y una de esas alternativas puede ser la compra de armas”, afirmó el concejal. “Eso es lo que no queremos, que la gente se sienta en tal peligro, que termine armándose”.
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Quizá suene exagerado, pero no lo es en un país tan fragmentado, con tan fácil acceso a armas y con tantas heridas étnicas.
Eso se evidenció en la reunión en Saigón Maxim Restaurant el 8 de diciembre cuando muchos asistentes manifestaron que la posibilidad de adquirir armas para asumir de esa manera su propia seguridad no es remota.
Adam Xu, representante de la Asian-American Licensed Beverage Association (AALBA), es uno de los líderes de la comunidad y también uno de los más indignados con la medida.
Para Xu, las razones reales detrás de la ordenanza no tienen nada que ver con temas de seguridad. “No están solucionando los problemas de la comunidad, al contrario, están invitando el crimen. Nuestros amigos latinos conocen el tema: ¿por qué algunas estaciones de gasolina, algunos Wawa y otros tienen vidrios blindados? ¡Por seguridad!”, expresa.
Xu se pregunta cuáles son las razones reales de obligar a una comunidad tan pequeña como la asiática a desinstalar los vidrios blindados de sus negocios. Él mismo responde: “discriminación”.
Exagerado o no, lo cierto es que esta norma ha abierto viejas y profundas rencillas entre comunidades que claramente no se tienen confianza: la afroamericana y la asiática.
El conflicto ha puesto de relieve la necesidad no solo de derribar muros a través de leyes (cuando des de Washington se aboga por lo contrario), sino y sobre todo, de implementar políticas públicas que ayuden a construir tejido social en comunidades tan diversas, tan diferentes, tan juntas y tan distantes como las que habitan los barrios periféricos de Filadelfia.
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