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¿Tomamos en serio el cambio climático?
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¿Tomamos en serio el cambio climático? | OP-ED

El deterioro ambiental sigue avanzando en medio de promesas incumplidas de los gobiernos y el impacto sobre las poblaciones.

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Por estos días el verano ha batido récords en el mundo. Italia, España, India y Estados Unidos, por solo mencionar algunos países, han reportado temperaturas históricas e incendios forestales que no pueden quedarse en la estadística y la anécdota.

Como lo tituló en estos días ‘The Washington Post’, “El verano en Estados Unidos se está volviendo más caluroso, más largo y más peligroso”. En ese artículo se confirma que en Reno la temperatura aumentó unos 10,9 grados Fahrenheit en comparación con lo que ocurría en 1970. Insisto, no es solo la cifra. Es lo que implica. Es algo más que un calor insoportable.

Una de las principales consecuencias en el aumento o descenso atípico de la temperatura en cualquier parte del mundo tiene que ver con la alteración de las condiciones para la agricultura. Se ha alterado el comportamiento en lo que se cultiva, en la regularidad de las cosechas, en la calidad misma de lo que da la tierra. Se altera la seguridad alimentaria, que no es otra cosa que la garantía de que el hambre no afecte a las poblaciones. Por supuesto, la culpa no es solo de los problemas del medio ambiente, sino de las condiciones de desigualdad en muchos países del mundo, como Colombia.

En el caso del cambio climático, todo indica que muchos líderes influyentes se quedaron paralizados ante la necesidad urgente de tomar medidas drásticas para mitigar sus consecuencias. Ha sido así por la falta de maniobra ante las presiones y el lobby de las multinacionales y los intereses privados para no cambiar la dinámica de la producción. Pero otros, como Donald Trump y Jair Bolsonaro (presidente de Brasil), prefirieron mentir y asegurar que no era más un cuento de los ambientalistas.

Entre cumbres y discursos, lo real es que desde el 2015 el diagnóstico se aleja de las metas. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), parte de Naciones Unidas, es muy probable que “la temperatura media anual del planeta supere transitoriamente en 1,5°C los niveles preindustriales, el límite inferior del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático”. 

A esto se suma el crecimiento desaforado de la población en los grandes centros urbanos, desplazados de sus lugares de origen por la falta de oportunidades para sobrevivir, por condiciones de vida deplorables.

Hoy, en medio de la guerra Rusia-Ucrania, de las sanciones promovidas por Estados Unidos a la economía rusa, el planeta sigue siendo víctima central. Ocurre que Europa, que ha batallado por una transición energética que le ponga fin al uso de combustibles fósiles, desesperadamente busca proveedores en el mercado del carbón y el petróleo. Por la imposibilidad de contar con el que suministra Rusia, el gas no podrá ser en últimas el combustible principal en esa transición y meta de carbono cero para el 2050 parece improbable de cumplir.

En la otra orilla están las organizaciones y las comunidades que trabajan sin descanso para concientizar y aportar propuestas y realidades del camino que debemos seguir para impedir que seamos culpables del punto final para esta civilización. También se suman gobiernos locales para enfrentar la minería ilegal, la deforestación, el depósito de basuras en mares y ríos, el abuso de plásticos de un solo uso y comportamientos de la gente originados en el consumismo contemporáneo.

El corazón del problema está en los países desarrollados en donde la industria se resiste a dar el salto hacia la sostenibilidad ambiental. Este año, Naciones Unidas advirtió que desde esos países se siguen exportando “irresponsablemente materiales peligrosos, como plaguicidas, desechos plásticos, desechos electrónicos, aceite usado y vehículos desechados”. Se aprovechan de países pobres en donde las medidas de protección ambiental son poco o nada exigentes.

Asimismo, la Organización Mundial de la Salud asegura que el 99 por ciento de la población del planeta “respira un aire que supera los límites de calidad recomendados por la OMS y pone en peligro su salud”.

 

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