[OP-ED]: Una voz conocida con una historia muy corriente
El exitoso autor Malcolm Gladwell dice que se necesitan unas 10.000 horas de práctica para dominar un arte. Pero hay un problema. ¿Quién puede determinar si,…
Es la historia del jugador de béisbol curtido, que se pregunta si seguirá en el equipo suficiente tiempo como para alcanzar su hit número 3.000. Y la del trabajador en una mina de carbón de Pennsylvania, en un aserradero en Michigan o en una fundición de Ohio que vio desaparecer su puesto de trabajo justo cuando lo estaba dominando.
Y también es la historia de un talentoso periodista quien--después de haber ido casi a todas partes, haber visto casi todo y haber reportado todo tipo de noticias--se encuentra sin trabajo fijo y buscando todas las oportunidades posibles para poder pagar sus cuentas, mantener a su familia y evitar renunciar a una profesión que ama.
En la época de las llamadas noticias falsas, Ray Suárez es un verdadero periodista. Tras ascender superando dificultades en los años 70 y 80--cuando la frase “reportero de televisión” conjuraba imágenes de Mike Wallace y Harry Reasoner y no la de un muchacho puertorriqueño de Brooklyn--este veterano de 60 años es simplemente la norma a la que muchos jóvenes periodistas latinos aún aspiran.
En una carrera de cuatro décadas, Suárez fue locutor de un noticiero nocturno de PBS, tuvo un programa diario en NPR, redactó columnas de opinión, trabajó como corresponsal extranjero, dio conferencias, escribió libros y dio clases universitarias.
En noviembre de 2013, el periodista veterano fue reclutado por Al Jazeera America, que le brindó algo que las demás cadenas a las que estuvo afiliado--ABC, CBS, NBC, CNN--nunca le ofrecieron: la posibilidad de dirigir su propio noticiero diario. Pero Al Jazeera America se cerró en abril de 2016 y Suárez quedó de pronto sin trabajo.
Decidí ver cómo estaba mi viejo amigo, al que conozco desde hace 20 años.
Así es como tuvimos una conversación dolorosa y honesta, que refleja la experiencia de millones de estadounidenses mayores en todo el país.
“En la actualidad, trabajo más como independiente,” me dijo Suárez. “Pero en los momentos oscuros, me pregunto si no estoy acabado.”
No es probable. Tienen abundante trabajo--locutor invitado en una serie de programas radiales, colaboración en un documental, escribir otro libro, entrevistar a personajes prominentes en programas en vivo. Recientemente voló a Las Vegas para entrevistar a la cantante Linda Ronstadt.
Para muchos, eso sería suficiente para estar agradecido.
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“Afortunadamente, tengo trabajo, ¡pero no suficiente!” dijo. “Tendría que estar más ocupado.”
Estamos hablando de un individuo acostumbrado a trabajar entre 60 y 80 horas por semana en media docena de trabajos. En el centro de todo, siempre había un puesto de tiempo completo, que le daba la seguridad de un cheque regular y beneficios de salud. Ahora eso ya no existe. Y está haciendo “trabajitos” en diversos medios, mientras busca su próxima gran oportunidad.
“Tengo un corpus de trabajo bastante bueno y un curriculum vitae muy atractivo,” dijo Suárez. “Pero encontrar la puerta adecuada para volver a entrar a la sala de redacción no ha sido fácil. Tengo días buenos y días malos.”
También tiene compañía. Millones de estadounidenses tienen ese tipo de días. Son los que, durante décadas, pagaron el derecho de piso y jugaron obedeciendo las reglas. Sienten que aún pueden trabajar unos 10 o 20 años más, pero no están seguros de que sus industrias vivirán tanto tiempo. Sienten como si la vida les hubiera sacado de un tirón la alfombra debajo de ellos, y eso no es justo. Y tienen razón.
Como es de comprender, mi amigo se siente un poco inseguro con respecto al futuro e incierto sobre si podrá volver alguna vez a la televisión.
“No siento que ya he acabado con la TV,” dijo. “Espero que la TV sienta que no ha acabado conmigo.”
Por ahora, está escribiendo un plan de lecciones. En el otoño, será profesor visitante de estudios estadounidenses en Amherst College, en Massachusetts.
“Todavía me considero un tipo de suerte”, dijo.
Suárez es un tipo de suerte. Y ahora más que nunca, con el gran desprecio público que hay por los periodistas, todos tenemos la suerte de que aún haya unos pocos como él.
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