[OP-ED]: ¿Hay escasez de mano de obra?
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Durante meses, planeé escribir una columna sobre el futuro del mercado laboral de Estados Unidos. En mi escritorio tengo una pila de informes sobre la “economía de los trabajitos”, los “trabajadores independientes”, “trabajadores contingentes”, “freelancers” y demás. Todo eso significa que hay un mercado laboral nuevo y menos seguro. Los trabajadores no tendrán puestos de carrera duraderos, como lo prometía el viejo modelo de empleo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ahora se trata de la supervivencia del más fuerte. Los trabajadores que se puedan adaptar a un cambio constante florecerán. En cuanto al resto, mala suerte.
Nunca escribí esa columna.
El principal motivo es que nunca tuve la certeza de que ese mercado tan profetizado predominaría. En verdad, el modelo de empleo posterior a la guerra podría volver. Debido a los cambios demográficos--la actual jubilación de la masiva generación de baby-boomers--los trabajadores competentes y experimentados se convertirían en recursos preciados. Como la fuerza laboral crecería lentamente, muchas empresas intentarían estabilizar su personal ofreciendo puestos de carrera con mejores salarios y beneficios.
Aún no sé cuál de los dos modelos triunfará: el primero, que refleja la creencia de los gerentes de que los trabajadores deben contratarse y despedirse según las necesidades de la empresa; el segundo, que se basa en la noción de que los buenos trabajadores serán escasos en un futuro cercano y las empresas inteligentes harán todo lo posible para capacitarlos y retenerlos. Pero sé dos cosas.
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Primero, el poder del mercado está virando de las empresas a los trabajadores. El suministro de nuevos trabajadores es escaso, apenas contrarrestando la pérdida de los baby-boomers que se jubilan. Observemos las cifras. Entre 1950 y 2016, la fuerza laboral de Estados Unidos (el número de trabajadores multiplicado por sus horas en el trabajo) creció un promedio de un 1,4 por ciento al año, informa la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO). Ahora la CBO proyecta un crecimiento anual de sólo un 0,5 por ciento, alrededor de un tercio del promedio posterior a 1950.
Segundo, el ciclo económico multiplica el efecto. A un 4,3 por ciento, la tasa de desempleo es la más baja en 16 años, y hay algunos lugares en que la tasa de desempleo es del 2 por ciento, informa Danielle Paquette, del Washington Post. (En realidad, eso significa que hay muchas vacantes; ella cita 40 en un fabricante.) Aún así, alrededor de 5,5 millones de personas dicen que les gustaría trabajar, pero no se las cuenta en la fuerza laboral porque no han estado buscando trabajo.
Si las empresas compiten ferozmente por empleados escasos, los trabajadores se benefician. Las empresas elevarían los salarios y los beneficios o arriesgarían perder los mejores empleados que irían a otras compañías con paquetes de remuneración más generosos. La porción de mano de obra de la economía--es decir, las ganancias de los trabajadores como porción de la producción total de la economía (producto bruto interno)--se elevaría. Entre 2000 y 2012, cayó de un 63 a un 57 por ciento del PBI, una caída atroz. Desde entonces, fue subiendo hasta el 58 por ciento, demostrando modestas pruebas de un viraje en el poder de negociación.
Otros resultados también son posibles. Las empresas podrían elevar los costos de mano de obra y después pagar esos incrementos subiendo los precios. Para impedir que la economía se “caliente excesivamente” mediante una mayor inflación, la Reserva Federal podría apretar el crédito más de lo que se espera ahora. El peligro es una recesión prematura. Sería mejor si mercados competitivos impidieran que las empresas pasaran los costos más altos de la mano de obra a los precios. Las empresas tendrían que absorber el costo de los aumentos salariales mediante mayor eficiencia (es decir “productividad”) o márgenes de ganancias menores.
No tengo ni idea sobre cuál de estas posibilidades--o alguna variante--tendrá lugar. Pero la cuestión mayor es que la “escasez” de mano de obra que se avecina, que a menudo se presenta como un problema, es también una oportunidad. Necesitamos un modelo nuevo--un conjunto de expectativas compartidas--para regular las relaciones entre empresas y trabajadores (o, si lo prefieren, entre el capital y la mano de obra). Los trabajadores necesitan mayor capacitación y también mayor remuneración. Pero el modelo debe ser conformado mayormente por el sentido común y las realidades del mercado, no por regulaciones gubernamentales.
Las industrias varían. El desorden planeado de la “economía de los trabajitos” no es para todos. Pero tampoco podemos resucitar el calmo crecimiento económico de la década del 50, cuando las grandes corporaciones norteamericanos parecían controlar los mercados. Ésa fue la base del contrato entre capital y mano de obra posterior a la guerra. El objetivo ahora es convertir la escasez de trabajadores en una fuerza de trabajo mejor remunerada, mejor capacitada y más productiva.
Incluso con su leve recuperación, la porción de la mano de obra de los ingresos nacionales es demasiado baja. Lo estupendo del momento actual es que lo que desean los trabajadores y lo que las empresas necesitan convergen. Las medidas que los gerentes corporativos y los propietarios de empresas adopten como una cuestión de decencia puede justificarse también como una cuestión de necesidad.
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