
El amor en los tiempos del 'Smartphone'
Un nuevo romance gracias a la tecnología
En la casa de un Latino, nunca falta la historia de amor romántico, valiente y desolado, o la tristeza y la condena solitaria de alguno de los abuelos que se sientan en el solar a recordar el amor que fue y el que no pudo serlo.
Historias de campañas amorosas, largos viajes en barco, en mula, por las montañas y atravesando países enteros, nos han permitido heredar la valiosa campaña amorosa como estrategia y como motor de vida.
Pero pareciera que eso forma parte de un paleolítico romántico que nada tiene que ver con la modernidad, ni mucho menos con el día a día de los jóvenes (Millenials, Baby Boomers, llámenlo como quieran). Dos generaciones y media, cuyo despertar adolescente coincidió con el boom de los primeros sistemas de mensajería instantánea, con aquél estruendoso “dial-up” que nos permitía entrar a una dimensión aún en construcción.
A partir de entonces todo se desarrolló en un empinado vertiginoso: MySpace, Hi5, Facebook, Badoo, Twitter, Instagram, SnapChat, Skype, FaceTime… Medios de simultaneidad simulada que han permitido el tiempo, el espacio y la anonimidad para construirse una identidad: detrás de una pantalla, podemos ser cualquier persona.
Este hecho fue un tesoro para los desarrolladores de aplicaciones digitales: ¿Qué pasaría si, a través de un perfil hecho a medida, pudiéramos escoger potenciales parejas de la misma manera en la escogemos el detergente en el supermercado?
Desde las primeras salas de chat hasta las aplicaciones de geolocalización, ahora pareciera que el amor también es un objeto de consumo.
Al escribirle a una persona en código durante horas, no sabemos siquiera cómo suena su voz o cómo es su personalidad, hasta que ambos decidimos encontrarnos en algún sitio cara a cara o por FaceTime.
Podemos twittear, hacer click o enviar un texto a alguien al revisar su perfil y hasta etiquetarles en fotos. Al haber hecho todo eso, logramos generar un juicio personal sobre un individuo sin siquiera haber dicho “hola”.
Tecnología nos da alegría, mas no felicidad
¿Ha logrado la tecnología transformar las nuevas generaciones en individuos innovadores o les ha entumecido al punto en el que sus emociones no se diferencian de una aplicación o del teléfono que utilizan? Nuestra obsesión con la tecnología ha creado un concepto que ha cambiado por completo la manera en que las personas se frecuentan y establecen nuevas relaciones.
Hacerse el difícil hoy en día es casi imposible. Estamos conectados a tantas aplicaciones que la excusa de “estaba muy ocupado” o “no me dio chance de responderte el mensaje” parece imposible cuando puedes estar en Facebook y en Twitter al mismo tiempo. La velocidad con la que nos podemos comunicar hoy en día ha alterado el arte del romance de una u otra manera.
Un estudio llevado a cabo en el 2015 descubrió que la obsesión con la telefonía móvil está afectando las relaciones e incluso aumentando los niveles de depresión. La Escuela de Economía Hankamer de la Universidad de Baylor en Texas quiso demostrar los efectos que trae el utilizar el teléfono en presencia de otras personas mientras se establecen relaciones.
Bien sea la interrupción de la comunicación para revisar el teléfono o echarle un ojo rápido cuando crees que tu compañero no está prestando atención, son algunos de los hábitos que los investigadores descubrieron que afectaban la solidez de las relaciones. Estas distracciones, sin importar cuán breves, dejan un sentimiento de insatisfacción en la contraparte de la relación.
Uno de los autores del estudio, el Profesor James A. Roberts, dijo que los bajos niveles de satisfacción en las relaciones promueven los bajos niveles de satisfacción en la vida y eventualmente un aumento en los niveles de depresión.
Otra investigación que sigue en curso es la llevada a cabo por Christian Licoppe, Laurent Camus y Julien Morel en el Télécom Paristech en Francia. Los investigadores realizan un análisis de las transformaciones de las rutinas, ritmos y condiciones sociológicas gracias a la utilización de aplicaciones de geologalización.
Los investigadores franceses han determinado que, si bien las aplicaciones surgieron como una alternativa para las comunidades LGBT de reunirse y encontrar pares en una sociedad donde la discriminación por preferencia sexual sigue vigente, la evolución a otros mercados (como el heterosexual y el “swinger”) han permitido el crecimiento de plataformas como Tinder, Happen y Badoo, que han demostrado el cambio de rutas y comportamientos hacia la obtención de un “me gusta”, un gesto que dispara la segregación de dopamina, o la hormona del placer, generando una condición hasta adictiva.
Hoy por hoy, las plataformas digitales han permitido un espacio digital para comunidades cuyas necesidades en tiempo y espacio real se ven obnubiladas por la rutina laboral, el hermetismo social frente a algunas tendencias o sencillamente la comodidad de “textearnos” desde la comodidad del living, sin necesidad de quitarnos el pijama.
¿Una bendición o una maldición?
Una pareja de millenials recién casados, Fabian y Juliana Valenzuela, residentes en la región de Filadelfia, perciben que la tecnología puede ser una bendición y una maldición, al mismo tiempo. “Al principio no estaba acostumbrado a escribir para poder comunicarme”, dice Fabian, “estaba más acostumbrado a llamar a alguien por teléfono antes de escribirle”.
Anteriormente, en la Colombia de los años 90, la norma de comunicación era levantar el teléfono o ir a la sala de computadoras después de clase para utilizar el Messenger de Windows. Valenzuela siente que muchas personas prefieren escribir un texto a escribir una carta. También siente que escribir mensajes de texto es una manera evolutiva de ser romántico.
Su esposa está de acuerdo con que el único medio de comunicación en esa época en Bogotá era el Windows Messenger e incluso el MySpace. Ambos sienten que el nacimiento de Facebook realmente catapultó las redes sociales hacia la popularidad de la que gozan hoy en día.
Juliana siente que una de las contradicciones de Facebook es que las personas tienen fotos para que todo el mundo las vea, pero esto genera un juicio basado tan sólo en lo que logran ver en línea. “Algunas personas muestran todas estas fotos a sus amigos y al mundo, para demostrar lo felices que son, pero realmente por dentro se sienten completamente diferente”. dice Valenzuela.
Uno de los problemas más graves que ha surgido gracias a estas plataformas ha sido en el caso de las personas que buscan el amor verdadero pero terminan arrastrados a un mundo de actividad criminal.
“Trabajé en el Departamento Contra el Secuestro y la Extorsión en Colombia, donde supe de casos en los que algunas personas tan sólo se conectaban para extorsionar familias”, continúa Juliana.
“Estos hombres persuadían a jovencitas para que les enviaran fotos explícitas y posteriormente las utilizaban para amenazarlas con publicarlas en Facebook al menos que pagaran una cuota”.
Tanto Fabian como Juliana sienten que el asunto de tener el móvil en la mano todo el tiempo es un problema que puede arruinar las relaciones antes de que siquiera empiecen. “Cuando salimos a comer en un restaurante y ordenamos, podemos hablar, enviar un texto o ver algo en línea, pero cuando la comida llega, ponemos los teléfonos aparte y comemos”, dice Fabian.
Para Juliana es un asunto de respeto.
Si estás con alguien, en una cita o incluso en un grupo de amigos, “es de mala educación estar encima del teléfono todo el tiempo cuando estás con alguien más. En el momento en el que intentas conocer a alguien, pareciera que tienes que competir con el teléfono por su atención. En Colombia, mis amigos y yo salimos a comer, ponemos los teléfonos en una cesta y el primero que agarre el teléfono deberá pagar la cuenta entera”.
Comparando el romance actual con el de antaño, Juliana prefiere la vieja usanza.
“En el pasado la gente compartía más sobre sí mismos sin necesidad de un teléfono”, dice, “El romance era mucho más amoroso antes, cuando recibías rosas, dulces, cuando sencillamente interactuabas con la persona cara a cara”.
A Fabian, por su parte, le agrada el arte del romance actual. “Puedes hacer algo igual de espectacular utilizando la tecnología. No soy bueno escribiendo cartas, ¡dan asco! Sería como si yo escribiera una receta médica a un paciente”. Justo cuando pareciera que Juliana había hecho entender a Fabian su punto, ella decidió decir unas últimas palabras:
Juliana: “Todo lo que tienes que hacer es escribir sobre lo que sientes”
Fabian: “Para eso uso la tecnología. Puedo hacer exactamente eso con la tecnología y lograr que se vea bien”.
Juliana: “Está bien, no escribas una carta, tan sólo utiliza tu voz para decir lo que sientes, y no el teléfono”.
Fabian: “Está bien, te enviaré una nota de voz”.
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