[OP-ED]: “Vendepatrias”
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Hay algo indecente en esos que están dispuestos a vender sus países y su gente por dinero o la ilusión de poder político. A estos “vendepatrias” los mueve también un deseo incontrolable de ponerse de rodillas ante los poderosos, sus amos, a los que temen ofender hasta con el pétalo de una rosa.
En Nueva York, los vendepatrias han estado extremadamente activos últimamente difundiendo veneno sobre el patriota puertorriqueño Oscar López Rivera, un exprisionero político liberado recientemente tras pasar 35 años en cárceles norteamericanos por el “crimen” de luchar por la independencia de su país.
Los vendepatrias están furiosos porque la directiva del Desfile Nacional Puertorriqueño, que tiene lugar todos los años en esta ciudad, le rendirá honores a López Rivera en reconocimiento de su heroísmo y su amor por su patria. Pero los vendepatrias insisten en calificarlo de “terrorista” aunque este hombre indoblegable nunca haya matado a nadie o puesto bomba alguna, cuando lo que debían hacer es darle las gracias por su integridad y su coraje, cualidades desconocidas para los vendepatrias.
Pero estos no son los únicos vendepatrias en la luz pública últimamente. Las noticias recientes acerca de la intención del presidente Trump de echar atrás muchas de las medidas adoptadas por el presidente Obama para normalizar de alguna manera las relaciones con Cuba después de más de 50 años de irracionalidad, han dejado al descubierto nuevamente la verdadera naturaleza de los miembros cubanoamericanos del Congreso. Como es bien sabido, estos han dedicado sus esfuerzos durante muchos años a mantener el país de sus padres en la pobreza y la desesperanza.
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Vendepatrias por excelencia, los senadores Marco Rubio (FL) y “Ted” Cruz (TX), conjuntamente con los representantes Mario Díaz-Balart (FL), Ileana Ros-Lehtinen (FL) y “Bob” Menéndez (NJ), han apoyado con gran entusiasmo los planes de Trump para volver al pasado y endurecer la postura de Washington hacia Cuba.
Pero, como se ha reportado, son Rubio y Díaz-Balart los que han jugado un papel central en los planes de la Casa Blanca al vender sus votos a favor del desastroso Trumpcare y los nominados por Trump al Gabinete a cambio de la promesa del presidente de apretar la mano con Cuba, un país que ellos invocan solamente cuando es políticamente conveniente. No deja de ser irónico que se llame “cubanos” a estos individuos con frecuencia.
Pero como he dicho en otras ocasiones, llamar cubanos a estos personajes tiene tanto sentido como llamar keniano a Barack Obama. Ambos nacieron en la Florida (Miami y Fort Lauderdale), y jamás han puesto un pie en la tierra de sus padres ni conocen la historia, la cultura o el batallar diario de la gente hecho más difícil por el embargo comercial de más de medio siglo. Y sí, increíble como pueda parecer, ambos todavía apoyan esta política anacrónica y fallida con una pasión merecedora de mejor causa.
Como es natural, estos personajes carentes de espina dorsal no pueden entender el orgullo nacional y la fortaleza moral que ha sostenido al pueblo de Cuba durante medio siglo de implacable hostilidad por parte del país más poderoso del mundo. Y que seguirá sosteniéndolo.
Vendepatrias como Rubio y Díaz-Balart merecen el mismo desprecio que esos que, con una infamia casi incomprensible, tratan de denigrar al héroe de Puerto Rico, Oscar López Rivera.
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