[OP-ED]: Vecinos distantes
La inquietante y fundamental pregunta: ¿Qué es lo que Estados Unidos quiere de sus vecinos del Sur? es una incógnita.
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La inquietante y fundamental pregunta: ¿Qué es lo que Estados Unidos quiere de sus vecinos del Sur? es una incógnita. No ha sido contestada de fondo por ninguno de los políticos norteamericanos, demócratas o republicanos.
El Muro de Tortilla, bestseller norteamericano escrito por T. Boyle, publicado hace casi dos décadas, vuelve a ser dinamita en un momento histórico en que el sentimiento norteamericano antiinmigrante estalla y el péndulo político oscila con fuerza hacia la derecha.
T. Boyle maneja magistralmente el conflicto que surge del asentamiento de una pareja de indocumentados mexicanos, Cándido y América, que viven en una choza construida con palos y ramas cerca de un arroyo en el fondo del Cañón Topanga, en Los Angeles, en el área de Malibu. El autor describe incidentes que demuestran el grado impresionante de aversión y desprecio de Delaney y Kyra a la pareja mexicana, cuya presencia devalúa las propiedades en el negocio de bienes raíces del que Kyra es representante en el área de Malibu, sector altamente cotizado.
Después de una descripción realista de lo que viven los indocumentados en Norteamérica, Boyle narra el día en que baja Delaney al fondo del cañón con un rifle para amenazar de muerte a los invasores. Se oscurece el cielo y una tormenta furiosa hace crecer el arroyo. Delaney casi muere ahogado, pero Cándido salva su vida. El libro no ofrece una moraleja: ‘hacer el bien a quien te hace un mal’. El libro deja la conclusión al lector.
México vive hoy una realidad marcada por la violencia. La profanación diaria de su suelo por las amenazas del Presidente Trump se ha vuelto el pan nuestro de cada día; se ha instalado en el ánimo de los mexicanos de tal manera que la capacidad de manipular del nuevo presidente se ha vuelto enorme, y la red de noticias globales comunica nuestra desventura a todos los rincones del planeta.
Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también en la intimidad de los hogares. Las amenazas del Presidente Trump sobre la construcción del muro han causado revuelo en el mundo entero.
¿Cuáles son las consecuencias para México? Este fenómeno afecta todos los ámbitos de la vida social: la cultura, la economía, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y, sobre todo, a las familias latinas, de aquí y de allá, entre muchos otros aspectos. Afecta la vida entera de nuestro pueblo y el sentido religioso y ético de nuestras comunidades que buscan en el caos, infatigablemente, el rostro de Dios.
La realidad para los latinoamericanos se ha vuelto cada vez más opaca y compleja. Las personas necesitan información verídica, confiable, no rumores. Hoy miran con dolor y desconcierto una realidad que es gigantesca y difícil de interpretar. Los fragmentos dispersos de información no logran unificarse y se pierde el significado coherente de los acontecimientos. Cuando las personas reciben esta fragmentación y limitación suelen sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas, impotentes. La realidad social resulta amenazante y, para no pocos, provoca sentimientos de impotencia al carecer de voz en los acontecimientos.
Hoy más que nunca los latinoamericanos necesitamos recuperar la dignidad y plenitud de vida. Requerimos que nos consuma el amor a la patria y a la familia para llevar al corazón de la cultura aquel sentido unitario y completo de la vida humana, que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán proporcionar. Somos cuerpo y espíritu: nuestra cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad desde donde se pueda mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz de la razón y del compromiso social, dando a cada uno su sitio y su dimensión real.
Si tomamos como punto de referencia las estadísticas, advertiremos que casi el 90% de los habitantes de América Latina nos decimos cristianos. Pero, ¿realmente lo somos? Cristiano es aquél que evita que el mundo se descomponga, que los valores mueran, que la vida se destruya, que la familia se acabe. El cristiano se mezcla con las realidades del mundo: no está peleado con la política, ni con la economía, ni con los deportes. No está peleado con los medios masivos de comunicación. El cristiano se mete en el mundo conservando su identidad. Es valiente, no huye; no se asusta, pero sí ilumina la obscuridad de la adversidad, penetra en lo confuso y aterrador para buscar nuevos caminos de justicia y de paz. Con trato suave, delicado, exquisito, inteligente.
El camino, a pesar del laberinto de las circunstancias en que se desenvuelve, deberá conducir a una sensibilidad para el bien, y convertir con delicadeza la noche del abatimiento en día de fe, confianza y seguridad.
En el corazón y la vida de nuestro pueblo late aún un fuerte sentido de esperanza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza. Aún se escucha a las familias orar unidas: “Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día ya ha declinado. Quédate con los más vulnerables, con los pobres y humildes, con nuestros niños y nuestros jóvenes, que son la esperanza y riqueza de nuestro continente.”
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