¿Por que necesitamos un presidente feminista? La opinión de una Latina
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Es bien sabido que la sociedad Latino Americana se ha organizado siempre alrededor de la concepción de roles y de estratos sociales. Mucho tiempo después de que la distinción de razas decreció y se transformó en una profunda y violenta búsqueda de identidad, la organización social en Latino América se articuló alrededor de los beneficios económicos producto de la Campaña Independentista.
Existen varias posturas y conductas arraigadas profundamente en el inconsciente colectivo de la sociedad Latina. La caracterización de los parámetros sociales está fuertemente estructurada sobre un código moral religioso que no ha logrado ajustarse en la contemporaneidad. Estamos hablando de los roles de género en la cultura latinoamericana y cómo han logrado sobrevivir en la vertiginosidad del siglo XXI.
Las concepciones culturales de “macho”, por ejemplo, ofrecen una idea sobre-dimensionada de poder y control, muy cercana a la conducta primitiva que ha sido desmantelada en numerosas sociedades pero que se mantiene en el corazón de la población Latina. Hemos sido criados para aprender las distinciones radicales entre “azul” y “rosa”, “muñeca” y “pelota”, “chico” y “chica”. Los niños Latinos son criados para ser fuertes y jamás permitirse sentimentalismos, y las niñas Latinas han crecido para ser “las princesas de papá”, usar siempre vestidos y verse siempre bonitas.
Muchos de estos estándares culturales han atado el machismo a los territorios económicos, sociales e incluso políticos, dejando un breve espacio a través del cual las mujeres pudieran crecer y encontrar un propósito individual, lejos de la distribución primitiva de los deberes. Este espacio fue aprovechado por figuras como Teresa Carreño, Eva Duarte de Perón, Frida Kahlo y Gabriela Mistral, abriendo el camino a movimientos más contemporáneos como Las Damas de Blanco, La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo, Esperanza Brito de Martí y Anabel Hernández.
Pero si alguna vez estuvimos cerca de alcanzar algún escaño en las labores mantenidas exclusivas en el debate de género (guerras, gobiernos, arte y hasta la literatura) es hoy en día, cuando la lucha ha cubierto muchas más áreas. En este momento las mujeres conseguimos más representantes en la esfera pública, pero en nuestra vida privada aún existen muchos paradigmas por derrumbar y que, por el contrario, siguen siendo alimentados por manifestaciones culturales que nos objetifican (pensemos en un género musical específico, por ejemplo).
Aún imitamos el patrón de relaciones que hemos heredado, donde masculino y femenino no son considerados iguales sino antagonistas que deben anularse, obligándonos a luchar constantemente por el reconocimiento y por nuestra autonomía. Al dudar, echemos un vistazo a nuestra historia: Frida Kahlo adoptaba muchas características que le permitían sobrellevar la personalidad dominante de Diego; Chavela Vargas se identificaba con elementos masculinos de poder y emancipación transformándolos en propios, y Carmen Mondragón desafió las convenciones de la moral femenina cuando asumió una estética sexual como herramienta feminista.
A fin de ganar beneficios sociales como el derecho a votar, la equidad salarial y la autonomía reproductiva, las mujeres han tenido que alzarse contra muchas estructuras sociales que frecuentemente son auto-impuestas. Actualmente, la igualdad es más tangible que nunca, pero aún nos conseguimos con conductas que permanecen intactas y que han detonado miedos olvidados, como lo que sucedió con Marina Menegazzo y María José Coni en Ecuador o aquél terrible episodio de la chica adolescente en Brasil.
Aún nos vemos asaltadas verbalmente en las calles y aún debemos temer la brutalidad física del hombre. Somos frecuentemente disminuidas por considerarnos el “sexo débil” o, como Simone de Beauvoir solía decir, “el segundo sexo”. Aún debemos trabajar el doble para que nuestros logros sean reconocidos y todavía debemos tener cuidado con cuánta piel descubrimos con nuestra forma de vestir.
La Campaña Presidencial en los Estados Unidos es una demostración pública de cuán disímiles son los roles de género. Cuando observamos detalladamente la publicidad en ambos bandos, frecuentemente sólo uno se ve desacreditado por su género, como si el hecho de ser una mujer representara un defecto implícito, y ello sólo revela lo preciso que resulta este humilde análisis.
A los niños se les ha enseñado que las niñas son débiles y que existe una competencia por el poder, incuso desde el preescolar, desdoblando una prolongación Freudiana que ha sido reprimida durante más de un siglo. Pero al mismo tiempo, han surgido diversos movimientos que se han pronunciado por la igualdad de género como la campaña de las Naciones Unidas He for She, Always like a Girl, This Girl Can, Dove Real Beauty Sketches, Made it Fair y The Mask you Live In.
Todas estas iniciativas han estado innovando la visión, enfocándose en la educación y en cómo podemos aprender a ponernos en los zapatos de la otra persona. El objetivo debe ser reconocer la alteridad como igual y comprender que la única diferencia que importa es aquella que nos hace más fuertes en conjunto. Citando el último ensayo del Presidente Obama sobre el feminismo: “Es eso sobre lo que trata el feminismo del siglo veintiuno: la idea de que cuando todos seamos iguales, seremos todos más libres”.
Es esto a lo que nos referimos exactamente al hablar de feminismo: igualdad. Y es que aún queda mucho por hacer en Latinoamérica, donde el machismo aún domina nuestras cabezas, incluso luego de que tres mujeres se hayan desempeñado como jefes de Estado. Estamos aún mermados por viejos estereotipos y aún mantenemos un razonamiento primitivo donde la diferenciación de géneros es una excusa y un lugar común. Nos encontramos frecuentemente tentados a volvernos violentos cuando no entendemos o no somos comprendidos, y olvidamos constantemente que si el feminismo no es una postura de género, tampoco el machismo lo es.
Yo, como latinoamericana, estoy en la espera del primer presidente feminista en nuestra sociedad. Un hombre o una mujer que no tema ponerse en pie y dar el ejemplo. Una persona que exponga cómo permanecemos en una cultura patriarcal que mantiene la vieja usanza sólo porque fue la manera en la que fuimos criados. Estoy esperando por una sociedad en la que los niños puedan disfrutar de todos los colores sin ser estigmatizados a través de la debilidad o la agresividad, pues poseemos todo lo que se necesita para forjar una comunidad igual, libre y menos violenta. Tenemos una historia llena de personajes femeninos y masculinos que han contribuido con una larga tradición de desarrollo en todas las áreas, pero nos hallamos aún bombardeados por publicidades sugestivas en la televisión donde los estereotipos permanecen binarios.
Los latinoamericanos hemos logrado abandonar nuestros hogares y adaptarnos a nuevas comunidades, a nuevos códigos sociales y a nuevas tradiciones, pero hemos mantenido muchos vicios que perpetúan un sistema moral retrógrado, que ancla nuestro potencial. Es momento de mirar alrededor y darnos cuenta de que podemos hacerlo muchísimo mejor.
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