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Raymon Rincón, propietario de La Salsa y La Salsa II. Photo: Bernardo Morillo/WHYY.
Raymon Rincón, propietario de La Salsa y La Salsa II. Photo: Bernardo Morillo/WHYY.

Cómo un músico dominicano llegó a convertirse en el barbero con “más sabrosura” de Filadelfia

Raymon Rincón aterrizó hace más de diez años para tocar la güira en un concierto y acabó empuñando unas tijeras en La Salsa y La Salsa II.

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Cuando pasas por delante de la barbería La Salsa, en la calle North Fifth es inevitable oír un estruendo de risas y música caribeña saliendo de su interior. Podría ser un dancehall latino -los brillantes colores de su entoldado invitan a pensarlo-, pero a través de la cristalera una adivina los sillones de barbero y los manojos de cabellos que barren del suelo los 15 empleados que trabajan en su interior. 

La Salsa es uno de los casi 12.000 negocios latinos de la ciudad y un punto de encuentro para la enorme comunidad dominicana de Filadelfia, que es el segundo mayor grupo de latinos después de los puertorriqueños. 

Un colectivo que ha sabido abrirse paso en Estados Unidos creando negocios -los inmigrantes emprenden el doble que los norteamericanos nacidos en el país, según la Fundación Ewing Marion Kauffman.

Raymon Rincón, propietario de La Salsa y La Salsa II, que se encuentra a unas pocas manzanas en la misma calle de North Fifth, es uno de ellos. 

Sin embargo, Rincón jamás imaginó que iba a instalarse en el país ni que iba a cambiar la música por las tijeras y los escenarios por los cabellos de sus compatriotas. Pero, como cantaba Marc Anthony, el músico vivió el momento para entender el destino. 

Y era un momento muy frío, digamos. La Nochebuena de 1997. 

Esa Navidad, Raymon, que prefería los inviernos de la República Dominicana, había viajado a Estados Unidos como intérprete de güira, un instrumento de percusión. Viajaba con William Segura y el Vacandú, un grupo de bachata, y el tour los llevó a Manhattan, Europa, Puerto Rico, Miami y finalmente de nuevo a Nueva York. 

Pero al llegar a Filadelfia a Raymon le sorprendió lo musical que era esta ciudad y acabó mudándose. “Parecía un barrio que nos pertenecía”, le contó a WHYY. “Filadelfia tenía aparcamiento, más actividad y menos ajetreo”.

Al principio, Rincón combinaba su trabajo como músico con la jardinería y pasaba su tiempo libre en la barbería de un amigo, entre bromas e historias. Pero cuando perdió su trabajo, le dijo a su amigo: “¡Dame esa silla!”, y empezó a cortar el pelo. 

Al cabo de un tiempo, con ayuda de los amigos, Raymon Rincón abrió su propio negocio, La Salsa, y empezó a dar trabajo a otros colegas que al cabo del tiempo se independizaban para abrir también sus propios negocios. 

"El dominicano viene con ganas de progresar", dijo Rincón. "Las barberías son dominicanas, los salones de belleza para mujeres, las bodegas -los negocios para enviar cosas y mandar dinero- casi todos son dominicanos".

A La Salsa acuden sobre todo dominicanos, pero también latinos y afroamericanos llamados por la gran pericia de Raymon con las tijeras y no necesitan decirle gran cosa al barbero que ya sabe cómo van a querer su corte de pelo antes incluso de que se sienten en la silla.

"Esta barbería es de cinco estrellas", presume Rincón. "Puedes comprobar que somos el número uno".

Sus clientes son también amigos y forman parte de una comunidad que brinda siempre una mano a quien la necesita. 

"Claro, si eres una persona que... aunque no tengas papeles y no tengas tarjeta de la seguridad social, hay amigos que han perseguido y tienen negocios y quieren que otros amigos [avancen]... para ayudar a otros. Como yo, he ayudado a mucha, mucha gente", dice Raymon Rincón. 

Aunque La Salsa es básicamente una barbería y su ambiente es masculino, muchas mujeres llevan a sus hijos y sobrinos a que Rincón y sus empleados les corten el pelo y el caribeño presume de que en su local todas son tratadas con el mayor respeto. Eso sí, por el talante festivo y risueño del lugar, no es de extrañar que haya romances…. Eso sí, que se culminan fuera de la tienda. 

"No digo que nadie se pueda enamorar, porque todo el mundo se puede enamorar, pero aquí hay respeto", dice Rincón.

El trabajo es duro y frenético en La Salsa. Madrugar, llegar temprano, atender con una sonrisa a los clientes y dejarlos contentos es el pan de cada día. Pero también una vocación. 

Y aunque ame su negocio, Raymon Rincón sigue soñando con irse de gira por el mundo. El cabello se corta, los looks cambian, pero la música se vive desde la raíz del pelo. 

 

Nota: Esta historia forma parte de The 47: Historias along a bus route y fue originalmente publicada por Emma Restrepo y Jane M. Von Bergen.