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Plaza de Antonio López, en Barcelona. / Joan Puig. El Periódico.
Plaza de Antonio López, en Barcelona. / Joan Puig. El Periódico.

“Se vende una negra sin defectos”: Los últimos negreros fueron españoles

Algunas familias de apellidos conocidos y lugares emblemáticos son los rastros de historia tabú en un país que se enriqueció gracias a la trata de personas en…

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"Quien quiera comprar una negra de 18 años, que sabe coser, planchar y lavar, acuda a la oficina de este diario, en donde le informarán con quién se ha de conferir", publicaba en 1799 el Diario de Barcelona en la misma página en donde anunciaba la venta de caballos y sanguijuelas. 

En España, la trata de esclavos se remonta a la Antigüedad y continuó durante la Edad Media -conocido es, por ejemplo, que los Encantes Viejos de Barcelona, hoy visitados por miles de turistas en su nuevo edificio de diseño, fue un mercado de segunda mano de esclavos-. Sin embargo, tuvo su apogeo en el siglo XIX, incluso después de su abolición, en 1880, debido a las presiones de británicos, estadounidenses y franceses cuando toda Europa ya era un lugar libre de esclavos. 

De hecho, incluso entonces se las apañaron para mantener las condiciones de esclavitud sobre los cubanos -Cuba y Puerto Rico fueron colonias españolas hasta 1898- y crearon una ley mediante la cual los esclavos podían convertirse en “libertos” previo pago de su libertad.

El puerto de Cádiz, en Andalucía -sur de España-, y el de Barcelona, fueron dos de los enclaves negreros por excelencia y esta segunda ciudad, que todo el mundo reconoce hoy como una de las capitales europeas de moda, fue la sede de La Liga Nacional de Barcelona, un partido negrero que luchaba contra la abolición de la esclavitud en Cuba. Con grupos como este tuvieron que vérselas algunos importantes abolicionistas, como el diputado en las Cortes Rafael María de Labra, que era cubano y cuyo antiesclavismo en tiempos de las colonias le llegó a granjear grandes enemistades en la isla, incluso se puso precio a su cabeza.

Si bien existieron diversos tipos de esclavitud, la propia de la Edad Moderna, que eran básicamente capturas militares -en el siglo XVI había alrededor de 80.000 esclavos en Andalucía-, y la del comercio triangular, donde los ingleses fueron “maestros” y que enriqueció a España durante el siglo XIX a través de las rutas atlánticas que llevaba esclavos africanos a las Antillas para trabajar en las plantaciones. 

Según el antropólogo Gustau Nerín, autor de Traficants d’Ànimes, y especialista en colonialismo español, los negreros españoles se hicieron de oro durante el siglo XIX vendiendo esclavos africanos en Cuba, Puerto Rico, Brasil y Estados Unidos. 

Hace algunos años todavía era común encontrarse en Barcelona con estatuas como la del marqués de Comillas, conocido comerciante, que fue retirada en 2018 por el ayuntamiento de la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, pese a las polémicas sobre si Comillas fue realmente o no un negrero. 

Curiosamente, Comillas casó a su hija con el hijo de una de las familias más ricas de la ciudad, los Güell -les sonará más si menciono la Casa Güell o el Palau Güell, dos lugares emblemáticos de Barcelona y cuyo arquitecto fue Gaudí-. La leyenda negra -leyenda porque aún hoy investigar dicho tema puede granjear problemas a un historiador y que cita Eldiario.es- es que Joan Güell trabajó con mano de obra esclava durante un tiempo, ya que que gran parte de los muebles modernistas y el ébano que se empleó para obras mayúsculas de la arquitectura como el Palau Güell proviene de las Antillas, de Cuba, de la trata de esclavos. Como bien en este artículo publicado xx:

En recortes de periódicos de mediados del siglo XIX se podían leer anuncios como éstos: “Se vende una negra recién parida, con abundante leche, excelente lavandera y planchadora”, o bien “Se vende una negra por no necesitarla dueño”. 

Algunas de las mayores fortunas hoy, con gran  influencia en el ámbito social y las finanzas del país son descendientes de negreros. Aunque nadie tiene culpa de los delitos de sus antepasados, en el racismo que aún prevalece en España se oculta la alargada y silenciosa sombra de un pasado esclavista que pocos se atreven a hacer público.

España, como otros muchos países, tiene memoria histórica selectiva