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Alumnos de una escuela gestionada por la mezquita de Blikkiesdorp, un barrio de la periferia de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Linn Washington
Alumnos de una escuela gestionada por la mezquita de Blikkiesdorp, un barrio de la periferia de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Linn Washington

[OP-ED]: Pensar en el bien común, la razón fundamental para ayudar a los niños a que crezcan y den lo mejor de sí mismos

El pasado 16 de junio, Día de la Juventud, diversas protestas estallaron en varias ciudades de Sudáfrica. Dichas protestas sirvieron para recordar  los…

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El Día de la Juventud se estableció para conmemorar  la muerte de un grupo de  estudiantes de primaria y secundaria un 16 de junio de hace 41 años, cuando la policía del apartheid perpetró en el municipio de Soweto, donde vivían segregados, y disparó contra una manifestación multitudinaria de estudiantes. Los jóvenes protestaban contra el bajo nivel educativo que recibían los ciudadanos no-blancos bajo el mandato del gobierno supremacista blanco. 

El levantamiento ocurrido el  16 de junio de 1976 se convirtió en un acontecimiento que dio alas a la larga lucha para terminar contra el apartheid en Sudáfrica, un país que hoy disfruta de una democracia multirracial. Sin embargo, otros problemas graves que sufre el país, como una cifra de desempleo superior al 50 por ciento, y el nivel de crímenes mortales vinculados al tráfico de drogas y de desigualdad de ingresos batiendo récords mundiales, han vuelto a dar motivo para que los jóvenes sudafricanos, salgan a la calle y muestren su oposición a  las repugnantes políticas de su gobierno. 

Los manifestantes atacaron al Presidente de Sudáfrica, un ex activista anti-apartheid que llegó a ser encarcelado, durante su discurso del Día de la Juventud, acusándole de corrupto e inepto, aunque la simbólica celebración nacional incluyó un nuevo matiz: la necesidad de ayudar a los jóvenes y a potenciar sus talentos. En Ciudad del Cabo, por ejemplo, los jóvenes realizaron espectáculos sobre el vibrante escenario del malecón Victoria & Albert. 

Está muy bien que Sudáfrica reconozca los sacrificios de esos muchachos –asesinados, heridos o encarcelados durante el levantamiento de 1976 en Sowieto– que se manifestaron para corregir las injusticias del apartheid

Y también está muy bien que en 1999 Naciones Unidas establecieran el Día Internacional de la Juventud, una fecha que hoy reconocen (en diferentes días del año) dieciocho naciones del mundo… aunque entre ellas no figure Estados Unidos. 

Sin embargo, todos los países del mundo deberían celebrar la juventud cada día del año.  ¿O es que realmente hace falta recordar que el futuro de cada país del planeta reside en sus jóvenes? 

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Tal y como escribió a principios de este año Marian Wright Edelman, directora del America’s Children Defense Fund, “la pobreza infantil es demasiado costosa para que siga existiendo”.  Edelman destacó que cada año los costes por productividad perdida, crimen y salud generados por “adultos que crecieron pobres” alcanzaron los $500 mil millones.

La extrema pobreza subyacente en las estadísticas sobre la economía sudafricana es visible en los rostros de los niños que viven en las periferias más desfavorecidas de Ciudad del Cabo, barrios de chabolas superpobladas y hundidas en la miseria,  o de Johannesburg.

Los estadounidenses no deberían sentirse superiores ante la pobreza infantil en Sudáfrica, teniendo en cuenta algunos datos recopilados por el Children’s Defense Fund ignorados por la mayoría, como el hecho de que en Estados Unidos viven 14.7 millones de niños en condiciones de pobreza y otros 6.5 millones de niños en extrema pobreza. 

En Filadelfia, el 38.3 por ciento de los niños viven en situación de pobreza, el porcentaje más alto de todas las grandes ciudades del país, según el informe publicado el pasado otoño por la organización Public Citizens for Children and Youth (PCCY).

La educación está reconocida como un pilar básico para mejorar la situación económica de la vida de las personas. Sin embargo, Pensilvania está en la posición 46 en cuanto a número de colegios subsidiados con dinero público. Los legisladores conservadores de Harribsurg reducen los subsidios a escuelas públicas y conceden nuevos  recortes fiscales a las empresas. 

El rechazo de los líderes públicos y privados a usar los recursos disponibles para sacar a los niños de la pobreza mancha a toda nuestra sociedad. n

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