[OP-ED]: No se vayan a Canadá, todavía...
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Esta semana estuve en Detroit, pero no tuve ninguna intención de cruzar la frontera con Canadá— y estaba allí mismo, a pocos pies de distancia. ¿Por qué? Porque siento que los Estados Unidos —y Filadelfia en particular— son mi hogar, hoy más que nunca.
El pasado 9 de noviembre, a pesar de la larga noche electoral, me desperté más temprano de lo habitual, salté más rápido de la cama y, antes de que me diera cuenta, ya estaba en la puerta, listo para ir a trabajar en un tiempo récord.
Esa mañana, supuestamente, los votantes Latinos, especialmente los que (plena divulgación) emitieron sus votos con la secreta esperanza de poder ver elegida a la primera mujer presidenta de los Estados Unidos, iban a sentirse devastados, incluso temerosos de imaginar lo que el futuro les depara.
Pero pregunten a cualquier otro emprendedor de nuestra comunidad y se quedarán sorprendidos de lo optimistas y animados que les parecerán una semana después de las elecciones.
Estados Unidos es nuestro hogar - con plena consciencia de sus virtudes y defectos, hoy más que nunca - pero nuestro hogar, de todas formas; un hogar que hemos adoptado enteramente, a pesar de que algunas instituciones del país todavía no nos han adaptado de vuelta. Bueno. Se trata de una cuestión de tiempo.
Observen los dos partidos, por ejemplo, enfrentados esta semana por los resultados de las elecciones, la inesperada reacción del voto Latino, y sus consecuencias.
Independientemente de cuál de los dos gobierne en Washington, el día después de las elecciones no fue el día del fin del mundo, cómo nos habían anunciado, en particular para nosotros, los Latinos.
Me pregunto si no será precisamente esta enajenación política a la que nos hemos ido acostumbrando la que nos deja esta extraña sensación de autoconfianza, basada quizás en una simple aceptación de la realidad: nadie nos ha sacado aún de las manos los activos que teníamos un día antes de las Elecciones:
Nuestra tremenda capacidad de trabajo, nuestra más que probada iniciativa emprendedora, nuestro deseo de avanzar siempre una milla más y, pase lo que pase, nuestro nulo deseo de esperar a que alguien nos dé un folleto para mejorar el lote de nuestras familias, nuestras comunidades, las ciudades en que vivimos y la gran nación que tenemos el orgullo de llamar nuestro hogar.
La mañana siguiente de las elecciones, pues, amaneció extrañamente brillante, acostumbrados como estamos a ir buscando entre los nubarrones inevitables por un rayo de esperanza.
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