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En EE.UU. se cometen “flagrantes violaciones a los derechos humanos”, señaló Rodríguez, por lo cual “no tiene la más mínima autoridad moral para criticar a Cuba, un país pequeño y solidario, un pueblo noble, trabajador y amistoso”. EFE
En EE.UU. se cometen “flagrantes violaciones a los derechos humanos”, señaló Rodríguez, por lo cual “no tiene la más mínima autoridad moral para criticar a Cuba, un país pequeño y solidario, un pueblo noble, trabajador y amistoso”. EFE

[OP-ED]: Condena mundial a la retrógrada política de Trump hacia Cuba

El carácter arrogante, obsoleto y vergonzoso de lo que pasa por la política de EE.UU. hacia Cuba, quedó aún más claro la semana pasada cuando la Asamblea…

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El mensaje fue inequívoco: nadie quiere el bloqueo. El mundo lo ha rechazado en la ONU por más de una cuarto de siglo, cada año por mayor votación. Sin duda esta sobra rancia de la Guerra Fría es un fuerte candidato al título de la política exterior fracasada de más larga duración que se conozca.

Este año el mundo –casi por unanimidad– repudió una vez más el empecinamiento de Washington con una votación de 191 a 2. Solo EE.UU. y su aliado más cercano, Israel, dando un paso atrás de su abstención el año pasado, votaron en contra.

Increíblemente, después de 55 años, el “embargo,” la pieza central de lo que pasa por una política de EE.UU. hacia la isla, continúa castigando al pueblo cubano, inamovible, intacto, inmune a la razón, un oscuro y absurdo monumento a la politiquería, la hipocresía y la crueldad. Como una sanguijuela monstruosa, esta política perversa se hará aún más abusiva bajo el presidente Trump.

Fiel al estilo mendaz de esta administración, pero sin más remedio que admitir el aislamiento de EE.UU., la embajadora Nikki Haley, sin el menor dejo de ironía y con toda seriedad, le dijo a la Asamblea General: “Estados Unidos no temerá quedar aislado en este foro ni en cualquier otro lugar. Nuestros principios no se someterán a votación. Defenderemos el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales que los Estados miembros de este órgano se han comprometido a proteger, incluso si tenemos que hacerlo nosotros solos”.

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El canciller cubano Bruno Rodríguez no perdió tiempo en responder a Haley, calificando su intervención como “irrespetuosa, ofensiva, injerencista contra Cuba y el gobierno cubano”.

En EE.UU. se cometen “flagrantes violaciones a los derechos humanos”, señaló Rodríguez, por lo cual “no tiene la más mínima autoridad moral para criticar a Cuba, un país pequeño y solidario, un pueblo noble, trabajador y amistoso”.

“Reafirmo hoy que Cuba jamás aceptará condicionamientos ni imposiciones”, añadió Rodríguez, “y le recordamos al presidente y a su embajadora que este enfoque, aplicado por una decena de sus predecesores, nunca ha funcionado ni va a funcionar. Será uno más en la cuenta de una política anclada en el pasado”. Diez habitantes anteriores de la Casa Blanca podrían dar testimonio de la veracidad de las palabras de Rodríguez.

Rodríguez aprovechó la ocasión para expresar el fuerte repudio de Cuba a las acusaciones norteamericanas de supuestos “ataques sónicos” que desembocaron en una reducción drástica del personal de la Embajada Americana y la expulsión de Washington de 15 diplomáticos cubanos. Trump había culpado a Cuba el mes pasado por una misteriosa enfermedad que, según EE.UU., ha aquejado a varios diplomáticos y operativos de la CIA en La Habana. 

“Quien afirme que ha habido ataques miente deliberadamente”, declaró el canciller cubano. “Y confirmo que se están utilizando estos daños de salud como pretextos de naturaleza política” para endurecer el bloqueo y dañar la relación bilateral.

En realidad, el injustificable retroceso norteamericano en su política hacia Cuba no debiera sorprender a nadie. Después de todo, no se podía esperar otra cosa de Donald Trump, un presidente que ha reemplazado el conocimiento con la ignorancia, la diplomacia con la bravuconería y el sentido común con una peligrosa estupidez. n

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