[OP-ED]: Mi mamá finalmente se hizo ciudadana de los Estados Unidos, gracias a Donald Trump
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Ocurrió finalmente, después de 10 años de insistencia, de tratar de convencerla y de pintar situaciones tremendas en las que en ciertas oscuras circunstancias, los residentes permanentes legales pueden ser accidentalmente deportados. Por ejemplo, si el portador de una tarjeta verde no informa al Departamento de Seguridad del Territorio sobre un cambio de domicilio en el plazo de 10 días después de mudarse, es susceptible de recibir multas, ser encarcelado o incluso deportado.
Pero, finalmente, todo lo necesario para que mi madre iniciara el largo y arduo proceso fue un nuevo presidente que prometió hacer todo lo posible para librar al país de inmigrantes.
Mi mamá inició el proceso de solicitud menos de un mes después de la elección de noviembre y ahora yo puedo dormir tranquila, a sabiendas de que ningún percance burocrático la enviará de vuelta al país donde pasó sólo el primer tercio de su vida.
Mi madre no fue la única que titubeó para dar el salto. Aunque los mexicanos representan el mayor grupo de residentes permanentes legales, su tasa de naturalización es sólo alrededor de la mitad de los portadores de tarjetas verdes de todos los demás países combinados, según el último conteo del Pew Research Center.
Hay muchos motivos por lo que eso sucede: muchos de los inmigrantes encuestados indicaron que no habían iniciado el proceso porque pensaban que sus aptitudes en inglés no eran suficientes o porque temían que el examen de ciudadanía fuera demasiado difícil.
En el caso de mi mamá, ninguna de las dos cosas fue un problema. Lo que estaba impidiendo que diera el salto era una combinación de comodidad con su categoría legal y el engorro de pasar por un proceso administrativo complejo.
Sin embargo, una vez que la residencia permanente legal dejó de parecer la forma más segura de asegurar su futuro en Estados Unidos, la decisión fue fácil.
Pero los que se quejan de que los inmigrantes habilitados no se naturalizan, pocas veces se dan cuenta de que hace falta dinero y tiempo para hacerlo, y que mucha gente no cuenta con ninguna de las dos cosas.
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El proceso llevó seis meses desde el momento de presentar los formularios iniciales hasta completar las entrevistas y tomar el examen. Pero de hecho fue muy fácil, ya que ella es una profesional educada que ha hablado inglés con fluidez por más de 40 años. Y contaba con todo el tiempo del mundo para manejar el proceso porque recientemente se jubiló. Además, los 800 dólares que costó pagar la solicitud, obtener las fotos, asistir a las diversas citas y demás, no supusieron una carga para su presupuesto.
Para una persona sin todos esos recursos, una tarea que podría llevar un año o más tiempo es mucho más difícil de lograr de lo que se imagina un observador poco informado. Según Pew, el 94 por ciento de los que dicen que no se han naturalizado citan el costo de la solicitud.
Hay grupos sin fines de lucro, como The New American Campaign, una cadena nacional de organizaciones que no apoya a ningún partido y asiste a inmigrantes con los trámites de la ciudadanía. Desde su creación en 2011, esa entidad asistió a más de 250.000 solicitantes y les ahorró más de 206 millones de dólares en honorarios legales y solicitudes, pero el grupo no es tan conocido.
Aún así, los últimos datos de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos indican que 752.800 personas se naturalizaron en el año fiscal 2016—un poco más alto que el promedio de 740.000 por año de la última década, aumento que casi con certeza se produjo por individuos que quisieron estar habilitados para votar en la elección de 2016. Pero hará falta tiempo para que los estadísticos puedan determinar si—o cuántos de—los nuevos ciudadanos estadounidenses fueron un producto directo de los temores que ocasionó la elección de Trump.
No importa.
Lo que importa es que la semana pasada, en Chicago, mi madre y otros 114 hombres y mujeres de 33 países, desde Armenia hasta Reino Unido, acabaron su viaje como inmigrantes y juraron ser ciudadanos íntegros y honorables.
Juraron con alegría apoyar nuestra Constitución, renunciar a toda lealtad a otros países y también prometieron portar armas a favor de los Estados Unidos cuando la ley lo requiriera.
Así es, Estados Unidos, ¡mi madre te protegerá!
Ojalá que el presidente Trump inspire a un número inaudito de inmigrantes a convertirse en estadounidenses. Y ojalá que eso los motive para ayudar a otros a obtener la seguridad de la ciudadanía.
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