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 La secretaria de Educación de Estados Unidos, Betsy DeVos, pronuncia un discurso en su primer día a cargo del Departamento  en Washington, DC. DeVos consiguió la confirmación del Senado, pero para ello necesitó el apoyo del vicepresidente del país, Mike…

[OP-ED]: Quizás los sindicatos de maestros hayan encontrado la horma de su zapato con Betsy DeVos

¿Qué ocurriría, supone usted, si una defensora de la reforma educativa que pasó décadas atacando desde afuera al sistema de educación pública, de pronto se encuentra

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¿Qué ocurriría, supone usted, si una defensora de la reforma educativa que pasó décadas atacando desde afuera al sistema de educación pública, de pronto se encuentra en el centro de todo, como secretaria de educación?

Bueno, para gran horror de los interesados sindicados de maestros, que dispersan dinero en todo el Partido Demócrata para proteger el status quo y se aseguran de que los intereses de los estudiantes que asisten a las escuelas públicas no interfieran con los de los adultos que trabajan en ellas, pronto lo sabremos.

Eso se debe a que--a pesar de los mejores esfuerzos de los demócratas del Senado para descarrilar la nominación de Betsy DeVos para dirigir el departamento de educación--la campeona de la elección escolar, de las escuelas charter y de otros salvavidas para los estudiantes que se hunden en las escuelas públicas, fue confirmada la semana pasada.

Como ex presidenta del Partido Republicano de Michigan, DeVos está acostumbrada a la política, pero incluso ella debe haber pensado que los procedimientos del Senado fueron un poco extraños.

Utilizando una medida muy inusual, el vicepresidente Mike Pence tuvo que entrar en la cámara para--en su papel de presidente del Senado--emitir el voto de desempate.

¿Quién hubiera imaginado que a los políticos demócratas les importaba tanto la educación pública de Estados Unidos?

En realidad, no les importa. Si les importara, habrían aprobado legislación para mejorarla elevando los estándares, instituyendo remuneración para los maestros de acuerdo al mérito y pidiendo cuentas por su desempeño. En lugar de eso, aceptan las órdenes de los que desean la perduración de un sistema fallido tal como está.

Se puede perdonar al observador político casual--es decir, a aquellos de ustedes que no están obligados a seguir cada desarrollo y que pueden concentrarse, en cambio, en empresas más optimistas como la venta de galletitas de las Niñas Guías y la práctica de béisbol de sus hijos--por pensar que la secretaría de educación era el puesto más importante del Gabinete en Washington.

No lo es. Con las pruebas de misiles de Irán, la determinación de Rusia de volver a su prominencia pasada, los ataques de los partidarios del Estado de Islam en todo el Occidente, los alardes de Corea del Norte de que tiene la capacidad de lanzar misiles que llegan a San Francisco y el intento del gobierno de Trump de escrudiñar más a los que intentan ingresar en Estados Unidos provenientes de siete países infestados de terroristas y de impedir la entrada de refugiados sirios, las tareas del secretario de defensa y el secretario de estado son más importantes.

Y, sin embargo, ¿los demócratas del Senado permitieron que las nominaciones de James Mattis (defensa) y Rex Tillerson (estado) se aprobaran sin problemas, mientras lucharon para detener a DeVos?

Eso se debe a que el Partido Demócrata es ahora una subsidiaria propiedad de los sindicatos de maestros, o tal como deberíamos llamarlos de aquí en adelante “la raíz del problema”.

Deben saber que los senadores demócratas, quienes probablemente desean conservar sus cómodos puestos de trabajo y comprenden que eso no puede lograrse si causan la cólera de sus benefactores, tomaron nota cuando los líderes sindicales expresaron su inquietud ante la candidata de Trump para dirigir el Departamento de Educación.

Randi Weingarten, una de las más estridentes, es presidente de la Federación de Maestros de Estados Unidos. Weingarten tildó a DeVos de “la candidata más ideológica y más anti-educación pública” desde que el puesto de secretario de educación comenzara a formar parte del Gabinete.

¿En serio? Cuando estaba en el aula, Weingarten debe haber enseñado teatro.

La lucha no es por los niños. Es por el poder. Los sindicatos de maestros odian que los cuestionen. Son implacables y vengativos. Y no se olvidan de un desaire.

Pregúntenselo a Arne Duncan. El primer secretario de educación del presidente Obama fue antes superintendente de las escuelas públicas de Chicago y se enemistó con los sindicatos cuando les exigió cuentas. Y cuando Duncan fue a Washington, los sindicatos continuaron hostigándolo y oponiéndose a él en cada ocasión. Le hicieron la vida imposible. Y es demócrata.

El ataque más popular contra DeVos es que nunca asistió ni trabajó en una escuela pública. Ese argumento, de la izquierda, tendría más peso si los liberales hubieran hecho más lío cuando Obama nominó a Elena Kagan para la Corte Suprema. A pesar de haber sido decana de la Escuela de Derecho de Harvard y subsecretaria de justicia, Kagan nunca fue jueza.

Aún así, como DeVos pasó gran parte de su vida y gastó mucho de su dinero para mejorar la educación en Estados Unidos, quizás tenga alguna idea sobre cómo administrar un departamento creado para ese propósito.

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