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Cruces que representan a inmigrantes fallecidos en el desierto de Arizona y que son usadas durante una caminata que se celebra hace 15 años para conmemorarlos. EFE
Cruces que representan a inmigrantes fallecidos en el desierto de Arizona y que son usadas durante una caminata que se celebra hace 15 años para conmemorarlos. EFE

No Mr. Trump, los 'animales' no son los inmigrantes

Hay algo eminentemente indecente en separar a niños inmigrantes de sus padres en la frontera y usar su sufrimiento como una herramienta para aplicar una…

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Con una total despreocupación por las consecuencias para la vida humana o la responsabilidad de los Estados Unidos en crear las condiciones que obligaron a esta gente a abandonar sus países, el jefe de personal de la Casa Blanca, John Kelly, en una entrevista con NPR, calificó la cruel política recientemente anunciada como una “técnica” y un “fuerte elemento de disuasión”: “Serán enviados a hogares de crianza, o lo que sea”, dijo refiriéndose a los niños.

El infame muro fronterizo, la Guardia Nacional, los drones, las tropas, la patrulla fronteriza, todos ahora forman parte de la vida cotidiana en la frontera entre Estados Unidos y México. Esto hay que “agradecérselo” a Donald Trump.

Sin embargo, a pesar de sus histéricas mentiras, no hay bárbaros en la puerta listos para invadir Estados Unidos y amenazar “nuestra forma de vida” en la mítica América que el mercachifle en la Casa Blanca prometió hacer grande otra vez.

Solo hay miles de aterrados niños y familias de América Central y México que buscan refugio para salvaguardar el más fundamental de los derechos humanos: el derecho a la vida.

Si no fuera porque ya la presidencia de Trump se ha ganado su lugar como la más engañosa, corrupta e inepta de que se tenga memoria, sería difícil creer que toda esta histeria belicista está dirigida a detener a miles de pobres madres y padres, niños y niñas que huyen de los cárteles asesinos de la droga y la violencia pandilleril para buscar protección en el país más rico del mundo.

Es un éxodo trágico de inocentes que sigue enfrentando a esta nación con sus propias contradicciones políticas, legales y morales, tanto bajo administraciones demócratas como republicanas.

Porque si hay algo claro sobre la odiosa política de separar a los niños inmigrantes de sus padres en la frontera sur es que ni a los demócratas ni a los republicanos les importan en absoluto. Fue Barack Obama quien presidió sobre un número récord de deportaciones, incluidos niños centroamericanos que llegaron sin acompañante a la frontera después de emprender riesgosas jornadas, no para aprovecharse de sus vecinos ricos del norte, sino para salvar sus vidas.

Pero como Trump, John Kelly y el fiscal general Jeff Sessions han dejado en claro, para esta administración la horrible brutalidad en países con las tasas de asesinatos más altas del mundo no es razón suficiente para que esta nación supuestamente orgullosa de sus derechos humanos ofrezca refugio a familias y niños aterrorizados.

Que Estados Unidos, al financiar devastadores conflictos armados durante la Guerra Fría y apoyar a gobiernos ilegítimos y criminales, tiene una gran responsabilidad histórica en crear las condiciones en Honduras, El Salvador y Guatemala que obligan a huir a su gente, no les importa en lo absoluto a Trump ni a los santurrones demócratas en el Congreso.

Que gran parte de la brutalidad actual en esos países, así como en México, esté alimentada por la existencia de un mercado de drogas ilícitas multimillonario en los Estados Unidos, tampoco preocupa a Washington en lo más mínimo.

Olvídese de lo que Trump y sus compinches digan, el muro, la histeria sobre supuestos inmigrantes criminales, y la despiadada política de quitarles los niños a sus padres tienen poco que ver con la seguridad fronteriza y no impedirán que continúen llegando gente desesperada que huyen para salvar sus vidas. Este es solo otro acto en el cruel teatro del absurdo en que se ha convertido la inmigración en este país.

Estos niños y estas familias -lo hemos dicho antes- no son “inmigrantes ilegales” sino personas perseguidas cuyas vidas están en peligro y merecen todas las protecciones y garantías que ofrecen las leyes nacionales e internacionales a los refugiados y solicitantes de asilo.

No es que el gobierno de un individuo capaz de una bajeza tal como calificar a los inmigrantes de “animales” vaya a cumplir con tales compromisos, por supuesto. Por eso, entre otras muchas razones, el 6 de noviembre todos los estadounidenses que se respeten tienen que votar para devolver al menos un poco de decencia a Washington.

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  • Donald Trump