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En 2016, el libro de Cal Newport “Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World”, básicamente decía a sus lectores que se desconectaran del mundo virtual para alimentar su capacidad de realizar trabajo de alta concentración y valor.
 En 2016, el libro de Cal Newport “Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World”, básicamente decía a sus lectores que se desconectaran del mundo virtual para alimentar su capacidad de realizar trabajo de alta concentración y valor.

[OP-ED]: Deja ese aparato y trata de hablar con alguien

Diversas voces de todos los ámbitos se unen para recalcar la importancia de las conversaciones cara a cara, en desmedro de los “gusta” y los tweets.

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La rebelión contra nuestra adicción a los teléfonos inteligentes, las tabletas, los relojes inteligentes y los registradores de actividades que apartan nuestras miradas de los rostros humanos, de los cruces de peatones y del pavimento por el que manejamos no es nueva. Estudios que se remontan a 2005, e incluso anteriores a esa fecha, nos advierten sobre los peligros de hablar por teléfono cuando se maneja—juego de niños si se lo compara con la manera en que ahora se mandan textos y se navega la Red mientras se opera un vehículo.

En 2009, los investigadores indicaron un fenómeno llamado “ceguera por inatención”, que era el resultado de concentrarse en el uso de un teléfono celular. Un experimento halló que los usuarios de celulares tenían menos probabilidades de notar actividades inusitadas en la calle por la que caminaban (como por ejemplo, un payaso en un monociclo) que los que prestaban atención al lugar por el que iban.

Recientemente descubrí el libro de 2012 “So Far from Home: Lost and Found in Our Brave New World,” escrito por Meg Wheatley, escritora y consultora administrativa.

Al leerlo hoy en día—en la época del frenesí de Twitter, de la transmisión de suicidios, delitos y sexo en plataformas de video en vivo y del surgimiento de las noticias falsas—las palabras de Wheatley son proféticas:

“Nunca antes supimos lo que estaba sucediendo en ese instante casi en cualquier lugar del planeta. Y nunca antes incurrimos en reacciones instantáneas, uno con el otro, por todo, desde lo más trivial hasta lo trascendental. La naturaleza de los mensajes instantáneos ha cambiado, haciéndolos parecer más azarosas e irracionales. Nos enteramos de algo instantáneamente: ‘¡Última noticia! ‘¡Acaba de llegar!’ Inmediatamente se nos alienta a lanzar una reacción por medio de Facebook o de textos, que se leerán en programas de noticias. Aún cuando la mayoría de nosotros no comprende ‘la crisis’—por qué ocurrió o sus implicancias—las reacciones inmediatas a menudo están cargadas de histeria, indignación o pena. Todo se convierte en un asunto dramático, pero sólo brevemente. Los medios inflaman nuestras reacciones, después abandonan la cobertura. Podemos recordar vagamente que hubo una crisis, o no.”

Wheatley fue la pionera de un movimiento que más tarde ha crecido y parece que despegará pronto.

En 2016, el libro de Cal Newport “Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World”, básicamente decía a sus lectores que se desconectaran del mundo virtual para alimentar su capacidad de realizar trabajo de alta concentración y valor.

En mayo, se dice que Nokia sacará a la venta una nueva versión de su icónico “teléfono tonto” 3310—un modelo básico con batería de larga vida, un juego súper-retro llamado “Snake” y prácticamente nada más. El creador de juegos de video, Ian Bogost, describió su atractivo contestatario en un reciente artículo en The Atlantic, señalando, “La conquista del teléfono inteligente es definitiva y completa. Una década después de que su forma se solidificara, un ciudadano contemporáneo del mundo desarrollado no tiene más opción que poseer uno de ellos y operarlo. Y sin embargo, la alegría y la utilidad de hacerlo declinaron o cesaron enteramente.”

En septiembre, Manoush Zomorodi, locutor del podcast técnológico “Note to Self”, publicará “Bored and Brilliant: Rediscovering the Lost Art of Spacing Out”, libro que fue resultado de un experimento para desconectarse (en el que participé) creado para ayudar a los oyentes del podcast a reevaluar sus hábitos tecnológicos.

La semana pasada, el columnista del New York Times, Ross Douthat hizo un llamado a un “movimiento [nacional] de moderación digital”, que reduciría la adicción a Internet al prohibir los teléfonos en restaurantes, museos y escuelas (¡los maestros de Estados Unidos lo celebrarían!). Como era de predecir, Douthat fue ridiculizado y denunciado como un gruñón.

Aún así, tengo fe. LaKeith Stanfield, rapero y estrella del exitoso film de suspenso “Get Out”, admitió recientemente que tuvo que disculparse ante sí mismo por dejar para mañana la eliminación de su cuenta en Twitter y “todo otro rastro de mí en Internet”.

“Pienso que pasamos demasiado tiempo en línea,” expresó a Julio Ricardo Varela, colocutor del podcast “In the Thick”. “Se convirtió en algo por lo que estoy constantemente agarrando mi teléfono. ... fue un poco ridículo para mí la medida en que lo estaba haciendo.”

Eliminé Twitter y Facebook el año pasado y se lo recomiendo a todo el que cuestione el valor de ese tipo de actividad “social” en nuestras vidas.

El movimiento de vuelta a la comunicación interpersonal no es aun un maremoto. Pero una vez que más individuos súper cool, como Stanfield, se unan a las crecientes filas de los desconectados, quizás el péndulo digital vuelva a balancearse hacia la cordura.

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