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Maelstrom de Teresita Fernández. Photo: Lehman Maupin. 
Maelstrom de Teresita Fernández. Photo: Lehman Maupin. 

Arte de naufragio: El Maelstrom caribeño de Teresita Fernández

Hasta el 23 de enero, la galería Lehmann Maupin de Manhattan acoge ‘Maelstrom’, un poderoso mosaico de obras marcadas por la catástrofe y el genocido en el…

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Ubicado en aguas noruegas, al Maelstrom se le conoce como “el ombligo del océano”. Un enorme remolino que engulle cualquier embarcación a su paso y que ha sido motivo recurrente en la literatura, desde las sagas nórdicas hasta las Veinte mil leguas de viaje submarino de Verne, pasando por Allan Poe. 

Un terrible embudo de tiempo y materia que la artista de Miami Teresita Fernández ha situado en las costas del Caribe para narrarnos a través de impactos visuales que nos azotan con sus vientos huracanados la historia de injusticia y opresión de esta zona de latinoamérica, borrada de nuestra memoria colectiva e invisible para la mayoría, como esa Montaña Análoga de la que hablaba Daumel en su libro. 

Una gran palmera levitando en el aire, a merced de una brisa etérea simboliza el trópico hecho astillas -Rising (Lynched Land)-; paneles recubiertos de rastrojos como restos de un naufragio -Black Beach (Unpolished Diamond)- y un trauma ecológico y humano que nos llega la nariz de sal y tristeza.

Este es el mensaje anticolonialista y franco que Fernández ha impreso al conjunto de sus obras, que cubren tres salas de su última exposición en Lehman Maupin, que podrá verse hasta el próximo 23 de enero.

Una muestra escultórica y pictórica en la que destaca con fuerza “Cosmos del Caribe”, un mosaico de cerámica de 8 por 16 pies que evoca a vista de pájaro las tormentas, al igual que lo hace desde abajo para emular las galaxias celestes. 

E igualmente los collages que bajo el título “Hurakán” seguido del nombre femenino de un ciclón (¿Por qué bautizar a esta “coz” de la naturaleza como una mujer?) nos remiten a la práctica de la eugenesia entre las mujeres boricuas a mediados de siglo. 

En la obra de Teresita Fernández, el entorno y la historia se funden como una suerte de psicogeografía de la ignominia. Del abandono de una región y sus habitantes y las diversas opresiones vividas a lo largo del tiempo, desde la primera colonización hasta las siguientes neocolonizaciones que explican cómo la violenta catástrofe no es únicamente un fenómeno físico sino social, cultural y sobre todo económico.

Al mismo tiempo, este archipiélago que reproduce Fernández es mental y hace un pulso a ese otro imaginario colectivo colonizado. 

El Caribe de Teresita Fernández es extrapolable a muchos lugares, como si hubiera más de un Maelstrom -y los hay- en todo el mundo y ahora esos restos de la historia han sido regurgitados por el mar y arrastrados por la marea a la costa para reinterpretar la historia de las islas como una suerte de braille que incluya a sus náufragos y sus navíos perdidos tras siglos de opresión. 

No en vano, la palabra Caribe proviene del taíno “Carib” y significa “ser humano”.

Una artista pionera

En 2011, el presidente Barack Obama nombró a Teresita Fernández como parte de la Comisión de Bellas Artes de Estados Unidos, convirtiéndose en la primera latina en formar parte de este panel y asesorar al presidente y al Congreso.

Reconocida internacionalmente por su arte público monumental y sus esculturas inmersivas, la obra de Fernández está marcada por la importancia de la percepción -la psicología de la mirada-, y sus instalaciones se inspiran en la conexión entre el lugar y la materia, entre los referentes culturales e históricos y el mundo natural para visibilizar la violencia padecida por un paisaje y quienes viven en él.