[OP-ED: El racismo contra los asiáticos no puede tolerarse
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Los ejemplos más recientes provienen de uno de los ámbitos más diversos e integrados de la sociedad: el mundo del deporte profesional. El primer incidente ocurrió a finales de octubre, durante el World Series, cuando Yuli Gurriel, de los Astros de Houston, que es cubano, realizó el gesto ofensivo, y pareció que usaba el término “chinito” para referirse al pitcher de los Dodgers de Los Ángeles, Yu Darvish, cuya madre es japonesa.
Los hispanos en las redes sociales denunciaron el racismo abierto y ampliamente aceptado que existe en los países latinoamericanos. Pero estos sentimientos de rechazo, aparentemente, no llegaron a Edwin Cardona, mediocampista de la selección nacional de fútbol de Colombia, quien a principios de noviembre hizo el mismo gesto ante Choi Chui-soon, un jugador surcoreano del equipo nacional.
Tanto Gurriel como Cardona se disculparon inmediatamente, expresando su pesar, pero sus errores son sólo los últimos llevados a cabo por una larga línea de gente de alto perfil a la que en general se le perdonan comentarios o gestos racistas en relación con los asiáticos.
Cuando la estrella del básquet Jeremy Lin, hijo de inmigrantes taiwaneses, jugaba con los Knicks de Nueva York, los medios deportivos reaccionaron a la “Lin-mania” de 2012 con titulares que hacían referencia a las galletitas de la fortuna chinas o a genitales diminutos.
Lin expresó recientemente a su compañero de los Nets de Brooklyn, Randy Foye, que esos incidentes irrespetuosos no eran nada, comparados con los que experimentó en la universidad, cuando escuchaba insultos racistas de aficionados, de jugadores adversarios o hasta del entrenador del equipo contrario.
“Así es que cuando llegué al NBA” - dijo Lin, hablando en un podcast titulado “Outside Shot w/Randy Foye”- “pensé que iba a ser peor. Pero es mucho mejor. Todo el mundo está mucho más controlado”.
Piensen un segundo: que se burlaran de su masculinidad en los titulares mediáticos era “mejor” que el abuso que experimentó cuando jugaba en Harvard.
Quizás se deba a que uno está sometido a un insulto constante cuando es un hombre asiático. En enero, Eddie Huang, dueño de restaurantes y autor de las memorias “Fresh Off the Boat”, que inspiró el programa de televisión de ABC con el mismo nombre, dijo algo parecido después de que el cómico Steve Harvey realizara un skit que insinuaba que una mujer negra nunca saldría con un hombre asiático.
“Todo hombre asiático-americano sabe lo que la cultura dominante dice de nosotros”, escribió Huang en una columna de opinión en The New York Times.
“Contamos bien, hacemos buenas reverencias, somos tecnológicamente hábiles, subordinados por naturaleza, nuestro órgano masculino tiene el tamaño de un pen drive y nunca seremos, ni a mil milenios vista, una amenaza de robarle su novia”.
Nuevamente, este tipo de mensajes no hacen efecto. El año pasado, en la Ceremonia de entrega de los Oscar, Chris Rock presentó un trío de niños asiáticos en escena, como si fueran los contables de PricewaterhouseCoopers, e hizo una broma de mal gusto a sus expensas.
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Posteriormente, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas hizo una declaración para excusarse, pero los únicos que prestaron atención en ese momento fueron aquellos que se quedaron preocupados al constatar que, como dijo el actor coreano-americano, Matthew Salesses, “parece que no hay problema en mofarse de los que componen el grupo racial con crecimiento más rápido de todo el país”.
“La verdad es que el racismo hacia los asiáticos se trata de manera diferente que el racismo contra otros grupos étnicos. Es una verdad que todos los asiáticos-americanos conocen”, escribió Salesses en el sitio Web Good Men Project. “Mientras el mismo racista retiene términos que le parecen imposibles de usar hacia otras minorías, no titubea en llamar a un asiático “chino”, tal como se refirieron a Jeremy Lin, o decir que ese asiático debe saber karate, o llamarlo Bruce Lee, o considerarlo débil o afeminado, etc. etc”.
Las versiones sur-asiáticas pueden resumirse en tres palabras: “Ay, Dios mío”. Son el tema del nuevo documental realizado por el cómico Hari Kondabolu, llamado “The Problem with Apu”--en referencia al personaje de los Simpsons, dueño del Kwik-E-Mart.
El documental, que presenta a muchos de los actores y cómicos sur-asiáticos más exitosos de Estados Unidos--Aziz Ansari, Kel Penn, Sakina Jaffrey y otros--explora el dolor causado por una despectiva parodia en uno de los programas de TV de mayor éxito y duración.
Seguro, es comedia. Pero cuando un grupo de cómicos, actores, y hasta un cirujano general de Estados Unidos, le dicen a uno lo destructivo que fue “Apu” para sus vidas, eso merece reflexión.
Tengo curiosidad por verlo. Pero nadie debería necesitar ver una película para entender que no es correcto burlarse de los ojos de los asiáticos o de la manera en que hablan.
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