[OP-ED]: El doble criterio con que los periodistas cubren las noticias
Toda profesión tiene su punto ciego. Los médicos son a veces los peores pacientes. Los maestros pueden ser los peores estudiantes.
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Toda profesión tiene su punto ciego. Los médicos son a veces los peores pacientes. Los maestros pueden ser los peores estudiantes. Los abogados pueden ser los peores clientes. Y a muchos periodistas--que, se supone, deben pedir cuentas a ciertos individuos--no les gusta rendir cuentas ante los demás.
Por suerte, si mis compañeros profesionales no comprenden en algún momento lo que están haciendo mal, Donald Trump se los indicará con mucho gusto. El presidente electo envía tweets a menudo sobre los que él denomina “medios deshonestos”.
En un ejemplo reciente, después de que Meryl Streep criticara a Trump en los Golden Globes por presuntamente burlarse de un reportero discapacitado durante la campaña, el multimillonario envió un tweet diciendo que nunca hizo eso y echó la culpa del malentendido a los “medios muy deshonestos”.
Estoy seguro de que los periodistas están cansados de que Trump los tome de punto. Pero la verdad es que el Cuarto Estado merece una sacudida.
En primer lugar, con toda esta repentina preocupación por las “noticias falsas”, sin duda hay un claro doble criterio en la manera en que se cubren las noticias. Los medios están actualmente muy preocupados por el nombramiento de Jared Kushner, yerno de Donald Trump, como alto asesor de la Casa Blanca.
Pero no recuerdo que muchos medios protestaran en la década de 1990, cuando Bill Clinton creó una oficina en el Ala Oeste para que su esposa Hillary, la ocupara mientras intentaba reformar el sistema sanitario de la nación.
En un intento por irritar a Trump por la selección de su gabinete, algunos demócratas afirman que los nominados deben tener considerable experiencia en los asuntos pertinentes a ese departamento.
Gran idea. Pero ¿por qué ningún miembro de los medios señaló que si esa ley regía cuando Barack Obama asumió su cargo, no podría haber nominado a Kathleen Sebelius como secretaria de salud y servicios humanos porque la gobernadora de Kansas no había estudiado medicina? ¿O a Hilda Solís como secretaria de Trabajo, ya que la ex legisladora nunca había sido activista laboral? O Anthony Foxx como secretario de transporte porque el ex alcalde de Charlotte, Carolina del Norte, nunca había administrado ferrocarriles, carreteras ni aeropuertos.
Durante la campaña, los medios no fueron honestos cuando se trató, por ejemplo, de defender el uso de Hillary Clinton de un servidor de emails privado. Una y otra vez, muchos reporteros, locutores y comentaristas aceptaron toda manipulación de la información que la campaña de Clinton ofreciera sobre el escándalo.
Mientras tanto, gracias a WikiLeaks, sabemos que la estratega demócrata Donna Brazile--colaboradora en ese momento de CNN--no vio nada malo en filtrar una pregunta del debate a la campaña de Clinton, a fin de ayudar a torpedear la insurgente candidatura del senador Bernie Sanders.
La connivencia entre la campaña de Clinton y los medios comenzó en realidad antes de que Clinton anunciara su candidatura a la presidencia. Nuevamente, gracias a WikiLeaks, sabemos que en abril de 2015, varias docenas de reporteros, locutores y comentaristas seleccionados que se esperaba que cubrieran la campaña, se reunieron en la casa de Washington del presidente de la campaña de Clinton, John Podesta, y en la casa de Nueva York de Joel Benenson, estratega jefe de Clinton, para celebraciones extraoficiales.
En la lista de invitados se encontraban John Harwood, de CNBC y el New York Times--que jugó a asesor político y observó en un email a Podesta que “el partido de la oposición” se había “descarrilado”; Maggie Haberman, entonces reportera de Politico y ahora en el New York Times, que parece tener la reputación en el bando de Clinton de ser un conducto fiable para colocar sus versiones de los hechos, en tal medida que un operativo de la campaña en un momento expresó su confianza en que podrían “moldear más las cosas si iban donde Maggie”; y Glenn Thrush, entonces reportero de Politico y ahora en el Times, quien durante la campaña envió a Podesta el trozo de un artículo que estaba escribiendo de antemano, indicó que estaba tan ansioso por acomodar al bando de Clinton que se había “convertido en un reportero de pacotilla” y dijo a Podesta “Por favor no digas a nadie que hice esto”.
OK, Glenn. Tu secreto está seguro con nosotros.
¿Cómo pudieron tantos periodistas convertirse en la historia y perderse la historia? Por ejemplo, Haberman--a la que aun se le permite escribir artículos sobre la transición de Trump--no parece comprender la ironía de que el Times pidiera que la reunión post-electoral con Trump fuera oficial, mientras la cena con Podesta fue extraoficial.
Ahora leo que los reporteros están preocupados por el reto de tener que cubrir a Trump, ya que el presidente electo miente tan a menudo y sin esfuerzo alguno.
Oh, sí. Si hay algo que los medios no pueden tolerar es la deshonestidad.
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