OEA calla sobre violación de derechos humanos en Colombia
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Este año, en los Estados Unidos, el coronavirus ha convertido a la muerte en una realidad inmediata y diaria, parte de la llamada "nueva normalidad".
Por horrible que sea esta "nueva normalidad", palidece al lado de Colombia, donde la muerte, la muerte violenta, ha sido una presencia trágica desde que se tiene memoria.
Hasta el día de hoy, la carnicería continúa en la nación sudamericana: al menos 160 líderes sociales y comunitarios han sido asesinados con total impunidad este año. Se podría decir que es una especie de normalidad aborrecible, pero no hay nada nuevo al respecto.
"La vida no vale nada en este país", dijo un activista colombiano en Facebook.
El silencio de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en cuanto el asesinato de quienes trabajan para proteger y organizar a los pobres y los más vulnerables en Colombia es ensordecedor.
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La organización regional y su hipócrita secretario general, Luis Almagro, siempre ansioso por condenar a Venezuela y Cuba, no han emitido una sola palabra sobre una violación tan flagrante de los derechos humanos. Almagro ha ido tan lejos como para pedir una invasión militar de Venezuela, olvidando que su posición lo obliga a ser el principal guardián de la paz en la región.
Irónicamente, el presidente colombiano,Iván Duque, habla descaradamente de su preocupación por la democracia en Venezuela. Mientras tanto, ha permitido que tropas estadounidenses entren al territorio de Colombia con el pretexto de combatir las drogas, cuando en realidad son parte de un plan para atacar a su vecino.
El fallecido expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, lo expresó de esta manera: “Desafortunadamente, Colombia es, estratégicamente, la cabeza de playa para los esfuerzos yanquis en América del Sur, su base de operaciones. [Ellos] envían tropas de élite bajo una fachada de guerra contra las drogas. Entonces, Colombia es un país ocupado por tropas extranjeras que aún tiene que detener la producción y el tráfico de drogas”.
Sin embargo, ni una palabra del hipócrita Almagro o de la OEA, siempre obedientes a Washington, acerca de la violencia interminable en Colombia.
La hipocresía es repugnante.
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