Trump demuestra particular ira contra los comentaristas de minorías
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Donald Trump a menudo habla sobre la manera en que quiere que Estados Unidos vuelva a ser lo que solía ser.
Gran parte de eso consiste en llevar al país de vuelta a una época en que los individuos de color sabían cuál era su lugar, en que se los veía pero no se los oía y en que uno los podía insultar con impunidad.
A Trump nunca le faltan palabras. Y sin embargo, mientras anda por ahí diciendo lo que piensa, no parece gustarle que los demás expresen lo que ellos piensan. El delantero del Partido Republicano tiene este hábito especialmente desagradable de gritar a las minorías que se atreven a manifestarse en su contra.
Por su puesto, Trump lo hace también con los blancos. Desde que inició su campaña presidencial, el multimillonario fanfarrón se peleó con Chuck Todd, de NBC; con Megyn Kelly de Fox News, con el locutor conservador, Hugh Hewitt, y con otros de los medios.
Pero sus ataques contra los comentaristas minoritarios son diferentes. Tienen un particular tono agudo, insultante y condescendiente. Las críticas son generalmente personales, y lanza sus dardos para herir.
Trump no sólo critica a la gente de color por lo que dice o cree. Se concentra en quiénes son y lo que representan. Las críticas son siempre sobre la destreza de alguien, su competencia, inteligencia o talento.
Y el mensaje implicado es siempre el mismo: Hagan el favor de ignorar lo que dicen los críticos, porque según el magnate de los bienes raíces, su opinión no importa.
Uno de los blancos más recientes de Trump fue Tavis Smiley, mi viejo amigo y compañero locutor de radio, que ahora dirige un programa de charlas en PBS.
La rencilla comenzó cuando Smiley, durante una aparición en el programa “This Week”, de ABC, hizo lo que Trump hace a menudo: Dio una opinión provocativa, sin frenarse y sin importarle quién pudiera resultar ofendido. No se esperaría menos de una de las voces afroamericanas más prominentes de Estados Unidos.
El comentarista mediático tildó a Trump de “pirómano irascible religioso y racial” por los comentarios controvertidos que hiciera el candidato sobre grupos minoritarios.
Smiley estaba en realidad criticando a los medios, sosteniendo que no es suficiente elevar los ratings y la circulación reportando sobre la contienda. En lugar de eso, dijo, los reporteros deben explicar que Trump impulsó su ascenso en las encuestas por medio de un lenguaje divisivo e inspiró a los ciudadanos que se consideran a sí mismos “estadounidenses reales” a recuperar su país de manos de la corrección política, de los grupos raciales y de los intereses especiales.
A la mañana siguiente, el sensible empresario devolvió el fuego al twitear: “¿Por qué [‘This Week’] permite que un prejuicioso y racista como @tavissmiley desperdicie buen tiempo en el aire? @ABC es mucho mejor que él!”
¿Se dan cuenta? Trump actúa como si, en lugar de presentarse a la presidencia, estuviera dirigiendo una firma de búsqueda de ejecutivos para empresas mediáticas.
Puedo ver el anuncio: “¿Quieren mejores comentaristas en los medios? ¿Cansados de minorías mediocres? ¡Llámenos ahora!”
Smiley respondió al tweet de Trump en una entrevista con Don Lemon, de CNN, más tarde, esa misma noche.
“No sé cómo soy racista,” dijo. “Yo no soy el que persiguió a los musulmanes, no soy el que persiguió a los trabajadores indocumentados.”
Eso no es todo. En noviembre, Trump retwitió un gráfico que explicaba que un número mayor de afroamericanos muere a manos de afroamericanos que de la policía. La imagen incluía estos renglones: “NEGROS ASESINADOS POR LA POLICÍA—1 por ciento” y “NEGROS ASESINADOS POR NEGROS—97 por ciento.”
Las cifras eran incorrectas y resultó que el grupo que las publicó era falso. Aparte de eso, Trump dio en el clavo.
Antes de dirigir su atención a Smiley, Trump atacó también a la colaboradora de CNN y estratega republicana, Ana Navarro, después de que ella lo criticara a él. Hace unos meses, Trump llegó a firmar una ridícula petición en línea, que exigía que CNN despidiera a Navarro, que se describe como seguidora de Jeb Bush y después incluyó, en la petición, un enlace a un tweet que decía: “@CNN debe obedecer. Ana Navarro no tiene talento, ni personalidad para la TV, y trabaja para Bush—un total conflicto de intereses.”
Hasta hay sustitutos que entraron en la cuestión. En agosto, el asesor de Trump, Roger Stone twitió que Navarro y el ex colaborador de CNN, Roland Martin, eran “contratados de cuota”. Trump nunca negó el ofensivo mensaje.
Pues, quizás lo que Trump realmente quiere es dirigir una agencia de talentos para comentaristas de minorías. Después de todo, como ex estrella del programa de NBC, “The Apprentice”, el empresario se enorgullece de reconocer los candidatos calificados para un puesto de trabajo cuando los ve.
¿Y no es obvio? Los más “calificados” son los que están de acuerdo con él.
La dirección electrónica de Ruben Navarrette es ruben@rubennavarrette.com.
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