[OP-ED]: Considerar las minorías como grupos monolíticos solo exacerba la desigualdad
Desagrupación” no es una palabra corriente.
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Desagrupación” no es una palabra corriente. Pero la idea de separar un todo en sus diversas partes debe adoptarse cuando hablamos de estadísticas referidas a minorías.
La época en que era suficiente dividir los datos simplemente según raza o etnia es parte del pasado. Los cambios demográficos y una nueva comprensión sociológica y científica sobre los individuos que componen las amplias categorías de negros, asiáticos e hispanos, nos dicen que esas etiquetas se están convirtiendo en instrumentos crecientemente burdos cuando examinamos políticas de salud pública y educación.
Por ejemplo, ¿qué se nos escapa cuando hablamos de la salud en la comunidad negra, si no comprendemos el crecimiento de la porción de negros nacidos en el exterior, en su mayor parte provenientes de África y el Caribe, que representó un 3,1 por ciento de la población negra en 1980 y un 8,7 por ciento, en 2013? Según el Pew Research Center, para 2060, el 16,5 por ciento de la población negra estadounidense será nacida en el exterior.
Un estudio de 2011 de la Universidad de Michigan halló que a fin de seguir disparidades raciales en el ámbito de la salud, debe prestarse más atención a los diversos grupos y comprendérselos mejor.
Los investigadores concluyeron que los afroamericanos, los negros caribeños nacidos en Estados Unidos y los nacidos en el Caribe presentaron auto-evaluaciones muy diferentes sobre su salud y sobre haber sido diagnosticados con un trastorno de salud físico crónico. Y es lógico pensar que también habrá diferencias en los migrantes de África a los Estados Unidos.
El verano pasado, organizaciones de California para los derechos civiles de los asiático-americanos, hawaianos y habitantes de las islas del Pacífico ayudaron a que se aprobara legislación que requiere que las instituciones de educación superior y de salud pública del estado recojan, analicen y reporten datos de hasta 42 subgrupos de esas tres categorías amplias, ya que las diferencias entre grupos de diversos orígenes nacionales son drásticas.
Sin una recolección de datos más matizada de acuerdo a los subgrupos, por ejemplo, de las diferencias entre ancianos chinos y vietnamitas (que tienen el mayor número de enfermedades crónicas) y los ancianos japoneses (que tienen el menor número) se podría ocultar la realidad de que las mujeres japonesas tienen casi el doble de posibilidades de morir de cáncer que las mujeres indias asiáticas.
Esas distinciones son igualmente importantes en la población hispana, que puede separarse entre los nacidos en el exterior y en el país, según su país de origen y preferencia de idioma.
Un estudio reciente de investigadores de la salud de las minorías en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford determinó que las enfermedades cardiovasculares se presentan de diferente manera entre los latinos de los tres subgrupos mayores: mexicanos, puertorriqueños y cubanos.
Un número mayor de mexicanos (19,5 por ciento) y de puertorriqueños (16,4 por ciento) murió joven (25 a 49 años) que los cubanos (5,3 por ciento) y los blancos no-hispanos (6,6 por ciento), según los datos de mortalidad. Pero aunque las enfermedades cardiovasculares fueron la principal causa de muerte en todos los subgrupos, una porción mayor de muertes en el subgrupo cubano (37,6 por ciento) fue resultado de enfermedades cardiovasculares.
“Las diferencias en la mortalidad [a causa de enfermedades cardiovasculares] en los tres mayores subgrupos hispanos en Estados Unidos (mexicanos, puertorriqueños y cubanos) son particularmente curiosas, porque estos tres grupos diferentes varían ampliamente en sus historias de inmigración, status socioeconómico, cultura, estilos de vida y factores de riesgo,” escribieron la Dra. Fátima Rodríguez de la división de medicina cardiovascular y sus colegas de Stanford. Llegaron a la conclusión de que “la agrupación de hispanos en un solo grupo impide captar importantes diferencias en resultados [de enfermedades cardiovasculares] para este segmento de la población cada vez mayor y más importante.”
Este fenómeno también se da en la educación. Durante años, los grupos de defensa de los asiáticos trataron de quebrar el estereotipo del “estudiante minoritario modelo”, porque no tiene en cuenta los segmentos de bajos ingresos de la población, como los vietnamitas y camboyano. Cuando se los agrupa con los tradicionales estudiantes destacados chinos y japoneses, los estudiantes de menos recursos pueden verse privados del apoyo educativo necesario para triunfar.
Un reciente estudio de la Universidad de Stanford y del Economic Policy Institute halló que mientras los estudiantes asiáticos generalmente asisten a escuelas con niveles de pobreza más bajos incluso que aquellas a las que asisten los estudiantes blancos, los alumnos asiáticos pobres tienen más probabilidades de asistir a escuelas de alta-pobreza que los estudiantes pobres blancos.
El mismo estudio halló que los estudiantes hispanos que no aprenden inglés se desempeñan casi tan bien como sus homólogos blancos de origen socioeconómico similar. En una prueba de 100 puntos, esos hispanos estaban sólo a un equivalente de 5 puntos por detrás en pruebas de matemática del octavo grado, en 2013.
Comparar las brechas en factores de calidad de vida entre las minorías y los blancos siempre será una manera eficaz de evaluar la disparidad o el progreso. Pero pasar por alto las diferencias amplias dentro de grupos individuales sólo empeorará la desigualdad en Estados Unidos.
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