Racismo y violencia en Bolivia
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No se deje engañar por quienes dicen que Evo Morales, el presidente de Bolivia, renunció por una disputa sobre fraude electoral. Esta es la misma excusa que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha estado utilizando durante años para tratar de justificar su papel vergonzoso como el "ministerio de colonias de los Estados Unidos".
Y no se deje engañar por quienes dicen que lo que sucedió en la nación andina no fue un golpe de estado. ¿Qué cosa es entonces cuando el jefe de las Fuerzas Armadas "sugiere" que el presidente electo de la nación renuncie y grupos armados fascistas que llevan biblias en una mano y fusiles en la otra matan, queman y torturan a la población con la complicidad de la oligarquía y la policía?
Morales, cuyo gobierno socialista estuvo en el poder durante casi 14 años, recibió asilo en México. No solo fue el presidente más exitoso en la historia de Bolivia, sino probablemente en toda América del Sur. Logró reformas sociales y económicas que ayudaron a sacar a millones de bolivianos de la pobreza y mejoraron los derechos de las comunidades indígenas. Por lo tanto, no se deje engañar por quienes dicen que la mayoría de los bolivianos se oponen a él cuando en realidad tiene un apoyo sólido.
Y, por último, pero no menos importante, no se deje engañar por el discurso cristiano aberrante de aquellos que subvirtieron violentamente el orden constitucional de la nación sudamericana con la complicidad activa de Washington o al menos su consentimiento hipócrita. El racismo es quizás su mayor motivación y la fuente de la violencia y el odio despreciables mostrados en los últimos días.
"Aquí no mandan los gringos, aquí mandan los indios", había dicho Morales, y los gringos y sus sirvientes no podían tolerar tal insolencia.
No se deje engañar: el golpe de estado boliviano es una tragedia terrible para América Latina y para la democracia.
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