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[Op-Ed] ¿Se nos olvidó esperar?

Por estos días, observando a mis alumnos resolver un problema de matemáticas particularmente des

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Por estos días, observando a mis alumnos resolver un problema de matemáticas particularmente desafiante, Lucas pensó aproximadamente 30 segundos antes de exclamar: "¡No puedo!". Esta escena, tan común en mis clases, me recordó un patrón similar que veo en mi trabajo cuando los clientes enfrentan los inevitables retrasos del sistema judicial.

Como abogada y profesora, ocupo una posición única que me permite observar cómo diferentes generaciones manejan la frustración. En el tribunal, veo adultos que pierden la compostura cuando un proceso toma más tiempo del esperado. En el aula, niños que abandonan una tarea ante el primer obstáculo. La diferencia es que los niños aún están aprendiendo, mientras que los adultos ya deberían tener estas herramientas.

La inmediatez que caracteriza nuestra era ha creado un colectivo humano que espera resultados instantáneos. Mis alumnos nacen y crecen en un mundo de respuestas inmediatas, donde Google contesta cualquier pregunta en segundos y las redes sociales proporcionan gratificación instantánea. Como profesora de niños, lucho diariamente contra esta mentalidad, intentando enseñarles que algunos logros requieren tiempo y esfuerzo sostenido.

En mi práctica legal, esta impaciencia se traduce en clientes que esperan resoluciones inmediatas para casos complejos. Recuerdo especialmente a un joven empresario que no podía comprender por qué su disputa comercial no se resolvía de manera inmediata. La frustración lo llevó a tomar decisiones precipitadas que por poco comprometen su caso. 

La paradoja es que mientras más herramientas tenemos para facilitar nuestra vida, menos preparados estamos para manejar las dificultades. En mi aula, implementé un sistema de "desafíos graduales" donde los niños enfrentan problemas cada vez más complejos, celebrando no solo el resultado sino el proceso. Me sorprendió descubrir que esta misma estrategia funciona con mis clientes adultos, ayudándoles a visualizar los procesos legales como una serie de pequeños avances en lugar de un único resultado inmediato.

A mis 26 años, trabajando en ambos mundos, he aprendido que la tolerancia a la frustración no es solo una habilidad personal, sino una necesidad social urgente.

La intersección entre mi trabajo como abogada y profesora me ha enseñado que la capacidad de manejar la frustración es quizás la habilidad más valiosa que podemos desarrollar en un mundo tan veloz y acelerado. Ya sea en un aula de primaria o en una sala de tribunal, la diferencia entre el éxito y el fracaso a menudo no radica en la ausencia de obstáculos, sino en nuestra capacidad para enfrentarlos con paciencia y determinación.

Nombre modificado por la protección de datos del menor. 

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