Con esta edición, recientemente rediseñada y que ahora llega a sus manos, AL DÍA está apostando, una vez más, por una de las aspiraciones más quijotescas de nuestros tiempos:

La supervivencia de los medios impresos.

Como nacimos en medio de un barril de tinta negra hace 25 años —donde casi nos ahogamos como una publicación impresa en blanco y negro, en un papel de periódico barato que se volvía amarillo una semana después–, no es difícil para nosotros abogar por la supervivencia de la dama gris del periodismo, aparentemente destronada, pero que aún reina en el mundo:

La palabra impresa.

Nos inclinamos ante esta monarca, que solo puede ser peinada por las manos hábiles y la mente brillante del buen escritor capaz de armar las frases inteligentes.

Esas frases inteligentes aún siguen en demanda entre los lectores serios, leales en su propia búsqueda de un significado más profundo entre las cubiertas de un producto impreso bien diseñado, con el que casi siempre se termina en el fin de semana, después de la fatiga producida por el brillo de las pantallas con las que nos cansamos nuestros ojos, durante todo el día, todos los días de la semana, de lunes viernes.

Los vídeos, los podcasts, la fotografía digital y las narraciones de realidad aumentada, producidas por los últimos dispositivos de inteligencia artificial, son sólo meras extensiones de esta invención original, las palabras bien ensambladas por un escritor en una suspicaz oración o un párrafo maestro y bien equilibrado.

Incluso la televisión super, superficial que vemos hoy en día necesita de un buen herrero de las palabras. Antes de que la imagen aparezca en la pantalla, depende de un buen escritor dar forma a la idea original en un guión, utilizando las herramientas más básicas de creación de imágenes:

La palabra correctamente bien escritaLas mismas que pertenecen a esta ilusión de permanencia que solo el táctil papel nos puede transmitir, más allá de esas líneas veloces de la pantalla, que se pueden deslizar a la velocidad de la luz, hacia arriba y hacia abajo, en nuestros teléfonos inteligentes.

El verdadero acto de leer es una actividad pausada, no una obsesiva y superficial navegación que hacemos en la web.

Creemos que el lector serio quiere llegar al "por qué" del asunto, en el papel impreso, no tanto al simple "qué",  de nuestro agotador ciclo de noticias 24/7 en la plataforma digital.

Creemos firmemente que la aparente disminución de los lectores de medios impresos tiene que ver con la falta de calidad de los mismos, más que con la falta de interés entre los lectores.

Nuestra nueva inversión en este nuevo intento de crear una versión impresa de alta costura de AL DÍA, es una apuesta en el futuro.

Uno en el que, cuanto más parecen cambiar las cosas, es improbable en que los fundamentos del universo no persistan eternamente.