El desconocido casino penitenciario de Bull Pen: ¿Puede la suerte estar condenada?
En la América de la Gran Depresión cualquier cosa era posible: durante 35 años, entre 1932 y 19767, funcionó un casino autogestionado por los reclusos dentro…
Estados Unidos no atravesaba su mejor momento en 1932. En octubre de 1929, a causa de malas prácticas en el sistema financiero, las bolsas se desplomaron y, consecuencia de ese crack sin precedentes, se inició el período conocido como la Gran Depresión, presidido por la inestabilidad y los intentos de reglamentar la sociedad y la economía para lograr la recuperación. Nunca se había visto tanta miseria en el Estado de Nevada, que decidió autorizar el juego el 19 de marzo de 1931 para tratar de sanear sus cuentas públicas gracias a los ingresos de los impuestos.
La administración federal tardó un poco más en reaccionar. El histórico paquete de medidas impulsado por el presidente Franklin Delano Roosevelt conocido como New Deal se desarrolló entre 1933 y 1938. Los internos de la prisión de Carson City no entraron por la puerta grande en los libros de Historia, pero hicieron algo no menos curioso e insólito: pidieron permiso a las autoridades para montar un casino en el interior de una cárcel.
Oficialmente, la entidad nunca existió: los reclusos pidieron una licencia de juego, pero la comisión pertinente no podía autorizar a nadie que tuviera antecedentes penales. Aun así, el casino fue tolerado y, contra todo pronóstico, el orden reinó en su interior durante más de tres décadas. El horario estaba claro para todos: de 8 a 15:30 de lunes a sábado y de 8 a 13:30 los domingos. Nadie hacía trampas en su interior porque se aprobaron estrictos protocolos para evitarlo. Los carceleros pensaron que sería un foco de violencia y motines, pero tuvieron que admitir que no fue así. El casino ofrecía todas las posibilidades de juego y apuestas de una casa convencional: los reclusos lo cuidaron como si hubiera sido su propio hogar.
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Llegaron incluso a acuñar sus propias fichas, en las que se leía perfectamente “Nevada Estate Prison”, y que los internos podían canjear en el economato de la cárcel. Actualmente, estas fichas son piezas muy codiciadas por los coleccionistas, que han pagado por ellas hasta 300 dólares. Cuando terminaban su condena, la cárcel abonaba en metálico el valor de las fichas que hubiera podido ahorrar cada recluso.
Aunque el sueño duró mucho más de lo esperado, el cierre se abatió sobre el casino de la cárcel de Carson City en 1967, tras un motín de orígenes muy dudosos y ajeno a la casa de juego. El edificio que lo albergaba fue derribado, y los que cumplía condena recibieron la segunda pena de tener que dedicarse a las manualidades o el ajedrez. Sin embargo, los vigilantes habían contado con una gran ventaja derivada de un casino tan original: las apuestas toleradas en The Bull Penn habían impedido durante décadas el juego ilegal en el interior de la cárcel estatal de Nevada, una práctica que nunca habían conseguido controlar.
Historia original de Eduardo Bravo para Agente Provocador.
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