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Es un momento difícil para los periodistas y Trump sólo lo está haciendo más difícil. Por más que traten, obviamente no lo pueden controlar. Pero pueden controlar su reacción ante él. Los vuelve locos, porque se lo permiten. EFE

[OP-ED]: Los medios no pueden resistir la carnada de Trump

Cuando el presidente Trump ataca a los medios, actúa en defensa propia.

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Cuando el presidente Trump ataca a los medios, actúa en defensa propia.

Gran parte de los medios—particularmente nuestros amigos de las redes de radio-televisión de Nueva York y Washington—se burlaron, criticaron y despreciaron a Trump, desde que anunció en junio de 2015 que intentaría obtener la presidencia.

Durante las primarias republicanas, los medios ayudaron al magnate de los bienes raíces a deshacerse de sus 16 adversarios brindándole toneladas de tiempo en el aire, gratis, y señalando su ventaja de no provenir de círculos allegados a Washington. Eso cambió cuando se convirtió en el candidato del Partido Republicano y se enfrentó con la seleccionada por los medios, Hillary Clinton. Desde ese momento, se declaró una guerra—mezclada con connivencia.

Más de 60 reporteros, locutores y ejecutivos de los medios no tuvieron ningún reparo ético en asistir a cenas extraoficiales en la casa de altos funcionarios de la campaña de Clinton. Lo hicieron aún cuando a menudo rehusaron la idea de permitir que Trump hablara a los medios extraoficialmente.

Trump, de todas maneras, superó la intervención de los medios y derrotó a Clinton ¿y ahora se sorprenden de que el presidente y el Cuarto Poder no estén en buenos términos? Sin duda, aun existe cólera y resentimiento—de ambas partes.

Honestamente, tengo mucha mejor opinión de mi profesión que de mi presidente. Si puedo salvar sólo a uno, escojo a la primera.

Sin embargo, como individuos en búsqueda de la verdad, los periodistas debemos poder escuchar la dura verdad sobre nosotros mismos y nuestro oficio. Si hacemos algo incorrectamente, alguien debe señalarlo. Y debemos prestar atención.

Los reporteros y locutores—individuos que se supone no deben expresar opiniones, para no hablar de insultos—también deben mostrar autocontrol cuando Trump los invita al lodazal.

Para muchos en mi profesión, eso se ha vuelto muy difícil de hacer. Cuando Trump nos ataca no sabemos si queremos hacernos la víctima o atacar de vuelta.

Así pues, después de que Trump enviara un tweet, el viernes, llamando al New York Times y a cuatro redes de televisión (ABC, CBS, NBC y CNN) “el enemigo del Pueblo Estadounidense”, la respuesta fue una histeria mediática.

--En su aparición en el programa “Morning Joe”, de MSNBC, el reportero del New York Times, Nicholas Confessore tildó el comentario de Trump de “atroz”.

--En el mismo programa, la colaboradora de la revista Time, Elise Jordan, dijo que el tweet “amenaza las fibras de nuestra democracia”.

--En el programa de CNN, “Reliable Sources”, el presentador Brian Stelter tildó el ataque de Trump contra los medios de “una forma verbal de veneno.”

--Hubo una red de cable que no fue mencionada en el berrinche de Trump. Pero eso no impidió que Chris Wallace—locutor de “Fox News Sunday”—se ofendiera. Según él, el tweet cruzó “una línea importante” y sugirió que Trump quería “medios dirigidos por el estado” como los que tienen en las “dictaduras”.

Todas fueron grandes actuaciones. Pero el Galardón de la Academia al Mejor Actor se lo lleva Jake Tapper de CNN.

Afirmando que Trump estaba “trastornado” al “ventilar sus agravios” y sus “quejas sobre los medios”, Tapper castigó al presidente por concentrarse demasiado en sí mismo y no lo suficiente en el pueblo estadounidense. Tras acusar a Trump de “no encarar el mundo en que vivimos”, Tapper se dirigió al presidente directamente—con una gran dosis de condescendencia.

“Sr. Presidente, usted ganó,” dijo. “Usted es el presidente. Ahora comience a trabajar. Y deje de quejarse de eso.”

Tras ese discurso, no se debería permitir que Tapper comunicara noticias supuestamente como un locutor sin prejuicios. No lo es.

Probablemente escucharon el viejo dicho sobre la manera en que los periodistas quieren cubrir la historia y no convertirse en la historia. Hechos recientes nos indican que ese dicho ya no se sostiene. Una nueva camada de relatores profesionales parece disfrutar de ser el centro de la atención y el tema de conversación.

Los que solían contentarse con actuar como la mosca en la pared ahora quieren ser el gorila de 800 libras en el cuarto. Mientras antes no podían concebir nada más noble que consolar a los afligidos y afligir a los acomodados, ahora quieren influir en la política, practicar la ingeniería social y cambiar el mundo. Caramba, en ese caso, deberían haber sido candidatos para la presidencia.

Es un momento difícil para los periodistas y Trump sólo lo está haciendo más difícil. Por más que traten, obviamente no lo pueden controlar. Pero pueden controlar su reacción ante él. Los vuelve locos, porque se lo permiten.

Sería mucho mejor para los estadounidenses que los miembros de los medios tomaran su trabajo con más seriedad—y a sí mismos, con menos.

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