"Anticultura" de la conspiración: La impronta en Latinoamérica de los asaltantes al Capitolio
Existen numerosas relaciones entre la simbología de los asaltantes y las fuerzas conservadoras que emplean la conspiración en redes latinas.
La manifestación de ayer en muestra de apoyo a Trump para evitar un supuesto robo de las elecciones culminó en un asalto al Congreso de los Estados Unidos.
Los integrantes bajo las siglas MAGA, un grupo heterogéneo que incluía a conspiracionistas, neonazis, supremacistas y fervorosos trumpistas, realizaba una acción más simbólica que violenta -aunque deben lamentarse tres muertos- cuyas imágenes daban la vuelta al globo.
Algunos usuarios de redes latinos bromeaban con los estadounidenses por esa primeriza sensación de golpe de estado pero, ¿qué vínculos mantienen los asaltantes con Latinoamérica?
Pocas horas antes del asalto, informamos de que la detención de Enrique Tarrio, líder de Proud Boys, pudiera ser empleada entre los supremacistas para excitar las redes con sensación de paranoia antes de la manifestación.
Guerra memética e infoxicación redoblaban la apuesta con una fecha que seguro pasará a formar parte de sus conspirativos anales. Una épica de memes e indignación pop en forma de performances que sólo es la punta de lanza de un fenómeno mayor.
¿De qué manera el supremacismo de la alt-right cede el cuerpo de sus fieles para que se extienda el virus ideológico de la conspiración?
Por un lado, podían observar tatuajes neonazis en el cuerpo de Q-Shaman y otros asaltantes, como el valknut, las runas Tiw y Othala o el martillo de Thor.
Esos símbolos forman parte del supremacismo por disfrazarse de neopaganismo. El esfuerzo new age por rescatar emblemas del pasado fue superado por algunos ideólogos de la extrema derecha que encuentran en esa hermenéutica del tuit y el like un modo de recrearse en el revisionismo de un pasado sin mestizaje ni porosidad entre sistemas culturales.
De ahí también que algunos asaltantes y Jake Angeli, el actor fracasado conocido como Q-Shaman, emplearan ropajes de guerreros sioux.
El segundo nivel era articulado por una lluvia de simbología pop, desde disfraces de superhéroes hasta variaciones de la Q de los seguidores de Qanon, que marcaban la genealogía de una guerra cultural fundamentada en la infoxicación a través de la red.
Cuando las fuerzas de extrema derecha pierden territorio que conquistar, se lanzan a la invasión de nuevos territorios, el de las genealogías de conocimiento por Internet.
De modo que parezca más probable una conspiración pedófila a través de un sistema de entrega de pizzas o actores caníbales que un intento bien documentado por alterar los resultados electorales.
Es especialmente la conspiración más que el neopaganismo el nexo de unión de las fuerzas de alt-right con los países latinoamericanos que, paradójicamente, ya conocieron las conspiraciones de extrema derecha hace tiempo en forma de organizaciones como El Yunque.
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BBC informaba que Qanon no solo forma parte de la escena estadounidense sino de la campaña mediática mundial de la nueva alt-right.
Qanon Colombia tiene unos 1.700 seguidores. Qanon Argentina tiene unos 4.000 y el de Costa Rica es el mayor de todos ellos con casi 6.700 e información que comparte en otros subgrupos similares como Qanon en Colombia y en el mundo o Qanon Latinoamérica.
Todos ellos ofrecen un modelo de información mediática conspiracionista que, frente a una gran variedad de ideologías de derecha, conforma una unificada identidad colectiva dentro del conservadurismo.
Incluso las fake news contra el virus o las vacunas funcionan en una clave profundamente política de exclusión mediante presunta información alternativa que vendría a justificar posturas antidemocráticas, neoliberales o insurreccionistas y disimulando un bajo conocimiento científico.
Este modelo de desinformación del que Steve Bannon, exjefe de la campaña de Trump, era pionero, es replicado por el globo por organizaciones extremistas como Vox o Alba Dorada. DW informaba del aviso de openDemocracy sobre el gasto de 44 millones de dólares en campañas en América Latina por parte de organizaciones cristianas para desinformar sobre la homosexualidad, el aborto o la pandemia.
El mensaje del presidente brasileño Jair Bolsonaro atacando la vacuna y hablando de cocodrilos funcionaba en esa misma precisa línea. Algunos medios los han llamado “cristoneofascistas” e incluyen a obispos que relacionan la renuncia del anterior pontífice con los masones y Joe Biden con la intención de ganar fuerza desde los sectores ultraconservadores de la Iglesia.
El espectáculo estadounidense de ayer solo era una muestra más del poder de movilización global de los fascismos capaz de tomar un millón de formas antidemocráticas.
Un riesgo del que, por su nueva cepa, ninguna democracia puede cesar de advertir. Cada día más cercana aquella distópica escena de The Handmaid’s Tale en la que el grupo conservador de Los Hijos de Jacob tomaba el Capitolio para fundar la República Teocrática de Gilead.
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