Los inocentes mueren en la frontera
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No es fácil elegir sobre qué horror escribir entre las innumerables medidas crueles implementadas por Donald Trump y su gelatinoso séquito de aduladores.
La razón no es solo que tales medidas parecen multiplicarse a diario, sino que también es difícil comprender cómo una hipocresía y una mendacidad tan descaradas se convirtieron en el modus operandi de Washington.
Solo para citar un ejemplo, estas son personas que creen que tienen el derecho de destrozar las vidas de familias humildes que huyeron de la violencia y la miseria en Guatemala, Honduras o El Salvador y emprendieron un viaje lleno de peligros para salvar las vidas de sus hijos. Pero irónicamente han sido tratados como criminales, sus hijos encerrados en jaulas y campos de concentración donde muchos son maltratados, abusados sexualmente o incluso dejados morir. Seis niños centroamericanos han muerto en la frontera desde diciembre.
Por supuesto, los personeros de la administración no admiten responsabilidad por las tragedias, y el secretario interino de Seguridad Nacional, Kevin McAleenan, incluso actuó herido, como si sus buenas intenciones hubieran sido injustamente puestas en duda por la representante Lauren Underwood (D-Ill.) el miércoles pasado en una audiencia en el Congreso.
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Underwood, que es enfermera, dijo que cree que las muertes de los niños son "intencionales".
"Con cinco niños que han muerto (...) la evidencia es realmente clara de que esto es intencional, es una decisión de política hecha a propósito por esta administración y es cruel e inhumana", dijo Underwood a McAleenan, hablando antes de que se reconociera la sexta muerte infantil. Otra demócrata, la representante Nannette Barragán, (D-Calif.), respaldó a Underwood en términos inequívocos.
Ambas mujeres, por supuesto, tienen razón. La pregunta ahora es qué hacer para evitar otras tragedias sin sentido y quién pagará por tanto horror.
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