[OP-ED] Volver al pasado
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Desde América Latina muchos creen que más allá de sus fronteras, en Norteamérica, Europa y Asia, está el desarrollo. No es en vano la oleada migratoria que crece de la mano de la profundización de las brechas sociales y económicas.
Millones de dólares llegan a estos países por cuenta de las remesas enviadas por quienes partieron para lograr una mejor condición de vida y mejorar las de quienes se quedaron. En el 2022, los países de América Latina recibieron US$142.325 millones, la mayor cifra de la historia. De eso, el 80 % procedió de Estados Unidos. A México llegó el 41 %, lejos de Guatemala, el segundo en el ranking, con una cifra cercana al 15 %.
Es sintomático de la situación en estos países. Pero no todo es negativo si se compara con lo que ocurre en Estados Unidos que, en medio de la polarización política, algunos políticos están promoviendo posiciones xenófobas y racistas para sumar votos de quienes se quedaron en otro siglo.
Eso incluye decisiones como la censura de libros, la prohibición del aborto, la reversa a la discriminación positiva en instituciones educativas, la profundización del racismo y del ataque a los migrantes ilegales, entre otras medidas. Incluso, la pena de muerte en algunos estados está en contravía de lo que ocurre en la mayoría de los países del mundo.
En conclusión, en Estados Unidos le están poniendo una reversa peligrosa a conquistas de otros tiempos, lo que podría terminar en una explosión social de graves dimensiones.
En Colombia, al menos sobre el papel, son irreversibles medidas como las relacionadas con la despenalización del aborto, los derechos de las parejas del mismo sexo, la dosis mínima de consumos de sustancias psicoactivas, la protección del Estado a los migrantes… Impensable la prohibición de libros y no ha prosperado la opción de la pena de muerte ni la cadena perpetua.
La Constitución de 1991, la vigente en Colombia, abrió el espectro de los derechos y les puso fin a las restricciones a los derechos ciudadanos y abrió el camino a la participación. Y hay las vías judiciales para impedir la vulneración de los derechos. Sí, hay muchas dificultades y violaciones a esos derechos, pero no desde la institucionalidad sin caer en lo ilegal.
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Volviendo a Estados Unidos, lo que le espera en la actual disputa política entre republicanos y demócratas para definir quienes serán los rivales en las próximas elecciones presidenciales puede dejar en el camino más vulneraciones efectivas y desde la institucionalidad a los derechos.
Los republicanos buscarán por todas las vías incentivar la xenofobia, el racismo y todo tipo de extremismo discriminatorio para que no haya el menor riesgo de confundirse con los demócratas. No hay opción de grises. Por eso, lo que está en juego son los derechos y el futuro de los sectores vulnerables de la sociedad. Los migrantes ilegales, los afroamericanos, los latinos, la comunidad LGBTIQ+, las mujeres y sus derechos, los niños y la posibilidad de una educación sin restricciones…
Muchos extremistas que quieren vivir en un pasado salvaje se frotan las manos con las ideas de personajes como Donald Trump y los gobernadores de Florida, Ron DeSantis, y de Texas, Greg Abbott. Son incendiarios sin límites y legitimados para poner en marcha decisiones que dividen aún más la sociedad. Ahí está la clave de ellos: no hay opción de términos medios. “O está conmigo o está contra mí”, es su estrategia política.
Lo grave es que esa polarización se está replicando en otros países y el mal ejemplo se puede extender peligrosamente hacia volver al pasado deplorable.
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