[OP-ED] Una europea: No entendemos nada, pero no queremos a Donald Trump
Para un treintañero europeo es difícil poder seguir bien el transcurso de las elecciones presidenciales de los EEUU.
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Para un treintañero europeo es difícil poder seguir bien el transcurso de las elecciones presidenciales de los EEUU. No somos millennials, no estamos enganchados todo el día a Twitter o a lo que postean los bloggers más influyentes en Facebook. Algunos incluso todavía intentamos informarnos de lo que ocurre en el mundo a través de los periódicos, sea en papel o en la web. Pero en cuanto a las elecciones americanas, estamos un poco perdidos. ¿Cómo ha logrado un personaje como Donald Trump convertirse en candidato a la presidencia? ¿En qué clase de país se ha convertido Estados Unidos para que esto sea posible?
Cada día leemos por encima los titulares de las noticias y escuchamos en la televisión sus salvajadas: que quiere echar a los inmigrantes, a los que acusa de ser ladrones y vagos; que va a construir un muro en la frontera con México, que insulta a su rival, llamándola ‘crooked Hillary” (deshonesta, retorcida Hillary), y después la amenaza con llevarla a la cárcel; que humilla a las mujeres, que anima a los rusos a cometer espionaje electrónico… Y a pesar de todo esto, Trump sigue ahí, con posibilidades de ganar.
¿Es ese el Estados Unidos que tanto nos ha influenciado en nuestra infancia y juventud? El Estados Unidos que nos ha dado las mejores series de televisión, las mejores startups, las mejores universidades, los mejores escritores y periodistas de los últimos años? ¿Estamos hablando del mismo país? No entendemos nada, no, no no.
Por no entender, tampoco entendemos porque Hillary Clinton es tan impopular, ni si son ciertas las acusaciones de corrupción que pesan sobre su marido y ella, ni qué se esconde tras sus polémicos correos electrónicos enviados cuando era secretaria de estado, ni si es ciertamente una criminal de guerra por los incidentes de Bengasi. Hay tanta información, y tan dispersa, que el asunto se nos escapa de las manos. Lo que está claro, es que la mayoría de nosotros – europeos cosmopolitas, influenciados por la cultura americana desde que somos niños - no queremos que gane Trump. Somos treintañeros y cuarentones con estudios, educados para ser ciudadanos del mundo, víctimas de una crisis económica que nos dejó con la miel en los labios y que ahora luchamos por reinventarnos. No queremos oír hablar de muros ni de políticas intolerantes contra inmigrantes ni refugiados. No nos gusta el racismo, ni el nacionalismo, ni las fronteras. Tampoco somos patriotas. En esto, quizás, nos diferenciamos un poco de nuestros compatriotas americanos. Estados Unidos es un país joven, Europa no. En nuestros países, los discursos patriotas, proteccionistas y nacionalistas nos han llevado a guerras sangrientas. Por eso tampoco no nos gusta ver que en Reino Unido haya ganado el Brexit – la salida de la Union Europea- gracias a un discurso nacionalista y anti-inmigrantes. Las estadísticas han demostrado que la victoria del Brexit fue debida sobre todo gracias al voto de la gente mayor, al de la gente cerrada, que necesita culpar a alguien de que su situación económica haya ido a peor. Gente que ha perdido la ilusión.
Nosotros, los jóvenes europeos, queremos viajar, vivir donde nos dé la gana, tener un planeta limpio y menos contaminado, queremos libertad de movimientos y personas en todo el mundo. El lugar donde nacemos es una cuestión de suerte. Y si a alguien en su país las cosas no le van bien, tienen derecho a marcharse y buscar nuevas oportunidades en otro lugar. Ese es el mensaje que queremos escuchar de nuestros políticos, sean americanos o europeos. Recuerdo que Obama, en su primer discurso de investidura, prometió que lucharía por un mundo menos polarizado, en que Estados Unidos tuviera una relación de igual a igual con otras potencias, como Rusia y China. Eso es lo que queremos oír de nuevo.
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