[OP-ED]: Chile, el otro 11 de septiembre
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En un mundo cada día más peligroso, devastado por terribles desastres naturales e inenarrables tragedias creadas por nosotros mismos, EE. UU. está próximo a conmemorar otro aniversario del ataque terrorista al World Trade Center. El 11 de septiembre de 2001 es una fecha grabada a fuego en la memoria de la nación, el día en que el mundo presenció incrédulo cómo el acero y el cristal de las poderosas torres gemelas se derrumbaban, arrastrando con ellos las vidas de casi 3,000 neoyorquinos.
Dieciséis años después de la infamia y el horror de aquel ataque, al aproximarse otro 11 de septiembre, el tiempo transcurrido parece desaparecer y los neoyorquinos son presa de una quietud lenta y extraña desconocida en esta bulliciosa ciudad. Pero el 11 de septiembre es una fecha trágica no solo en EE.UU. Ese día Chile también se ensombrece recordando la muerte del presidente Salvador Allende en 1973, en un golpe de estado orquestado por el Gen. Augusto Pinochet con el apoyo de Washington.
Ese día los chilenos recuerdan con dolor la forma en que el jefe de las fuerzas armadas traicionó al presidente de la Unidad Popular democráticamente electo, y sometió al pueblo chileno a 17 años de terror, desapariciones, torturas y asesinatos.
El mes pasado, el presidente Trump, con unas pocas palabras imperiales cargadas de arrogancia y vacías de conocimiento de Latinoamérica – especialmente Venezuela – revivió tristes memorias de no muy lejanas intervenciones militares, golpes de estado y guerras económicas – todos los cuales se utilizaron para derrocar a Allende – dando nueva vida a los antiguos miedos y a la histórica desconfianza del poderoso vecino del norte entre los países del sur.
“Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar si fuera necesario”, declaró Trump en una conferencia de prensa en su club de golf en Nueva Jersey. Una opción militar, agregó, es “ciertamente algo que podríamos realizar”.
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La unánime condena latinoamericana de las amenazas del presidente estadounidense no se hizo esperar, con gobiernos de todas las tendencias políticas de la región reclamando soluciones pacíficas.
La reacción latinoamericana era de esperarse dado que existe un bien fundado temor de que, como ha dicho el profesor y analista político Dennis Elter, EE.UU. realmente no tiene ningún interés en la democracia en Venezuela y podría estar planeando un golpe de estado al estilo de Pinochet en el país suramericano.
“EE. UU. apoyaría un golpe de estado en Venezuela con cualquier pretexto”, opinó Elter.
Michelle Bachelet, la presidenta de Chile es alguien que entiende –o debiera entender--profundamente lo que significa una intervención de EE. UU. Bachelet fue encarcelada y torturada durante la dictadura apoyada por Washington de Pinochet. Sus padres también fueron privados de libertad por el dictador y su padre murió de un paro cardiaco estando en prisión.
“Chile hará todo lo posible para apoyar a Venezuela en buscar una solución pacífica. Pero Chile no apoyará intervenciones militares ni golpes de estado”, Bachelet declaró el 16 de agosto.
Al acercarse otro aniversario de los terribles sucesos ocurridos un 11 de septiembre en EE. UU. y en Chile, el mensaje a Trump es claro y directo: ¡Fuera de Venezuela y Latinoamérica!
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