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El presidente de EEUU, Donald Trump durante la firma de dos órdenes ejecutivas para resucitar los polémicos proyectos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access durante un acto en la Casa Blanca, Washington, Estados Unidos. Trump aseguró que la construcción de esos dos proyectos, planeados hace años pero paralizados por el Gobierno de Barack Obama, estará sujeta a "términos y condiciones" que su gabinete va a "negociar" con las empresas encargadas de construirlos. EFE
El presidente de EEUU, Donald Trump durante la firma de dos órdenes ejecutivas para resucitar los polémicos proyectos de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access durante un acto en la Casa Blanca, Washington, Estados Unidos. Trump aseguró que la…

[OP-ED]: Una forma extrema de patriotismo: el aislacionismo de Trump

La pregunta que gira en torno al discurso de asunción de mando de Trump es si su política de Estados Unidos Primero, que expresó tan enérgicamente, tendrá o no como r

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La pregunta que gira en torno al discurso de asunción de mando de Trump es si su política de Estados Unidos Primero, que expresó tan enérgicamente, tendrá o no como resultado un Estados Unidos Último--no literalmente último, pero con un declive de poder y prestigio, debido a que Estados Unidos ya no considera que su papel en el mundo es promover la estabilidad económica y geopolítica de sus aliados.

En lugar de eso, Trump imagina un mundo en que Estados Unidos toma lo que puede y se preocupa de los demás sólo secundariamente. ¿Qué espera que hagan otros países? La respuesta es obvia. Actuarán más agresivamente en favor de sus propios intereses egoístas, lo que llevará a una mayor desintegración de las alianzas económica y política posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

No quiere decir que todos los países, entre ellos Estados Unidos, no hayan actuado siempre en su propio interés. Pero, durante décadas, ellos y nosotros identificamos nuestro propio interés con compromisos colectivos con el comercio global y la cooperación militar. Si el líder de esos arreglos--Estados Unidos--ahora los abandona, otros países intentarán hacer nuevos arreglos económicos y de seguridad, y China y Rusia serán las principales alternativas.

Ese desmembramiento amenaza la mayor prosperidad norteamericana que promete Trump. Un orden económico mundial cambiante generará una enorme incertidumbre, cuando otros países se apresuren a proteger sus mercados contra sus competidores. Las empresas podrían reducir sus inversiones, que ya son débiles. Debido al crecimiento económico más lento, o a las recesiones, gobiernos y empresas tendrán dificultad para pagar los intereses de sus altas deudas. Eso ensombrecería aún más las perspectivas para la economía global.

A corto plazo, el discurso del presidente--y las políticas que se desprenden de él--pueden agradar a la multitud. Es una forma extrema de patriotismo: los problemas económicos de Estados Unidos están causados principalmente por extranjeros, asistidos por las multinacionales norteamericanas. Se llevaron nuestros puestos de trabajo, inundaron el país de inmigrantes, y nos costaron billones de dólares en gastos militares en el exterior.

Es un consuelo pensar que nuestros problemas económicos más serios surgen de ser demasiado generosos--o no lo suficientemente duros--con los extranjeros. Nos exonera de gran parte de la responsabilidad de nuestras faltas y dicta que el remedio de ser demasiado blando es ser más duro. Simple.

Pero es un error total y, por lo tanto, es peligroso, porque hace que no comprendamos nuestra situación. En verdad, la mayoría de nuestros problemas económicos serios son internos.

Consideremos lo siguiente. La alta tasa de homicidios en Chicago no es el resultado de las importaciones. El desempeño a menudo deficiente de nuestras escuelas para estudiantes de minorías no es la consecuencia de un dólar fuerte en los mercados de cambio extranjeros. La crisis financiera 2008-9 no tuvo raíces extranjeras. (Las causas directas fueron la especulación financiera y un mercado de la vivienda recalentado.) El déficit presupuestario de Estados Unidos no es causado por el belicismo de Rusia.

El nacionalismo económico es una poción poderosa, que adquiere aun más poder por la exaltada retórica del presidente. “Hicimos ricos a otros países, mientras la riqueza, la fuerza y la confianza de nuestro país se ha disipado en el horizonte,” se queja. Es cierto que el comercio abierto, defendido por Estados Unidos, creó un marco que condujo al éxito de otros países, pero en general ellos crearon su propia riqueza.

Eso no significa que algunos de nuestros problemas económicos no se originen en el exterior, que la inmigración ilegal no sea seria o que se deba ignorar las prácticas comerciales injustas, el espionaje intelectual y las tasas de cambio distorsionadas. Pero son problemas de segundo orden, no la esencia de nuestras dificultades, como los pinta Trump.

La declaración inaugural de Trump (que fue una copia de lo que dijo en la campaña) es un hito histórico, pero no en la forma que cree Trump. Es una fórmula para la decadencia de Estados Unidos en la escena mundial y corre el enorme riesgo de desestabilizar la economía global. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, un presidente norteamericano hizo del aislacionismo la política central de su gobierno.

Es posible que, en la práctica, las políticas de Trump sean más moderadas y estén más en línea con las políticas tradicionales de presidentes anteriores, demócratas y republicanos. Algunas de las selecciones de su Gabinete, en sus audiencias de confirmación, sonaron mucho más convencionales que su jefe.

Aún así, esto ilumina el dilema que se ha creado Trump para sí mismo. Las plenas implicancias de lo que ha propuesto, si se implementa, serían desastrosas. Pero si echa marcha atrás considerablemente, puede alienar a muchos de sus fervientes partidarios, quienes sentirán, con razón, que fueron traicionados.

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