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Ceremonia de ofrendas por el Mes de la Pachamama. Imagen de archivo.
Ceremonia de ofrendas por el Mes de la Pachamama. Imagen de archivo.

Empiezan las celebraciones por el mes de la “Pachamama” en el mundi andino

En los andes se celebra cada 1 de agosto el Día de la Madre Tierra, abriendo paso a las celebraciones por el Mes de la Pachamama.

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Durante el mes de agosto los pueblos originarios de América del Sur se iniciaron este domingo las celebraciones por el mes de la “Pachamama” o Madre Tierra. Entre rituales míticos y ancestrales, y con ofrendas para agradecer por lo cosechado durante el último año y pedir nuevamente un año de prosperidad, se recibió el mes de festejo por la madre tierra. El mes de agosto es el designado para esta fiesta  por terminar la primera temporada agrícola en el mundo andino y, es el momento en el que la Madre Tierra “abre la boca” para alimentarse con ofrendas que retribuyan los frutos dados y los que dará en el futuro.

Una celebración que busca invisibilizar las fronteras de la región ahora llamada Latino América,  para agradecer la abundancia  y las bondades de la tierra fértil del territorio, y de los productos que nos brinda. Se agradece a la tierra, al tiempo favorable para el proceso, a los animales, y al alimento mismo. La celebración se basa en una ofrenda de reciprocidad que se preserva y  transmite de generación en generación, y como parte del ritual, se celebra la “challa” o pago a la tierra. 

Los rituales y las ofrendas se  pueden hacer en cada vivienda o comercio, pero existen sitios sagrados en los andes en donde simbólicamente se realiza esta celebración por la carga energética del espacio. La Waraco Apacheta, situada en las afueras de El Alto, Bolivia, es una ciudad que recibe a las personas que viajan hasta el lugar desde la madrugada para poder agradecer por lo recibido y hacer nuevas peticiones a las deidades andinas.

En el sitio se reúnen los “amautas”, maestros o sabios indígenas que guían los rituales, los rezos en aimara y castellano, haciendo sonar pututus, y coreando “jallalla” o viva en aimara.

El amauta Mariano Condori, o Mariano de los Andes, presidió el ritual y afirmó que “cuando hacen los sembrados en el campo, se hace el arado, la rotura de la tierra y aparecen los sapos. Eso se llama ‘marani’ y todo eso nosotros veneramos. ‘Marani’ son los que dan la fertilidad a la tierra y también la bendición a cada varón o mujer que ofrecen una mesa”. 

En la mesa se ofrendan dulces de distintas formas y “misterios”, unas tablas de azúcar con imágenes en las que se cree que sale la suerte de quien hace el ofrecimiento. Se incluye la wira k’oa, una planta medicinal sagrada del Altiplano, el incienso, resinas aromáticas vegetales y la grasa de llama. Una vez que la ofrenda está armada, se debe “ch’allar” o bendecir con alcohol, vino o cerveza, para colocarla en una pira, y todo debe quedar reducido a cenizas. Que más tarde se entierran o guardan.

Es importante hacer la ofrenda con fe y confianza en que se recibirá lo que se está pidiendo.