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Restaurando el corazón de la vida católica

 Creo que demuestra el sentido del tiempo que tiene Dios, que cada vez que el mundo critica más amargamente a la Iglesia, hombres buenos dan un paso adelante…

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 Creo que demuestra el sentido del tiempo que tiene Dios, que cada vez que el mundo critica más amargamente a la Iglesia, hombres buenos dan un paso adelante para reavivar su testimonio. La última década ha sido difícil para los católicos en todos los ámbitos de la vida, incluyendo a los sacerdotes. Pero no es la primera vez en la historia de la Iglesia, ni será la última, que Dios ha utilizado el fracaso y el sufrimiento para restaurar el corazón de la vida católica. Esa renovación depende de una manera especial de nuestros sacerdotes.

Aquí en Filadelfia estamos bendecidos con uno de los mejores seminarios de los Estados Unidos: el Seminario San Carlos Borromeo. Los hombres que estudian allí para el sacerdocio y los que enseñan, merecen nuestro agradecimiento por su dedicación, alegría y generosidad. También necesitan nuestro apoyo y oraciones para el trabajo de revivificar la vida católica futura. Por lo tanto es un buen momento para hacer un balance de nuestra identidad como comunidad de fe.  

La Iglesia no es sólo un conjunto de individuos reunidos alrededor de un texto sagrado. Ella es una comunidad, una comunidad enraizada tanto en la palabra de Dios como en el sacramento

No importa cuántas otras cosas en nuestros días den buen fruto por el Evangelio, no hay una presencia constante de Jesucristo en el mundo sin la Iglesia; no hay Iglesia sin la Eucaristía; y no hay Eucaristía sin el sacerdote.

Como resultado, en cada generación, siempre necesitamos buenos sacerdotes: hombres bien formados de esperanza y valentía; hombres que aman a Jesucristo, aman a la Iglesia y están deseosos de servir al pueblo de Dios. E –igualmente importante: necesitamos una comunidad de creyentes que alienten a estos hombres, y los apoyen en sus sacrificios como una familia.

El patrón de los sacerdotes parroquiales es el gran francés Cura de Ars, san Juan Vianney, que tenía una gran estima por el sacerdocio. Cada vez que le ofrecían elogios o elogiaban su santidad, él siempre desviaba la alabanza de su propia persona hacia el oficio del sacerdocio.

Una vez dijo que «si realmente entendiéramos al sacerdote en la tierra, moriríamos no de miedo sino de amor. … El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús».

Al igual que la vida de casado, el sacerdocio es una opción seria en respuesta al llamado de Dios. Tiene consecuencias que cambian la vida. Pero –otra vez al igual que la vida de casado– no simplemente cambia la vida, sino que da vida. Cuando realmente uno se entrega a Cristo, el sacerdocio es una vida de alegría, valor, libertad y fraternidad; una vida de fecundidad y significado.

Y estas cosas son muy superiores a sus desafíos.

La pasada semana del 13 al 19 de enero, era 2013 National Vocations Awareness Week (Semana Nacional de Concientización Vocacional 2013). Pero en realidad, cada semana debe comenzar y terminar con nuestras oraciones por más vocaciones buenas, especialmente para el sacerdocio. En el próximo año, les pido a los sacerdotes de Filadelfia, que ya sirven al Señor y su Iglesia tan bien, que alienten a los jóvenes de sus parroquias a considerar una vocación sacerdotal y que comuniquen la alegría que han experimentado en sus propios ministerios sacerdotales.

También le pido al pueblo católico del sureste de Pensilvania que oren diariamente por las vocaciones al sacerdocio. Dios responde a nuestras oraciones más fácilmente cuando buscamos activamente cooperar con su voluntad. Así también insto a los padres a cultivar en sus hijos el amor por la Iglesia y sus sacramentos.

Y especialmente los aliento a que modelen su propio amor al sacerdocio, mediante el apoyo a nuestros sacerdotes en la vida cotidiana de la parroquia y creando un ambiente en sus hogares donde las vocaciones al sacerdocio son alentadas, tratadas y recibidas por los niños como una gran santa elección personal. 

Cada vida cristiana es vivida en comunión y en misión. La Iglesia es una ecología de amor. Ella es más fructífera cuando sus miembros aman bien. 

Mientras los jóvenes consideran el curso futuro de sus vidas esta semana, y la aventura de servicio y amor que se encuentra en el centro del sacerdocio en el próximo año, recordemos de manera especial mantenerlos en nuestras oraciones diarias y apoyarlos con el testimonio de nuestro discipulado cristiano.

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