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El portero del Barcelona Marc-Andre Ter Stegen (i) durante un partido entre el París Saint Germain y el Barcelona, en el estadio Parque de los Príncipes, en París (Francia). EFE
El portero del Barcelona Marc-Andre Ter Stegen (i) durante un partido entre el París Saint Germain y el Barcelona, en el estadio Parque de los Príncipes, en París (Francia). EFE

[OP-ED]: Réquiem por el centro del campo del Barça

Aunque tengo ya más de 50 años, me atrevería a decir que jamás he visto desplegar sobre un terreno de soccer a un equipo un juego tan preciosista como el exhibido por

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Aunque tengo ya más de 50 años, me atrevería a decir que jamás he visto desplegar sobre un terreno de soccer a un equipo un juego tan preciosista como el exhibido por el FC Barcelona en la temporada 2010-2011. Entrenado por Pep Guardiola, aquel conjunto llevó a la perfección un ataque maravilloso a base de pases horizontales, al que el desaparecido locutor Andrés Montes bautizó como el tiki-taka. Cual sexteto de hockey hielo, aquel Barça metía primero a sus rivales en su zona defensiva, donde iba incorporando hombres poco a poco y comenzaba a pasar y pasar y pasar el balón hasta adormecerlos. Cuando menos lo esperaban, llegaba la estocada: en una asistencia de Xavi, una genialidad de Iniesta, un centro de Alves por la banda derecha, un disparo de Messi…

Así fueron cayendo uno y otro de sus oponentes a sus pies, sin capacidad alguna de reacción. En los cuartos de final de la Champions, el FC Barcelona apabulló a un Shakhtar Donetsk ucraniano, cuya legión brasileña no pudo evitar encajar cinco goles en su visita al Camp Nou. En la semifinal, el club catalán dio cuenta del mismísimo Real Madrid, a quien doblegó 0-2 en el estadio Santiago Bernabeu para dejar la eliminatoria decidida en el duelo de ida. En la final, el poderoso Manchester United fue un juguete en manos de un Barça que ganó por un claro 3-1, marcando sus tres delanteros: Pedro, Messi y David Villa.

Aquel equipo tenía sobe todo equilibrio. Contaba con un genio como Messi, perfectamente secundado por dos escuderos: Pedro y Villa. Como el mejor director de orquesta, Xavi llevaba la batuta de un centro del campo que, junto a Iniesta, el defensivo Busquets y las incorporaciones del brasileño Alves por la derecha, interpretaba la mejor sinfonía de todo el planeta…

Han pasado seis años y el Barça, simplemente, no ha podido sustituir a Xavi. Bueno, ni la selección de España ha encontrado un hombre que ejerza en el medio campo el papel de un jugador que con el tiempo será recordado como uno de los mejores centrocampistas que nos ha dado este hermoso deporte. Sin su cerebro, el club azulgrana optó por meter calidad en vanguardia. Villa y Pedro tampoco están, pero sí dos de las estrellas más importantes del universo del soccer, el brasileño Neymar y el uruguayo Luis Suárez, quienes llegaron a Barcelona a golpe de talonario. Como entrenador, otro hombre de la casa, Luis Enrique.

La solución funcionó en el corto plazo. Hace dos años, el Barça volvió a conquistar la Champions League, imponiéndose a la Juventus, 3-1, gracias a goles marcados por los propios Suárez y Neymar en la segunda parte. Sin embargo, desde aquella temporada, el FC Barcelona ha cambiado su estilo: ya no domina el medio campo, sino que busca desplazamientos largos que puedan ser aprovechados por estos dos delanteros a los que acompaña, el mejor de todos: Leo Messi.

La situación se ha ido torciendo poco a poco hasta alcanzar límites inimaginables hace no mucho tiempo. El club ha gastado lo indecible para intentar paliar las bajas de Xavi y de Alves ¡cómo se le extraña en la banda! Pero los fichajes, simplemente no han funcionado. El croata Rakitic se ha diluido; Iniesta y Busquets están muy lejos de su mejor forma. Y es que el problema es más hondo y radica en la pérdida paulatina de un medio campo que no solo ya no es contado entre los mejores del mundo, sino que ha acabado por desaparecer.

Un equipo de soccer se construye desde abajo. Sin medio campo es imposible ir a ningún sitio. Por eso, el FC Barcelona vive ahora momentos durísimos, confiándose únicamente al acierto de sus tres temibles delanteros. Lo ocurrido esta semana en la capital francesa ante el PSG (4-0) era previsible, si tomamos en cuenta partidos en España donde los catalanes, a pesar de salir medianamente a flote, fueron dominados por conjuntos muy inferiores, especialmente por el Betis en Sevilla. Así, no nos debe extrañar que, en París, gente joven, rápida, con calidad y hambre de triunfo, como Matuidi, Verratti, Rabiot y hasta el tosco lateral belga, Meunier, con sus continuas incorporaciones, se hicieran dueños y señores de una medular en la que el Barcelona fue borrado de forma inmisericorde. 

Es triste admitirlo, pero podemos concluir que La Ciudad de la Luz albergó en el duelo de ida de los octavos de final de la Champions League el réquiem por el centro del campo del Barça. La fúnebre melodía no sonó esta vez en la Catedral de Notre Dame, sino en un estadio: el Parque de los Príncipes, donde disputa sus partidos el equipo que entrena y con éxito el vasco Unai Emery. 

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