[OP-ED]: ¿Escucha a escondidas su teléfono sus conversaciones sobre el canibalismo? El mío tal vez lo hizo.
Si usted lee el nuevo libro del profesor de biología, Bill Schutt, titulado “Cannibalism: A Perfectly Natural History,” tendrá mucho de qué hablar durante la cena.
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Si usted lee el nuevo libro del profesor de biología, Bill Schutt, titulado “Cannibalism: A Perfectly Natural History,” tendrá mucho de qué hablar durante la cena.
Hay, por ejemplo, secciones sobre la forma en que se pinta el canibalismo en la cultura popular, en los artículos periodísticos y en los textos de historia. Schutt investiga—con humor negro—la manera en que funciona el canibalismo en las diversas especies animales y cómo lo comprenden los humanos de diferentes naciones, culturas y religiones. De alguna manera, hace que el tema sea fascinante en lugar de truculento.
Nos enteramos de la manera en que se practica el canibalismo en la Iglesia Católica—algunos miembros creen en la “transubstanciación”, según la cual la hostia y el vino literalmente se vuelven cuerpo y sangre de Cristo durante el sacramento de la Comunión—y en las familias de clase media estadounidenses. En un momento, el autor vuela a Planno, Texas, para comer la placenta de una mujer, que su esposo cocina, al estilo del ossobuco, lo que Schutt aprueba.
Pero la erudición de Schutt también, sin proponérselo, acabó enseñando a mis hijos una lección sobre la manera en que los aparatos tecnológicos de hoy en día pueden infiltrarse en los rincones más privados de nuestras vidas.
Demos marcha atrás a noviembre de 2015, cuando el podcast de WNYC “Note to Self” sacó al aire un episodio titulado “Is My Phone Eavesdropping On Me?” (¿Está mi teléfono escuchándome a escondidas?) En una conversación con el escritor Walter Kirn, se exploró en profundidad la idea de que nuestras aplicaciones móviles nos “escuchan” por medio del micrófono del teléfono. Después de eso, mi esposó no contó que él había tenido una experiencia similar a la que describió Kirn—estando su teléfono cerca de él, mi esposo mencionó un producto determinado y, poco después, vio avisos de ese producto en sus aplicaciones.
Rápidamente, juntamos todos los teléfonos celulares de la casa y ajustamos los botones de privacidad para asegurar que nuestros apps no tuvieran permiso para acceder a los micrófonos ni a las cámaras.
Vayamos ahora a tres semanas atrás, cuando mi esposo comenzó a ver noticias en la página principal de su navegador con titulares que incluían palabras que había utilizado en el trabajo. Aún cuando su iPhone y su iPad están programados para no permitir el acceso a su micrófono, decidió verificar si estaban o no recogiendo sus conversaciones.
Durante diez días lanzó “Jack Daniel’s” en las conversaciones familiares en proximidad con los aparatos. Algunas veces solo “Jack” y a veces solo “Daniel´s” en una variedad de contextos, pero la mayoría de las veces en referencia al whiskey—un producto que generalmente no mencionamos en casa ni compramos.
Nada ocurrió. No recibió anuncios de bebidas alcohólicas en Spotify, ni hubo titulares clarividentes; supusimos que o bien nadie estaba a la escucha o que la popular marca de whiskey no utiliza escuchas ocultas de alta tecnología para producir avisos digitales y elevar la demanda.
Después de eso, hace una semana, comencé a hablar del canibalismo.
Todas las noches, durante la cena, le conté a mi familia lo que había aprendido sobre el canibalismo. Provocó animadas conversaciones sobre la manera en que las diversas culturas honran a sus muertos, lo que uno está dispuesto a hacer para sobrevivir una hambruna traumática y la manera en que el cambio climático global podría finalmente exacerbar el canibalismo.
Terminé el libro “Cannibalism” de Schutt el domingo por la mañana. Hablamos de su placenta al ossobuco en el desayuno y como una hora después, mi hijo mayor—quien al cumplir 18 años en diciembre, recibió un iPhone—se volvió hacia mí y dijo: “Estoy viendo más cosas sobre el canibalismo en clips de Facebook.”
Nada demasiado horrible—artículos noticiosos, como del sitio Web Business Insider, sobre “Los ejemplos más fascinantes de canibalismo [animal] que existen hoy en día”—pero nos dijo que había visto más y más esta semana pasada.
Verificamos sus botones de privacidad y, efectivamente, sus apps de medios sociales, habían permitido que su micrófono escuchara lo que sucedía en su vida.
Rápidamente reajustó la configuración de privacidad y se dio cuenta de que sus padres no son innecesariamente paranoicos. Ese aparato que lleva en su bolsillo está allí no sólo para su conveniencia sino también, y cada vez más, para que las empresas puedan ganar dinero por su inocente creencia de que el contenido que ve en las redes sociales y en sus sitios Web preferidos está allí por azar.
Facebook, en primer lugar, negó utilizar el micrófono de los teléfonos para influir en las noticias o anuncios que uno ve. Pero nuestros teléfonos pueden escuchar nuestras conversaciones si no impedimos activamente que lo hagan—y también lo harán las computadoras portátiles, las tabletas y las computadoras de escritorio. Todo lo que tenga una cámara y un micrófono es sospechoso.
Para protegerse contra ese tipo de invasión, solo hay que dedicar unos minutos buscando en Internet cómo ajustar su configuración de privacidad o cómo bloquear los puertos de video y audio en su aparato.
Hágalo ya. Internet no tiene por qué enterarse de las conversaciones que usted sostenga en su cocina, su dormitorio o su auto—sobre el canibalismo o cualquier otro tema.
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