Abra los Ojos y descubra Eye’s Gallery
Una tienda se dedica hace 50 años a exhibir y vender artesanías latinoamericanas en South Philly.
Julia e Isaiah Zagar no esperaban toparse con la barrera del idioma cuando se acercaron a la brillante orilla del Lago Titicaca, el lago más grande de América del Sur, y donde –según creencias andinas–nació la estrella más brillante del cielo. Obedeciendo las instrucciones de las Peace Corps, la pareja debía tomar un curso de iniciación a la cultura peruana –historia, botánica, gente, costumbres, tradiciones– antes de empezar el programa.
Cuando llegaron a la idílica aldea de Chicuito, dieron por hecho que los locales los saludarían con un alegre y efusivo “¡Buenos días!” En vez de eso, recibieron un “¡Suma urukiya!”, la forma Aymara del saludo.
Durante los tres años siguientes, la comunicación de los Zagar’s durante su estancia de voluntariado en el Perú se limitó a “señalar y adivinar”, recuerda Julia. A pesar de la desilusión inicial, los Zagars llegaron a una solución para su problema lingüístico: comunicarse a través del arte. Junto al resto de aldeanos, formaron una cooperativa de artesanía, donde diseñaron un centenar de artículos que luego enviaban a todo el mundo.
Mientras muestra cómo aprendió a tejer con con lana de alpaca con la técnica tradicional de los Andes (con solo cinco agujas), Julia recuerda con orgullo cómo ella y su marido vieron que a medida que adoptaban la forma de vida de los aldeanos, más sentían que lo que recibían de parte del pueblo era superior a lo que ellos podían aportar como voluntarios de las Peace Corps. De todos los regalos que los aldeanos otorgaron a la pareja, uno destacaba por su brillante legado multicultural: su aprecio por el arte folclórico.
El amor por el arte folclórico dejó en Julia e Isaiah Zagar otro dilema inesperado: su colección de objetos artesanales y antigüedades empezaba a crecer de forma exponencial. Al principio, los Zagars encontraron una solución temporal a su falta de espacio para almacenar dando suelta a su generosidad y regalando sus preciados objetos andinos a sus familiares. Lo que no esperaban los Zagars era que un día sus familias les rogarían exasperados “¡Basta!” ante su excesivo entusiasmo.
Con siete cajas llenas hasta el borde con su colección, en 1968 los Zagars pusieron fin a su período de tres años con las Peace Corps en ‘La Tierra del Sol’ y se establecieron en la ‘Ciudad del Amor Fraternal’. ¿Su próximo plan de acción? Abrir una galería.
“La hermana de Isaiah vivía en el centro de Filadelfia cuando llegamos, y por un tema económico, South Street nos pareció el lugar más indicado para instalarnos. El edificio que nos quedamos estaba hecho una ruina cuando llegamos, pero solo pagamos $10.000 por él. Isaiah lo restauró. Yo entonces estaba embarazada, nos mudamos justo después de salir del hospital. Un mes después inauguramos la galería de arte, en el piso de encima”, recuerda Julia.
Eye’s Gallery es un nombre que encaja perfectamente para definir las tres plantas llenas del hipnotizante y centelleante caramelo ocular que forman las artesanías expuestas. Tejidas, esculpidas, cosidas o pintadas, la galería es un sinfín de artesanías latinoamericanas intercaladas con los conocidos mosaicos de cerámica de Zagar que recubren paredes, suelos y techos.
Virtualmente, cada pulgada de este estrecho local de South Philly está ocupado por retablos, huipils mesoamericanos, hamacas guatemaltecas, tapices, arte precolombino, minúsculas figuritas del Día de los Muertos que cabrían en un puño, talismanes, alebrijes, instrumentos y utensilios de cerámica. A cada paso, por pequeño que sea, arriba, abajo, a la izquierda, o a la derecha, su ojo quedará visualmente aturdido con una serie de resplandores espectrales en tonos brillantes y tintes oxidados, pero algo sigue siendo uniforme: sentirá siempre la mirada potente de de las fantasiosas máscaras observándolo por detrás.
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A pesar de que Julia e Isaiah son blancos, su objetivo es ofrecer la máxima educación y conciencia cultural para equilibrar la inmersión cultural y sensorial en la galería. A parte de las placas y folletos informativos con datos históricos sobre los objetos expuestos en Eye’s, Julia explica que ella y Isaiah “todavía se sientan con artesanos de todo el mundo para charlar y comunicarse. Responden a nuestra juventud y energía para interactuar no solo con el lenguaje, sino también con sus dibujos”.
“Alrededor del 50 al 60 por ciento del inventario es adquirido directamente de la fuente original,” aclara una cliente de la galería, Carole Shields. Al comprar sin intermediarios y participar en el movimiento de “comercio justo”, Eye’s Gallery puede presumir de beneficiar a artistas y empleados mediante operaciones éticas. Por ejemplo, la mayoría de los accesorios y bolsos bordados con cuentas y abalorios que se venden en la tienda están hechos por mujeres artesanas del lago Atitlán, en Guatemala. Muchas de estas artesanas guatemaltecas están en contacto con Eye’s Gallery vía “Casa Milagro”, una organización que da cobijo, alimento, educación y seguridad a viudas o madres jóvenes y a sus niños.
Hay muchas otras gemas folclóricas que se han abierto camino hasta los estantes de galería mediante los viajes educativos que Julia Zagar y su amigo Deb Colburn organizan y gestionan juntos. Durante diecinueve años, ambos han mantenido un “fiel seguimiento” de la actividad coleccionista, viajando a países con “ricas historias culturales” como Cuba, India, Guatemala, México, y de vuelta a donde surgió el amor: Perú.
Cuando, después de pasarme media hora elaborando meticulosamente una lista mental de lo que debía escribir en este artículo, me decidí a irme de la galería, me detuve para hablar con Carole Shields por última vez. Sonaba de fondo la melodía de “Oriente” , de Asere, mientras la clienta me explicaba lo mucho que ha cambiado el barrio de South Philly –sus cambios demográficos y culturales, la llegada de los hipsters y millennials de Nueva York, Baltimore y Washington DC, desesperados por encontrar viviendas baratashuipils–. Y en todo este tiempo, la galería sigue igual, me confesó. Para Shields, aunque el flujo de rostros y demandas ha cambiado en los cincuenta años que Eye ha estado en funcionamiento, el “sentimiento de asombro” que produce en cualquiera que entre a la galería sigue siendo tan vivo como siempre. Encontrándome yo misma suspirando por permanecer solo cinco minutos más entre el resplandor de abalorios y retratos enjoyados de la Virgen de Guadalupe, no puedo más que darle la razón.
Podrá tropezar con las maravillas folclóricas de Eye’s Gallery todos los días de la semana en el 402 de South Street, a tan solo seis cuadras de los “Magic Gardens” de Isaiah Zagar, en el 1020 de South Street.
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