¿Merecen los demócratas el voto de las minorías?
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Imaginemos que Hillary Clinton gana la presidencia en noviembre, porque su adversario, Donald Trump, es tan desagradable que los afroamericanos, hispanos, asiático-americanos--y otros grupos a los que Trump insultó--van a las urnas en manadas.
¿Y después qué?
A pesar de todo lo que se habló sobre la manera en que el Partido Republicano alienó a las minorías. ¿qué tienen los demócratas para ofrecerles en términos de un compromiso con el elector a largo plazo?
Observemos qué ocurrió cuando Clinton--cuyo esposo cosechó comentarios de prensa negativos, el mes pasado, por censurar a los manifestantes de Black Lives Matter, que la interrumpieron--se detuvo en la zona este de Los Angeles para el Cinco de Mayo.
Según el sitio Web Fusion.net, la gente estaba de entrada alterada--había policía con equipo antidisturbios, a caballo y en helicópteros, para manjear a lo que se estimó que eran 1.000 manifestantes presentes. Y el grupo de ocho mariachis con que se presentó Clinton hizo que la gente estallara.
Jasmin Pacheco estaba allí para enfrentar a Clinton sobre sus comentarios de junio de 2014, en que apoyó la deportación de menores no-acompañados de América Central. Pacheco dijo a Fusion: “Estaba nerviosa, pero entonces vi a los mariachis y me enojé más. Ella estaba haciendo demagogia.”
El breve discurso de Clinton, que casi exclusivamente se centró en la demagogia de Trump en lo referente a la inmigración, aumentó la percepción de demagogia hacia los hispanos de Clinton. Se espera que uno golpee a su adversario en un punto flaco. Pero limitar un breve discurso a un tema en el que lo único que puede decir es que por lo menos ella no es como su adversario, indica un pobre entendimiento del desafío que le espera.
Una reciente encuesta de electores latinos realizada por America’s Voice/Latino Decisions, mostró por enésima vez, que cuando se pregunta a los hispanos cuáles son las prioridades que el próximo presidente y el Congreso deben abordar, indican los puestos de trabajo, la economía y el desempleo por encima de todo.
Por supuesto, no hay duda de que la inmigración es un tema importante y personal para la gran mayoría de los hispanos. Según esa encuesta, el 35 por ciento de los hispanos conoce a alguna persona que fue detenida por motivos migratorios o que fue deportada, y el 57 por ciento tiene un amigo, familiar o compañero de trabajo que reside en Estados Unidos ilegalmente.
Pero el hecho interesante que expresó este grupo particular de electores registrados es el siguiente: Cuando se les preguntó por qué estaban motivados para votar en la elección de 2016, el 41 por ciento dijo que por votar en contra de Trump. Sólo el 16 por ciento dijo que sentía entusiasmo por votar por Clinton y el 13 por ciento, por Bernie Sanders.
La falta de entusiasmo por los demócratas no es sólo una característica latina. En un análisis de marzo sobre el futuro del partido demócrata, Ryan Lizza, de The New Yorker, citó a Michael Render, el rapero conocido como Killer Mike, que ha participado en la campaña de Sanders, señalando que sus amigos perdieron toda fe en la política electoral: “Su mantra es ‘No formes parte del proceso político para nada. Está guiando a nuestra pueblo a una casa en llamas.’”
Los demócratas, en su mayor parte, son perdonados por las comunidades de color, que no han tenido muchas opciones aparte de apoyar a los únicos candidatos que no se refieren específicamente a ellos como terroristas, gorrones, aprovechados del sistema de bienestar social y/o inmigrantes ilegales.
Pero no puede decirse que eso sea la creación de un compromiso a largo plazo con los electores ni una estrategia de lealtad.
La cuestión es que aún cuando el 42 por ciento de los electores hispanos encuestados dijo que creía que el Partido Republicano se había vuelto hostil hacia los latinos en años recientes, nadie dejó de notar que entre los candidatos a la nominación republicana hubo dos hispanos.
Algunos políticos se dan cuenta de que pueden sobrevivir alienando a las minorías--que no van a las urnas en números que reflejan su población--para lograr objetivos a corto plazo.
Pero a medida que pasan los años, no podrá evitarse un destino demográfico que exigirá que los representantes de ambos partidos no sólo respeten a los electores de minorías sino que los promuevan en sus filas, los contraten para puestos clave en sus campañas y gobiernos, y encaren sus inquietudes específicas.
Dentro de poco, ser el mal menor no será una estrategia que ayude a los demócratas a mantenerse en puestos de poder. La cuestión es: ¿Comenzarán finalmente a hallar la manera de conectarse realmente con electores de color o seguirán simplemente contando con que los hiperbólicos republicanos los conviertan en la única opción?
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