[OP-ED]: México debe concentrarse en su propia casa
Por ser un mexicano-americano que a menudo se identifica más con la parte “americana” del guión, los elevados intentos de funcionarios mexicanos de sermonear a los es
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Por ser un mexicano-americano que a menudo se identifica más con la parte “americana” del guión, los elevados intentos de funcionarios mexicanos de sermonear a los estadounidenses sobre cómo detener la inmigración ilegal en nuestra frontera sur siempre me irritan.
El último ejemplo proviene del ex presidente mexicano, Vicente Fox, que parece tener un impulso incontrolable de unirse al presidente Trump en el lodazal de los medios sociales. En Twitter, ha estado dando su opinión sobre los intentos de Trump de impedir que las empresas estadounidenses muden sus operaciones a México y de construir una muralla a lo largo de la frontera. Quizás Fox deba aprender la palabra “silencio”.
Es decir, en este asunto, el ex presidente mexicano no tiene espacio para hablar y debería quedarse callado.
Digo esto corriendo el riesgo de quemar un puente hacia la patria de mi abuelo, e incluso cuando Fox fue amable conmigo. En 2014, pasamos dos días en Midland College, en el oeste de Texas, cuando participamos en un programa, en el que lo entrevisté sobre las relaciones mexicano-americanas.
Y, sin embargo, el mero pensamiento de Trump parece volverlo loco.
El 6 de diciembre envió un tweet: “En esta época la tecnología de la información se ha vuelto esencial prácticamente en todo, pero dictar un programa político pro medio de Twitter es ridículo.”
Irónicamente, desde entonces, nuestro vecino del sur ha pasado mucho tiempo dictando su propio programa político por medio de Twitter. En las últimas semanas, mandó no menos de 30 tweets criticando a Trump sobre dos asuntos en particular: comercio e inmigración.
Fox tildó al nuevo presidente de “matón” y “bebé”. Y tiene razón en ambas descripciones. También catalogó el prepotente enfoque de Trump sobre el comercio—y su aparente entusiasmo por iniciar una guerra comercial con México—como tonto y miope. Correcto, otra vez.
Pero Fox se equivoca cuando entra en el debate migratorio. No ayuda en nada cuando dice que la muralla de Trump es “estúpida” o tilda la barrera propuesta de “monumento racista”. Tampoco debería continuar burlándose de los estadounidenses al afirmar que, sin importar las promesas de Trump, México no pagará “esa muralla de [palabrota]”.
No significa que la muralla no deba ser tema de debate. Debe serlo. Deberíamos preguntarnos si es realmente posible construirla, si traerá algún beneficio, y si su propósito real no es revertir lo que parece preocupar a muchos estadounidenses: los cambios demográficos. Pero ése es un debate que deben tener los estadounidenses y nuestros vecinos no fueron invitados a participar en él.
La inmigración ilegal a los Estados Unidos es un tema complicado y explosivo, que debe ser zona prohibida para todo líder mexicano, pasado o actual.
¿Por qué? Porque si el presidente de México tuviera la integridad y el valor de encarar la corrupción, modernizar el gobierno, crear fuentes de trabajo, mejorar la economía y reformar su sistema legal, existe una buena posibilidad de que menos de sus compatriotas abandonaran su familia y su comunidad y arriesgaran su vida para cruzar la frontera a los Estados Unidos. Una vez aquí, están a merced de los políticos—de ambos partidos—quienes a menudo utilizan cínicamente el asunto de la inmigración para su propio beneficio.
Y, si Fox desea hablar de monumentos “racistas”, que lo haga. El ex presidente, que resulta tener tez clara, puede comenzar a abordar el racismo existente en México contra los mexicanos de tez oscura, con abundante sangre india. También podría expiar sus propios burdos comentarios de 2005, sobre la manera en que los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos hacen el tipo de trabajo sucio y difícil que “hasta los negros no hacen”.
En cuanto a monumentos, eso es exactamente lo que esos inmigrantes mexicanos representan—monumentos a un gobierno ineficaz al sur de la frontera, que a menudo parece en guerra contra su propio pueblo y a menudo lo perjudica más que beneficia.
Fox debe dejar de competir con Trump, combatiendo un tweet con otro, y llevar su atención a volver a hacer de México un gran país. Hasta podría repartir algunas gorras de béisbol.
Por último, Fox también está equivocado en otra cosa—su funesta predicción, contenida en un tweet del 17 de enero, de que si Trump “continúa en este camino de políticas indulgentes y centradas en sí mismo, Estados Unidos se derrumbará internamente.”
Uno pensaría que el nieto de un empresario de Ohio que se fue de este país a México en 1895 no haría eso. Los estadounidenses no somos perfectos, pero no nos rendimos fácilmente. Y este notable país nunca se derrumbará—sin importar quién esté en la Oficina Oval.
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