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Se ha formado una turba política de linchamiento, compuesta por los medios liberales, los grupos de presión liberales y los legisladores demócratas. Todos ellos promueven la narrativa de que Sessions cometió perjurio en enero, cuando dijo ante el Comité…

[OP-ED]: El torpe testimonio de Sessions no llega a perjurio

La controversia en torno al máximo funcionario de seguridad de la nación sugiere tres preguntas:

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La controversia en torno al máximo funcionario de seguridad de la nación sugiere tres preguntas:

¿Necesita el Procurador General, Jeff Sessions—quien virtuosamente se opuso a una amnistía para los inmigrantes ilegales por respeto al “gobierno de la ley”—un curso de repaso de derecho penal?

¿No debería un ex senador—que votó en 2006 por que el inglés fuera “el idioma nacional” y quien co-patrocinó leyes en 2007 para que se convirtiera en el “idioma oficial” del gobierno—expresarse con suficiente claridad en su lengua madre para brindar un testimonio coherente en el Senado?

Y, cuando Sessions se reunió con el embajador ruso, Sergey Kislyak, durante la campaña, ¿dónde se acabó el senador y dónde comenzó el representante de la campaña?

Las cosas estaban destinadas a volverse delicadas cuando un senador, cuyos requisitos laborales incluyen reunirse con dignatarios extranjeros, comenzó a desempeñarse como alto asesor de un candidato presidencial, que tiene una extraña debilidad por todo lo que sea ruso.

Pero pocos observadores podrían haber previsto una vuelta de tuerca tan dramática. Se ha formado una turba política de linchamiento, compuesta por los medios liberales, los grupos de presión liberales y los legisladores demócratas. Todos ellos promueven la narrativa de que Sessions cometió perjurio en enero, cuando dijo ante el Comité Judicial del Senado, en respuesta a una pregunta sobre los posibles contactos entre los representantes de la campaña de Trump y funcionarios rusos, que él no desempeñó ninguna actividad de ese tipo.

“No tuve comunicaciones con los rusos”, dijo Sessions.

De hecho, ahora sabemos que Sessions sí se comunicó con Kislyak. Y aunque no sabemos de qué hablaron, la pelea va en aumento porque, mientras Sessions como abogado probablemente aconsejaría a su cliente que simplemente no hablara, Sessions como político no parece poder evitarlo.

Sessions fue inteligente al abstenerse de “toda investigación existente o futura sobre cualquier asunto relacionado, de cualquier manera, con las campañas para la presidencia de Estados Unidos.” Pero también dijo que no fue su “intención” mentir o engañar a los miembros del comité y que no habló de la elección ni de otros acontecimientos con Kislyak en ningún grado “significativo”. Sin mencionar específicamente a Kislyak, Sessions también reconoció que la mayoría de los embajadores extranjeros son “bastante chismosos”.

Bueno, entonces ¿hablaron Sessions y Kislyak de política en un grado menos que significativo? ¿Debemos creer que un embajador chismoso no sacó a colación la elección? Si fue así, ¿cambió Sessions de tema?

Ven el problema. Con cada frase analizada y explicación enrevesada, Sessions se cava un hoyo más profundo y brinda a sus adversarios más municiones. La buena noticia para el gobierno de Trump es que nada de eso parece ser letal.

Incluso en la cultura política de la actualidad de “decir cualquier cosa”, la verdad, la honestidad y la decencia deben contar algo. A pesar de las afirmaciones de que Sessions incurrió en una actividad ilegal, sus enemigos no tienen pruebas.

Confieso que el acusado, para mí, es una de las figuras políticas menos predilectas, que es una linda manera de decir que el hombre y lo que él representa me resultan intensamente desagradables. De quienquiera que fueran los intereses que Sessions protegió durante todos esos años en el Senado, no fueron los míos—ni de ninguno que se parezca a mí. Está equivocado cuando se opone a la acción afirmativa y a la inmigración legal, e igualmente equivocado cuando apoya un muro fronterizo y el fin de la financiación de las así llamadas ciudades-santuario, que de todas maneras no existen. No es amigo de la gente de color, y nunca lo fue.

Dado todo eso, pensarían que—como columnista mexicano-americano—estaría entusiasmado por unirme a la turba de linchamiento para tratar de derrotar a Sessions antes de que haya desempacado sus cajas.

Pero, por más que me gustaría hacerlo, no puedo. Los enemigos de Sessions no tienen pruebas de que éste hiciera algo incorrecto. El perjurio no es simplemente un error honesto. Necesita intención, y no pueden demostrarla.

Sessions está en un brete, parece, utiliza la lengua con imprecisión. Hasta el presidente Trump dice que el procurador general “podría haber declarado su respuesta más precisamente.”

Ahora los demócratas que lo persiguen—ya en el Congreso o como parte de los medios—están cometiendo el mismo error. Es muy fácil para la líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, decir que Sessions “mintió bajo juramento” y que “debe renunciar”.

Pero son más expresiones irresponsables y temerarias en un clima político ya saturado de ellas.

Hora de pasar a otra cosa, amigos. Más suerte la próxima vez.

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