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No subestimes el Preclásico: La importancia de los artefactos pequeños

En las amplias salas del Museo de Antropología, la grandeza de piezas colosales como la Piedra del Sol y la imponente estatua de Tlalóc atraen inmediatamente la atenci

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En las amplias salas del Museo de Antropología, la grandeza de piezas colosales como la Piedra del Sol y la imponente estatua de Tlalóc atraen inmediatamente la atención. Estos monumentos de la civilización mexica, exhibidos de manera prominente en la Sala Mexica, son testimonios del ingenio, la artesanía y el significado ceremonial de su época. Altos y cuidadosamente tallados, dominan el espacio, exigiendo admiración y respeto. Sin embargo, por majestuosos y monumentales que sean estos artefactos, las piezas más pequeñas y menos ostentosas de períodos anteriores—como las del período Preclásico o Formativo—son igualmente profundas, ofreciendo conocimientos que rivalizan con los de las obras más grandes.

El período Preclásico, o Formativo, que abarca aproximadamente desde 2300 a.C. hasta 100 d.C., sentó las bases de gran parte de lo que se convertiría en las grandes civilizaciones de épocas posteriores. Mientras que la arquitectura monumental y las esculturas de grandes dimensiones de períodos posteriores suelen captar la imaginación, los objetos a pequeña escala del período Preclásico tienen un significado silencioso pero poderoso. Revelan tanto sobre los mundos culturales y espirituales de sus creadores, brindando atisbos de sus vidas cotidianas, rituales y filosofías

Abigail

Sellos de Estampilla y Cilíndricos. Origen: Centro de México. Cronología: Preclásico Medio. Imagen tomada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

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Sellos o Tinteros. Origen: Tlatelolco, Centro Histórico, Valle de México. La imagen pertenece al autor, tomada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

Consideremos, por ejemplo, los sellos y pintaderas del Preclásico Medio, utilizados para imprimir intrincados diseños en cerámica, textiles o incluso en la piel humana. Estos objetos, aunque diminutos, portaban significados tan profundos como los relieves de la Piedra del Sol. Con cada rollo de un sello cilíndrico sobre arcilla blanda, o la presión de una pintadera contra el tejido, estos artesanos participaban en una tradición de comunicación simbólica, vinculando el mundo material con el espiritual. Los diseños que dejaron atrás—ya sean de animales, plantas o patrones abstractos—eran declaraciones de identidad y creencias, codificadas de la misma manera que los glifos en un templo de piedra mexica. Lo que estas pequeñas piezas carecen en tamaño, lo compensan con creces en su peso simbólico, sirviendo como puentes entre el individuo y el cosmos.

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Mujer en la Postura Tradicional de Parto. Origen: Tlatilco, Estado de México. Cronología: Preclásico Medio. Imagen tomada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

Del mismo modo, la figura de la mujer en la postura tradicional de parto de Tlatilco, aunque muy diferente de las deidades colosales de períodos posteriores, lleva consigo una profundidad emocional y cultural que no es menos majestuosa. Para la época prehispánica, este tipo de representación no es frecuente en este periodo temprano. Las características exageradas de la figurita—especialmente sus caderas y abdomen pronunciados—simbolizan la fertilidad, el ciclo fundamental de la vida y la conexión entre la humanidad y la tierra. En su escala íntima, esta figura captura la esencia de la reverencia del pueblo del Preclásico por las fuerzas de la vida y la muerte y la mujer.

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Seres Duales, Preclásico. Imagen tomada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

Luego están los Seres Duales, figurillas que representan la fascinación del Preclásico por la dualidad—la creencia de que fuerzas opuestas como la vida y la muerte, el día y la noche, lo masculino y lo femenino no estaban en conflicto, sino en equilibrio. Estas pequeñas figuras, a menudo representadas con dos cabezas o múltiples rostros, reflejan la complejidad de la cosmovisión del Preclásico de una manera tan sofisticada como las grandes tallas de los dioses mexicas. Así como las esculturas masivas de períodos posteriores articulaban el poder del estado o lo divino, estas pequeñas figuras, cuidadosamente elaboradas, encapsulaban el delicado equilibrio de la existencia—encarnaciones en miniatura de las mismas ideas filosóficas que más tarde se inscribirían en templos y pirámides de piedra.

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Moldes de Sellos. Origen: Tlatelolco y Centro Histórico, Ciudad de México. Imagen tomada en el Museo de Antropología de la Ciudad de México.

Incluso los moldes utilizados para crear estos sellos y pintaderas cuentan una historia tan intrincada como cualquier talla de piedra. Aunque puedan parecer humildes, estos moldes fueron herramientas que aseguraron la continuidad de un lenguaje visual transmitido a través de generaciones. Hablan de un valor cultural puesto en la repetición y la consistencia, similar a la gran arquitectura de Teotihuacan o la cuidadosa colocación de templos en las ciudades-estado posteriores. Estos moldes aseguraron que los símbolos, y las ideas que representaban, se replicaran y preservaran, de manera similar a las estructuras monumentales y los relieves que consagraron ideas religiosas y políticas durante siglos.

El período Preclásico, a menudo eclipsado por la grandiosidad de las civilizaciones mesoamericanas posteriores, dio origen a muchos de los elementos fundamentales que definirían estas sociedades posteriores. Sus artefactos más pequeños—ya sean sellos, pintaderas, figurillas o moldes—no son menos majestuosos que las esculturas masivas y la arquitectura monumental que las siguieron. Estos objetos, aunque más íntimos en escala, revelan el mismo nivel de arte, la misma profundidad de pensamiento y la misma conexión con lo divino.

En el Museo de Antropología, se hace evidente la interacción entre estas obras de gran y pequeña escala. Las estatuas colosales pueden captar inicialmente nuestra atención, pero los pequeños objetos intrincados del período Preclásico nos recuerdan que la grandeza no se mide por el tamaño. Ya sea el trazo de un templo monumental o las finas líneas grabadas en un sello, ambos tienen el poder de revelar las complejidades del espíritu humano. A través de estos artefactos, llegamos a comprender que los cimientos de la sociedad, la espiritualidad y el arte en tiempos antiguos se construyeron no solo sobre gestos grandiosos, sino sobre las delicadas huellas de la vida cotidiana.

Al ingresar al museo, es esencial hacerlo con respeto, reconociendo que estas piezas no son simplemente esculturas o artesanías. Son artefactos que una vez fueron utilizados, atesorados y ungidos con roles esenciales para rituales y la vida cotidiana. Cada objeto lleva consigo una historia, un propósito y una conexión con las personas que los crearon y utilizaron. Este reconocimiento transforma la experiencia de visualización en un encuentro profundo con el pasado, invitando a contemplar el significado cultural que se encuentra en estas obras aparentemente pequeñas. La próxima vez que visites la Cuidad de México, aparta un día para visitar estos tesoros.

 

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