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Un grupo reducido de mexicanos y estadounidenses se manifestaron hoy en dos puntos de la capital mexicana por la visita al país de los secretarios de Estado de EE.UU., Rex Tillerson, y de Seguridad Interior, John Kelly, donde declararon a través de pancartas "persona non grata" a los secretarios, de visita oficial en México, y les exhortaron a detener el odio, el racismo y la ignorancia mostrada hasta ahora por las políticas del presidente Donald Trump. EFE
Un grupo reducido de mexicanos y estadounidenses se manifestaron hoy en dos puntos de la capital mexicana por la visita al país de los secretarios de Estado de EE.UU., Rex Tillerson, y de Seguridad Interior, John Kelly, donde declararon a través de…

[OP-ED]: El racismo y el efecto Trump en la escuela secundaria donde enseño

Mis dos hijos solían volver a casa después de una día en su escuela secundaria, quejándose de que las acusaciones ridículas de racismo eran tan comunes como los pupit

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Mis dos hijos solían volver a casa después de una día en su escuela secundaria, quejándose de que las acusaciones ridículas de racismo eran tan comunes como los pupitres de la clase. Yo lo atribuía a exageraciones adolescentes.

Tras pasar el actual año académico como profesora, rodeada de alborotados alumnos de secundaria, doy fe de que tenían razón.

En los pasillos, las reuniones, en mi clase, “¡Eso es racista!” fue una frase común durante todo el principio del otoño.

Generalmente, formaba parte de un chiste: por ejemplo, haciendo referencia a la pizarra blanca, en lugar de negra, del aula: “¡Eso es racista!”

Cuando pregunté a una estudiante latina si su madre estaba compungida por la reciente muerte del cantante mexicano Juan Gabriel, un alumno no-hispano sugirió, en broma, que era “racista” que yo individualizara a una estudiante de ascendencia mexicana para preguntarle su opinión.

En una clase en la que analizamos “el estándar Lennie”—término para el fallo legal que prohíbe la pena de muerte para individuos con discapacidad mental—puse una foto de Bobby J. Moore, el imputado en la causa de la Corte Suprema. Y zas: Alguien gritó, para lograr risas, ¡que mostrar la foto del sujeto de nuestra investigación era “racista”!

En otras ocasiones quedaba claro que la persona que aplicaba el término simplemente no comprendía el cargo de racismo. Un día, una estudiante, ella misma inmigrante, describió escuchar la voz de un compañero en un video de capacitación. “Oh, creo que el chico que habla es asiático,” dijo. Otro alumno cantó: “¡Eso es racista!”. Mi co-profesora dijo: “No. Ese estudiante era, de hecho, nacido y criado en China. Notar eso no es racista, es una observación factual.”

En octubre, aun no había oído “¡Eso es racista!” en relación a un enfrentamiento o desaire generado genuinamente por la raza. Parecía ser una frase que se lanzaba casi en cualquier conversación con un efecto irónico o humorístico, a veces incluso por estudiantes de color.

Todo eso cambió en noviembre.

Después de la elección presidencial, el concepto de racismo se volvió real y se puso de manifiesto en las aulas, pasillos, patios y ómnibus escolares. Según el Southern Poverty Law Center, una organización de defensa de los derechos civiles, después de la elección, maestros de Jardín de Infantes al 12° grado de todo el país reportaron un aumento en el hostigamiento verbal, en el uso de insultos raciales y de lenguaje peyorativo, y de incidentes perturbadores en que las esvásticas, los saludos nazis y las banderas confederadas estuvieron presentes.

De pronto, los alumnos ya no jugaron con el término “racismo”. Tras la asunción al cargo del presidente, la prohibición de los países musulmanes, un incremento en las deportaciones de alto perfil y la práctica de los perfiles raciales involucrada en ambas cosas fueron una realidad.

Al menos en las clases que observé, los estudiantes usan el término “racismo” con más reverencia, en lugar de utilizarlo como una broma. Debido al aumento de graffiti, de matonismo y de agresiones reales contra estudiantes de minorías, alimentados por causas raciales, ahora se discute el racismo como parte de conversaciones más amplias sobre la manera en que las comunidades estudiantiles se enojan cuando sus pares se comportan mal en climas escolares que a veces pueden ser políticamente tensos.

Aunque se deba a una circunstancia negativa—la normalización de la intolerancia anti-inmigrante y anti-minorías—es positivo que los jóvenes (y hasta algunos adultos) vuelvan a concentrarse en la dolorosa realidad del racismo cotidiano.

La verdad es que, independientemente de nuestra raza, etnia, género o religión, todos tenemos prejuicios y tendencias que heredamos de nuestras familias, amigos, instituciones y de la sociedad en general. Es hora de comprender cuáles de esas opiniones son genuinamente nuestras y por qué.

Durante ocho años, los estadounidenses pretendieron que el racismo se había acabado porque, después de todo, la nación se había unido para elegir, y después re-elegir, al primer presidente afroamericano.

Sin embargo, es bastante obvio que nadie está tan iluminado y libre de prejuicios como nos hubiera gustado—ya sea si somos blancos y tenemos un prejuicio contra las minorías, o gente de color que decidió que todos los blancos son supremacistas.

La semana pasada, respondiendo a presiones de grupos judíos que lo criticaron por no pronunciarse contra una ola nacional de antisemitismo, el presidente Trump finalmente pronunció las palabras que muchos habían esperado desde la noche de la elección, cuando prometió unir al país: “Debemos combatir el prejuicio, la intolerancia y el odio es todas sus desagradables formas.”

Esperemos que no sea solo de boca para afuera. La nación necesita que nuestro presidente realmente hable en serio y comience a actuar como la persona “menos racista” que él cree ser.

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