[OP-ED]: Los cubanoamericanos vuelven a casa
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La reforma de 2014 a las leyes de inmigración cubanas permite que los cubanos que residen en el exterior soliciten su repatriación y recuperen todos sus derechos ciudadanos. Ya en 2016, más de 14,000 cubanos –un nuevo récord—completaron sus trámites para la repatriación, una cantidad que de seguro va aumentar considerablemente debido a las políticas internas represivas y crueles de la administración Trump.
En los dos años anteriores 13,000 personas nacidas en Cuba residentes en EE. UU. ya habían solicitado su repatriación, según José Ramón Cabañas, el embajador de Cuba en Estados Unidos. Cabañas informó además que sobre 250,000 cubanos viajan a la Isla como visitantes todos los años.
Muchos de los cubanos repatriados mantienen su residencia en EE. UU. u otros lugares y dividen su tiempo entre ambos países, ya que las leyes de inmigración de la Isla establecen que los cubanos pueden permanecer en el extranjero durante 24 meses sin perder sus derechos ciudadanos.
El número de los que regresan a su país natal puede parecer insignificante comparado a los cientos de miles que han abandonado Cuba en la última década. Sin embargo, el mismo representa una transformación verdaderamente significativa –radical, incluso—de las actitudes tradicionales de los cubanoamericanos hacia su país natal, dominadas durante décadas por una absurda retórica guerrerista y violenta.
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En caso de que todavía se necesitaran más pruebas de cuán rápidamente están cambiando esas actitudes, tras la restauración de las relaciones diplomáticas se puso de moda entre los cubanoamericanos viajar a la Isla con hijos y nietos y, a la vez que ayudan a sus familiares en Cuba, aprovechar para celebrar bodas y cumpleaños en la Habana Vieja o en la hermosa playa de Varadero.
Como era de esperarse todo esto les suena a herejía a esos que subestiman los profundos sentimientos nacionalistas de los cubanos de todas las tendencias, al igual que a aquellos que forman parte del segmento más recalcitrante y momificado de la comunidad cubanoamericana que, increíblemente, permanece atrapado en un túnel del tiempo desde hace más de 50 años.
No me malentiendan, la desinformación y la mala fe hacia Cuba continúan dando coletazos, pero el número de los que prestan atención a ese tipo de propaganda malintencionada es cada vez más reducido. Esto, a pesar del virulento discurso anticubano pronunciado por Trump en Miami el 16 de junio, con el apoyo vergonzoso de vendepatrias como el camaleónico Marco Rubio y el tonto de Mario Díaz-Balart.
De lo que sí no hay duda es de que, no importa cuánto se esfuercen Trump y su camarilla en retrasar el reloj de la historia, no tendrán éxito. Los cubanos a ambos lados del Estrecho de la Florida no lo vamos a permitir.
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