[OP-ED]: Cambio climático: un mismo cuento, dos estrategias opuestas.
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Esta semana, la portada del periódico The New York Times describió el rechazo de la administración Trump del Plan de Energía Limpia y el intento de la administración Obama de reducir las emisiones de carbón de centrales de carbón. ”La guerra sobre el carbón ha finalizado”, declaró el administrador de la Agencia de Protección Ambiental Scott Pruitt. Justo debajo de ese artículo había otro artículo que detallaba la nueva inversión masiva de China en vehículos eléctricos, parte de la determinación de Beijing de dominar la era de la energía de tecnología limpia. El mismo cuento, dos estrategias.
Por un lado, la administración Trump ha decidido aproximarse a un nuevo siglo: el siglo XIX. El carbón ha estado en declive durante al menos siete décadas. En 1950, la mitad de la energía eléctrica de Estados Unidos provenía de esta fuente. Ahora ha bajado a un tercio. Además, la automatización masiva de la minería ha significado que los trabajos en la industria están desapareciendo; han disminuido de 176.000 en 1985 a 50.000 en el 2017. Las máquinas y el software están reemplazando a los mineros del carbón así como en otras industrias. La demanda de carbón es escasa debido a las alternativas, principalmente al gas natural. En los últimos dos años, varias de las mejores empresas de carbón estadounidenses han sido forzadas a declarar la quiebra, incluyendo a la más grande, la empresa Peabody Energy.
A pesar del cambio de política de Trump, resulta poco probable que estas tendencias cambien. La agencia de noticias Reuters encontró que, de 32 servicios en los 26 Estados que presentaron demandas sobre el Plan de Energía Limpia, “buena parte de ellos no tienen planes de alterar su plan de alejamiento del carbón”. La razón principal es que los servicios están suprimiendo el carbón; el precio del gas natural ha descendido en años recientes, y su cuota de generación eléctrica estadounidense se ha casi triplicado desde 1990. Asimismo, los gastos están cayendo dramáticamente para la energía eólica y solar.
Además, por supuesto, el carbón es el combustible energético más sucio de todos los que están en uso. Las centrales de carbón son uno de los principales generadores de emisiones de dióxido de carbono del país y la mayoría de los científicos reconoce que tales emisiones provocan el calentamiento global. También causan una contaminación terrible del aire, con todos sus problemas de salud y consiguientes costos.
Esa es una de las razones por las que China, con cerca de un millón de muertes por año debido a la mala calidad del aire, está realizando enormes inversiones en energía limpia. El país se ha convertido en uno de los productores principales del mundo de turbinas eólicas y paneles solares, con subsidios del gobierno que hacen posible que sus empresas pasen a ser rentables y competitivas a nivel mundial. En el año 2015, China poseía la mejor turbina eólica y los dos mejores fabricantes de paneles solares. De acuerdo a un informe reciente de la ONU, China invirtió U$S 78.3 mil millones en energía renovable el año pasado; casi el doble que Estados Unidos.
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Ahora Beijing está realizando un gran impulso con los autos eléctricos, esperando dominar lo que cree que será la industria del transporte en el futuro. China ya ha tomado un gran papel en en el mercado de los autos eléctricos. En el año 2016, el número de autos eléctricos vendidos en China fue más del doble que en Estados Unidos, un crecimiento asombroso para un país que casi no contaba con tales tecnologías diez años atrás.
Los líderes de China han dado a conocer que para el 2025 quieren que el 20 por ciento de todos los autos nuevos vendidos en China sean impulsados por combustibles alternativos. Todo esto se ha traducido en trabajos de “grande liga” como diría el presidente Trump: 3.6 millones de personas ya están trabajando en el sector de energía renovable en China, en comparación con 777.000 en Estados Unidos.
China todavía es altamente dependiente del carbón, del cual posee una abundante oferta y ha intentado encontrar alternativas en otros combustibles fósiles. En las últimas dos décadas fue de compras por el mundo, hizo tratados para obtener recursos naturales y energía de otras partes del planeta, casi siempre pagando precios en la cima de la burbuja de las materias primas que se formó a mediados del 2000. Sin embargo, con el correr del tiempo, ha reconocido que este mercantilismo fue una mala estrategia, atando a Beijing a proyectos caros en países inestables de África. Por otra parte, observó y aprendió de Estados Unidos cuando las revoluciones tecnológicas incrementaron dramáticamente el precio del suministro y bajaron el costo del gas natural y de la energía solar. Actualmente China ha decidido poner un mayor énfasis en este camino hacia la seguridad energética, que también garantiza que será el productor principal de energía limpia del mundo.
Donald Trump ha hablado con frecuencia acerca de cómo China “nos está matando” y de cuan cansado está de escuchar sobre las elevadas cifras de crecimiento de China. Pues debería darse cuenta que Beijing está obteniendo su crecimiento al enfocarse en el futuro, en las que serán las próximas áreas de crecimiento en economía y tecnología. En cambio Estados Unidos, bajo Trump,está comprometido en la inútil y quijotesca tarea de revivir las industrias del pasado. ¿Quién piensa que va a ganar?
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